Corre el año 1919 y la
industriosa ciudad británica vive una agitación reflejo de la que vive el resto
del país. El regreso de los soldados después de la terrible experiencia vivida
en los campos de batalla de la Europa continental durante la Primera Guerra
Mundial, trae también el regreso de la canalla, de los clanes familiares
encargados de manejar los negocios ilegales de la ciudad.
Pero no sólo eso, sino que
también se vive una efervescencia política, con una persecución despiadada a
los líderes de ideas de izquierda y anarquistas, el IRA tiene ramificaciones no
sólo por Irlanda sino también en la Gran Bretaña, y una policía corrupta y
violenta. Y todo eso y alguna cosilla más, forma el telón del fondo de una nueva
miniserie de la BBC, Peaky Blinders, emitida allí el año pasado y que este año
verá la emisión de la segunda temporada.
Thomas Shelby se hace cargo de
dirigir a su familia en el arduo camino desde un pequeño local de apuestas de
carreras de caballos amañadas, hasta lo que pretende ser el tercer imperio en
las apuestas hípicas del país. Por el camino iremos viendo guerras con clanes
gitanos, con otro grupo mafioso, manipulaciones, negociaciones inverosímiles,
conspiraciones con un cargamento de armas por el medio.
Todo al servicio de contarnos una
parte de la historia británica poco contada al menos en televisión, en el marco
de unos barrios obreros degradados, de calles llenas de charcos, de locales
infectos y con la violencia siempre a punto de estallar cuando no estalla en
toda su fuerza. Pero también hay lugar para el sentimiento, para el amor, para
la necesidad de asegurar el futuro de la familia, porque aunque el inspector
enviado desde Belfast para limpiar la ciudad le diga a Shelby que ambos son iguales
porque odian a la gente y son odiados por los demás, Shelby sabe que tiene a su
familia a su lado, mientras el inspector tiene que lidiar con su soledad.
Seis capítulos que sirven para
concentrar la historia en los asuntos trascendentales, sin giros inverosímiles
o que pudieran hacerle perder fuerza, pura historia, pura presentación de
personajes y conflictos, incluso los personales, las pesadillas importadas
desde la guerra, las ansias de poder, de respeto, de tener bajo control el
microcosmos de su existencia.
Bien resuelta la serie añade otro
toque original como es el de una banda sonora no compuesta con música de la
época, sino con temas de rock de vanguardia que empasta perfectamente con las
imágenes, especialmente en los momentos de tensión dramática.
En definitiva, una buena primera temporada que abre las ganas para disfrutar de la segunda.
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