Francesco Clemente. Espejo. |
A finales de los años 70 el
panorama artístico estaba siendo dominado por movimientos no pictóricos, como
el caso del arte povera, el conceptual o el land art, movimientos que en
algunos casos ya estaban empezando a dar señales de agotamiento por lo que se
estaba empezando a abrir paso la idea de un retorno a la base pictórica del
arte.
Mimmo Palladino. Visitatore della sera. |
En ese contexto un tanto difuso
en el que se estaban empezando a producir algunas respuestas todavía no
formalizadas a cien por cien de una vuelta a los valores pictóricos, va a nacer
en Italia una agrupación de artistas alrededor de la figura del crítico de
arte, Achille Bonito Oliva, bautizada como transvanguardia con la idea de
superar a una vanguardia ya agotada e ir un paso más allá con la recuperación
de los valores pictóricos, algo que no dejaba de tener una cierta paradoja
después de que el propio Oliva afirmara en una conferencia celebrada en Madrid
a finales del franquismo, que España era un país atrasado artísticamente
precisamente porque aquí los artistas pintaban mucho. Así lo afirma José Manuel
Bonet en el artículo de 1995, La transvanguardia italiana vista desde Madrid.
Dejando de lado esa aparente
contradicción en un crítico muy aficionado a los focos, lo cierto es que la
transvanguardia se insertó de una forma muy oportuna en un contexto en el cual
el nuevo expresionismo alemán también empezaba a reivindicar la importancia de
la pintura aunque con resultados de mayor calado de los que conseguirían sus
coetáneos italianos.
Enzo Cucchi. A terra d'uomo. |
Nicola de Maria. Maschera dell Amore. |
La presentación en sociedad de
Sandro Chia, Enzo Cucchi, Francesco Clemente, Nicola de Maria y Mimmo Paladino,
es decir, del núcleo duro del grupo, tuvo lugar en el año 1979 en la colectiva
Opere fatte ad arte. Al año siguiente, en la que algunos consideran como una de
las peores bienales de la historia comisariada por el propio Oliva, se asomaron
al escaparate internacional que tendría su continuidad al año siguiente en la
Documenta de Kassel. En 1982, la transvanguardia presentará sus respetos al
público español en la primera edición de Arco.
Oliva sería el encargado de
elaborar el manifiesto identitario del grupo en el que se formulan los
principios básicos de un movimiento nacido en un momento en el que el arte había
sido empujado “hacia una impersonalidad de expresión que no podía conjugar el
ego siempre apostado detrás del impulso creativo de la imagen”, según escribe
el propio crítico.
Se reivindica entonces un regreso
al trabajo manual al servicio del subjetivismo del artista, una subjetividad
que, en palabras de Oliva “se afirma justamente a través de la accidentalidad
de la imagen que no es nunca un momento unitario y totalitario, sino una visión
precaria que no recoge, o no quiere hacerlo, el sentido del mundo y la idea del
infinito que lo acompaña.”
Sandro Chia. Ponte di rane senza ponte. |
Es la reivindicación del genius
loci, expresión muy del gusto de Oliva, tomando como base la riqueza artística
italiana del manierismo, el barroco, el futurismo ahora convertidas en fuentes
de las que apropiarse y reconducir por medio de un eclecticismo individual
síntoma de la nueva libertad animadora del devenir artístico de cada
individualidad, de un artista ya no volcado en la transformación del arte, ni
en plantear dudas, reflexiones, inquietudes al espectador, sino que busca que
sus obras, aún a pesar de la importancia dada al fragmento, capaces de abrir y
de cerrar el enigma al mismo tiempo.
A ese respecto Oliva afirma: “El
arte pierde así su lado nocturno y problemático, de solamente interrogar, en
favor de una gloriosa visualización que significa la posibilidad de realizar
obras hechas con arte, en la que la obra es realmente hipnotizadora en el
sentido que doma la mirada inquieta del espectador, acostumbrado por la
vanguardia a la obra abierta, al proyectado inacabado de un arte que exige la
perfectiva intervención del espectador.”
Francesco Clemente. La historia de mi país II. |
Nicola de Maria. Sin título. |
Para llevar adelante esos
presupuestos los artistas transitan por los diferentes momentos artísticos en
una suerte de práctica nómada también amparada por los presupuestos teóricos de
Oliva. Un transitar del que vuelven cargados de fragmentos, de recuerdos luego
pasados al lienzo en composiciones de una buena carga colorista generalmente
tendentes hacia una figuración afirmada “a través de la accidentalidad de la
imagen que no es nunca un momento unitario y totalitario, sino una visión
precaria que no recoge, o no quiere hacerlo, el sentido del mundo y la idea del
infinito que lo acompaña”.
Oliva desgrana otros de los
presupuestos de la transvanguardia cuando escribe: “El dibujo en los trabajos
de Chia, Clemente, Cucchi, De Maria y Paladino es signo, trazo, imagen,
retrato, línea, esbozo, arabesco, paisaje, planta, diagrama, perfil, silueta,
viñeta, ilustración, figura, escorzo, grabado, sección, boceto, calco,
caricatura, claroscuro, grafito, incisión, mapa, litografía, pastel,
aguafuerte, xilografía. Los instrumentos pueden ser, carboncillo, lápiz, pluma,
pincel, lápiz, compás, tiralíneas, escuadra, pantógrafo, regla de cálculo,
regla, esfumino, molde. El proceso puede ser: Trazar arabescos, calcar,
componer, copiar, borrar, corregir, lustrar, recabar. El resultado: campo,
contorno, sombra, ornato, perspectiva, bosquejo.”
Francesco Clemente. Parábola. |
El final de un recorrido no
demasiado largo del grupo, lo que quedará para la historia del arte es más bien
poco, apenas un puñado de nombres la mayoría de los cuales se han ido diluyendo
con el paso del tiempo, si hacemos excepción de Francesco Clemente considerado
como una de las figuras claves del arte europeo de los años 80.
En relación a esto Juan Manuel
Bonet, en el artículo que cito más arriba es categórico al afirmar que “los
transvanguardistas no se nos aparecen como pintores de una gran importancia.
Sus universos son limitados. Su fuste, considerablemente menor que el de sus
coetáneos alemanes, norteamericanos o incluso españoles, y no digamos que el de
los italianos del novecento”.