viernes, 30 de marzo de 2007

David

EL ALMA DE LA PIEDRA

Este artista prometeico necesita imaginar la caída porque en ésta se encuentra la plena justificación de su reto. al conceder un valor absoluto al arte -una ciega esperanza en la salvación por la belleza-, inevitablemente se desliza hacia una conciencia apocalíptica en la que su fracaso, previsto desde un principio en el fondo de su corazón, adquiere firma de energía trágica: la suprema consolación de anticiparse a la derrota en su duelo con la muerte.

No podríamos encontrar un jugador más audaz que Miguel Ángel. Reune las mejores condiciones porque sabe ser todo fuego y, al unísono, todo hielo. Es un luchador nato, agresivo, casi rudo, pero también es frío, cerebral, fiel al predominio de la mente. La belleza es puramente intelectual, las formas perfectas yacen en un universo ingrávido. Nadie, entre las huestes platónicas se ha atrevido a defenderlo tan rotundamente: lo bello es espectral. Nadie, por supuesto, que al mismo tiempo haya dedicado su vida a la posesión terrestre de lo bello.

Ahí está asentada la más hermosa paradoja y desde ella desciende el artista a la palestra imposible. Ahora ya todo es únicamente lucha. La mano contra el mármol, la voluntad contra el temor al propio espejismo. Abrir la piedra, arrancarle su piel y su carne para buscar el alma. La misión del escultor es rescatar el alma de la piedra. En ella está el alma del mundo.

El autor de este texto es Rafael Argullol, y está recogido en su libro El fin del mundo como obra de arte, publicado por Acantilado, en una reedición de 2007.

jueves, 29 de marzo de 2007

El Derribo



Ana.- ¿Pero tú te das cuenta de que esta situación es una locura?

Hamlet.- ¿Locura? A medias: "cuando sopla el viento Norte-Noroeste". Y ahora, escúchame. Soy Hamlet porque fui creado Hamlet. Tuve, como ves, un autor… dramático. Como lo tienes tú. Como lo tenemos todos. El mío fue un genio. Pero el acierto de mi autor creó mi personal desgracia: la de mi propia historia y a de haberme convertido en el personaje más utilizado, maltratado, manipulado y masacrado de cuantos se recuerdan; no ha habido crítico, ensayista, lingüista, filósofo o charlista que no se haya sentido en la obligación de explicarme, negarme, analizarme y descuartizarme. Y para qué hablar de lo que conmigo han hecho autores, dramaturgos, directores y cómicos –a mis viejos amigos los cómicos les disculpo-. Hasta escenógrafos, pintores y figurinistas han caído en al tentación de –faltando a las normas más elementales del pudor-, desnudarme y vestirme de las maneras más estrafalarias y situar mi aventura en los lugares más sórdidos, innobles e inhabitables de la imaginación. Y toda esta locura, mientras a mí se me hacía pasar por el rey de los locos. Después de esto, ¿quieres decirme, mi querida Ana, dónde establecemos los límites de la lógica y de la razón?




Ana.- (Coqueta) ¿Puedo entrar en tus recuerdos?

Hamlet.- Recordaba a mis infortunados padre y madre, a mi buen Horacio…; a mis amigos más recientes, Don Juan, Galileo, Madre Coraje –a pesar de nuestras opiniones sobre el público, ¡tan contrarias!-, la impetuosa Nora –a veces me la recuerdas-; el desventurado Willy Loman, un modesto viajante capaz de fabricar en su mente tantas ilusiones como el más fantasioso y optimista de los personajes: ¡cuántas conversaciones mantuvimos al amparo fresco de la Quinta de Don Juan! Allí se nos unían Segismundo, Max Estrella, Celestina –tan divertida-; a nuestro alrededor merodeaba continuamente Ricardo de Gloucester –no le gustaba que le llamasen Ricardo III-, siempre ideando maldades… "¡Ricardo! -le gritaba-, ¿de qué está compuesta la maldad?" El me contestaba riendo: "de la misma materia que la bondad: del miedo."

Ana.- Paradójico, el muchacho.

Hamlet.- ¡Un cínico! Pero digno como el que más de formar parte de la realeza del teatro: cientos de personajes magníficos arrastrando cada uno su propia entraña; el dolor, la locura, la ambición, la venganza, los celos, la lujuria, la fantasía, el humor y el amor. Y la muerte. Una deslumbrante cabalgata que se creyó capaz de seducir con su belleza a todas y cada una de las generaciones. ¿Quién se podría oponer a Su Majestad el Teatro! (Después de un silencio. Volviéndose hacia los decorados.) Aquí están los restos de tan ambiciosa aventura. El formidable carnaval fue enterrado en cenizas. ¡Llegaron otros tiempos! ¡Vivan la Muerte y la Cuaresma! (Queda de espaldas en silencio, Ana, respetuosa, le mira atentamente. Comienza a oírse una suave música y al tiempo que en los pisos altos del teatro, en una zona destinada al público, se crea un ámbito de luz, Hamlet se adelanta rápido a la corbata y grita.) ¡Sal de ahí! ¡Abandona ese lugar, ¿me oyes?! ¡Ese no es el sitio de un personaje! ¡¿Qué respeto has de pedir al público si usurpas su lugar y abandonas el tuyo?! ¡¿Así quieres perder tu identidad?! (Queda escuchando) ¡¿No respondes?! (La luz desaparece y con ella la música. Ana permanece atónita. Hamlet pasea irritado por el escenario.) ¡Entrometida Ofelia, digna hija del entrometido Polonio y hermana del no menos vociferante y entrometido Laertes! ¡Familia entrometida e imprudente! ¡Cuánta complicación añadisteis a mi tragedia! Sin vosotros seguramente no habría pasado del "To be, or not to be".



El Derribo es una obra escrita por Gerardo Malla, también director y actor, ambientada en un viejo teatro que va a ser demolido "gracias" a una operación urbanística de esas que dejan muchos millones en los bolsillos de algunos "espabilados".

Es una obra sobre el fin de una época, sobre como los viejos teatros van muriendo para dejar paso a discotecas, supermercados, bancos y toda otra serie de negocios relacionados con la modernidad, un sitio en el que parece que el teatro no tiene cabida, a pesar de lo cual se resiste a morir, poniendo un empeño más que elogiable. También es una obra sobre como los que ayer eran progresistas, antifranquistas y muy de izquierdas, son los yuppis de hoy, los abanderados del nuevo capitalismo especulativo capaz de llevarse por delante todo lo que interrumpa el normal fluir de los beneficios escandalosos, comisiones mediante, claro.

Obra nostálgica que disfraza bajo un tono de comedia, los tintes amargos de una sociedad en la que la cultura empieza a ser una especie en vías de extinción.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Lorca eran todos

Día mundial del teatro y la mejor manera de celebrarlo era acudir a ver una obra en el Teatro Jovellanos de Gijón, donde se programaba la obra del autor catalán, Pepe Rubianes, Lorca eran todos, cuyo argumento gira en torno al fusilamiento, casi mejor decir asesinato, del poeta y dramaturgo andaluz, Federico García Lorca.

Pepe Rubianes, también director del montaje, opta por mostrar una escena absolutamente desnuda, con tan solo 8 sillas, dos taburetes y dos cubos, en un armonía en negro de sobriedad y elegancia totales, y dejando todo el protagonismo por lo que a la creación de los espacios y de las atmósferas, a una iluminación sutil de diseño sensible y perfectamente integrada en los acontecimientos que se van sucediendo.

En este aspecto son especialmente reseñables los momentos en los que se escucha en off una arenga del general franquista Queipo de Llano, anunciando la próxima entrada de sus tropas en Granada y como las mujeres se iban a enterar de lo que eran hombres de verdad en cuanto conocieran a sus legionarios. Momento subrayado por una bailarina (Laura Galán) que representa a la muerte (como con mucha perspicacia descubrieron dos espectadores detrás mío después de un buen rato de obra, con el consiguiente comentario, claro) iluminada por una luz rojiza que da al momento una gran fuerza dramática. Algo que se vuelve a repetir en el momento en el que Lorca va a encontrarse con la muerte.

Desde el punto de vista actoral, el director tiene el gran acierto, desde mi punto de vista, de optar por unas actuaciones contenidas, sobrias, huyendo de toda exageración o histrionismo. Actores de expresión contenida, algo poco valorado en este país de extremos, pero eficaz, siempre al servicio de lo que se quiere contar, destacando especialmente Eloi Benet y Esteban Labari, y con una música en ocasiones prácticamente inaudible pero que hacía notar su presencia igualmente, para terminar de subrayar la expresión oral. En otros casos, se recurre directamente a sonidos producidos por los actores para acentuar algunos momentos, como si de un coro de la antigua Grecia se tratara.

Otro gran acierto que tiene la obra, es el hecho de que el personaje de Federico lo interpreta una mujer (con algún problemilla con el acento andaluz, acento que se perdía en ocasiones), para representar a un personaje de una sensibilidad más cercana a presupuestos que se consideran patrimonio femenino, que a la que se presuponía a los hombres de la época (e incluso de hoy). Federico es el personaje que introduce la nota de color, por cuanto es el único que vista de blanco, en medio de personajes vestidos de negro, probablemente el único de los colores posibles que aquella España fratricida, con una parte capaz de asesinar a un hombre de la cultura por mero capricho, a pesar de haberse refugiado en casa de unos amigos falangistas cuyo papel en la realidad parece que estuvo menos claro de lo que se nos dice en la obra de Rubianes.

En lo que tiene que ver con Lorca y su muerte, la predisposición del público está perfectamente clara del lado del poeta y dramaturgo, y en contra de la barbarie, de ahí que sea fácil epatar con los espectadores por ese lado, así que podríamos considerar que en ocasiones el texto busca esa complicidad "fácil", eso que tiene ganado, y en el que algún flash-back, especialmente, el posterior a la muerte de Lorca, tiene un encaje que no es todo lo redondo que sería de desear.

En el último párrafo del programa Rubianes escribe: "Este trabajo es un homenaje a Agustín Penón, Ian Gibson, Molina Fajardo y a todos los que han trabajado en la investigación del final del poeta, que fue también el final de una España democrática que un grupo de canallas en nombre de su Dios y del dinero mandaron a la muerte. También es un homenaje a ese gran grupo de personas que andan buscando, con mínima ayuda, los restos de sus parientes en fosas comunes a todo lo largo y ancho de las carreteras y montes del país, porque Lorca... eran todos."

Con todo y con ello, un montaje absolutamente recomendable.

martes, 27 de marzo de 2007

Día mundial del teatro

Mensaje internacional 2007

Muy joven descubrí el amor por el mundo fascinante del teatro. Pude entender y aprovechar su verdadera esencia cuando empecé a crear, dirigir y actuar en una obra teatral de carácter político que provocó la cólera de las autoridades de la época. Confiscaron todo lo que se encontraba en el teatro, y procedieron a su cierre ante mis propios ojos. El espíritu del teatro que vivía en mí no tenía otra elección, frente a los soldados armados, que la de refugiarse y aferrarse a mi conciencia. En ese momento comprendí la fuerza y el poder del teatro frente a quienes no toleran la opinión de los otros, y aprendí, con certeza, el papel grave e importante que el teatro puede desempeñar en la vida de los pueblos.

Durante mis años de estudiante universitario en El Cairo, la escena penetró en lo profundo de mi conciencia y echó raíces, leí todo cuanto se escribía sobre el teatro y tuve ocasión de asistir a los espectáculos más diversos. Este descubrimiento profundizó en años posteriores, y hoy el teatro continúa interesándome de manera general.

He aprendido, a través de mis lecturas desde la antigua Grecia hasta nuestros días, la magia potencial que el mundo del teatro contiene y su capacidad para descubrir las profundidades del alma humana y revelar sus misterios. El teatro constituye un factor de unificación de los seres humanos, y el hombre puede, a través de él, llenar el mundo de amistad y abrir horizontes de diálogo entre los pueblos, sin distinción de raza, color o creencia. Ha sido para mí un factor suplementario para aceptar al Otro tal cual es. He comprendido también que el bien unifica a los seres humanos y que el mal los separa.

Las guerras que han golpeado a la humanidad desde los viejos tiempos han encontrado profundas justificaciones en las intenciones maléficas que no saben apreciar la belleza. Y la belleza perfecta sólo se encuentra en el arte del teatro, recipiente que contiene todas las bellas artes. El que no saborea la belleza no puede apreciar el valor de la vida; y el teatro es la vida.

Necesitamos hoy rechazar las guerras, absurdas en todas sus formas, y las discrepancias dogmáticas que flagelan, en ausencia de un freno moral, los espectáculos de violencia y asesinatos ciegos que van a sumergir al planeta en un mundo siniestrado por epidemias endémicas o los problemas de desertización y sequía. Todo ello es causado por la ausencia de un diálogo auténtico que posibilite hacer de este mundo un lugar donde vivir juntos.

Amigos del teatro, una tempestad se desencadena sobre nuestro planeta causada por la violencia de un torbellino de sospechas y suspicacias, que amenaza con impedirnos tener una visión clara de las cosas. Nuestras voces son sofocadas y no llegan a todos los oídos a causa de la violencia y la división entre los pueblos. Esta tempestad amenaza con desviarnos para alejarnos a unos de los otros. Debemos oponernos a los que hacen sonar la corneta para desencadenar tempestades; no para destruirlos, sino para alejarnos de atmósferas contaminadas y consagrar nuestros esfuerzos a la comunicación y establecimiento de relaciones amistosas, con quienes predican la fraternidad entre los pueblos.

Si el teatro depende de la vida, nosotros estamos avocados a la desaparición.

Sultán bin Mohammed Al Qasimi

lunes, 26 de marzo de 2007

Audrey y Cooper (III)

-Buenos días, coronel Cooper.
- Sólo agente, Audrey. Especial, eso sí.
- Agente especial.
- ¿Te gustaría acompañarme a desayunar?
- Tengo mucha prisa.
- ¿Por qué? Ese perfume que llevas es increíble.
- ¿Lo dice en serio?
- Y tan en serio. Siéntate.
- Escríbeme aquí tu nombre. Ten.
- Sé que hay algo que te gustaría decirme.
- ¿Sí?
- Metiste esto anoche por debajo de mi puerta.
- ¿Yo?
- ¡Uh, hum!
- Bueno, sí. Lo hice por Laura, por ayudarle.
- Si me dijiste que no erais amigas.
- No, no lo éramos, pero yo la entendía mejor que los demás.
- ¿Qué es Jack el Tuerto?
- Es un lugar del norte. Sólo van los hombres.
- Y ¿qué hay de las mujeres?
- Las mujeres… ya sabe, trabajan allí.
- Laura ¿trabajaba allí?
- No lo sé. Laura trabajaba en los almacenes de mi padre.
- En Horne.
- Es el apellido de mi padre.
- ¿En qué sección de los almacenes?
- En la sección de perfumería.
- Como Ronette Pulaski.
- ¿De veras?
- Audrey, tu caligrafía me hace saber que eres de romántica naturaleza y corazón débil. Ten cuidado.
- Es cierto.
- Y ahora tengo que rogarte que te vayas. Cosas de la poli.
- Gracias por hablar conmigo.


A la mañana siguiente de deslizar la nota por debajo de la puerta de la habitación del agente Cooper, Audrey le espera en el comedor del hotel, casi como si de una emboscada se tratara, consigue un encuentro "casual" con Cooper y comienza el coqueteo otra vez.


Audrey ya no aparece vestida con una blusa anodina abrochada hasta el cuello. Esta vez no. Es necesario dar un paso más, mostrar algo de los encantos que se esconden detrás de esos ojos de gata de color gris. Para ello sólo un color es el adecuado: el rojo fuego. El escote fundamental, remarcado por unos volantes que hacen que sea imposible no fijarse, no dejar volar la imaginación hacia territorios donde las fronteras se difuminan y todo empieza a ser posible. Zapatos de tacón rojo, por supuesto, para completar el conjunto. Vestida para matar.

Todo aderezado con el mismo perfume que aplicó a la nota, un elemento melodramático muy bien estudiado por Audrey para captar la atención de Cooper por segunda vez, y a fe que lo consigue. Cooper alaba su perfume y eso sorprende y gratifica a Audrey al mismo tiempo; ha conseguido que su agente más que especial se fije en ella.

Tal vez por eso se apoya en la representación de un antiguo tótem indio, esos elementos de fuerte carga simbólica y espiritual, que les servían como una forma de contacto con las fuerzas ocultas, con lo primigenio, con el mundo que se esconde en los bosques y en las fuerzas de la naturaleza. Igualmente simbólico, es el plano que recorre la representación en madera de un salmón debajo del cual está Audrey. ¿Es ella la que sale de pesca a intentar que pique Cooper o se está ofreciendo ella como presa al gran pescador que la sacará de las aguas turbulentas? El fuego de la chimenea a sus espaldas ¿advertencia acerca de la posibilidad de quemarse en el fuego eterno o es que Lynch quiere que pensemos que Audrey es puro fuego?Todo aderezado con el mismo perfume que aplicó a la nota, un elemento melodramático muy bien estudiado por Audrey para captar la atención de Cooper por segunda vez, y a fe que lo consigue. Cooper alaba su perfume y eso sorprende y gratifica a Audrey al mismo tiempo; ha conseguido que su agente más que especial se fije en ella.

Tal vez por eso se apoya en la representación de un antiguo tótem indio, esos elementos de fuerte carga simbólica y espiritual, que les servían como una forma de contacto con las fuerzas ocultas, con lo primigenio, con el mundo que se esconde en los bosques y en las fuerzas de la naturaleza. Igualmente simbólico, es el plano que recorre la representación en madera de un salmón debajo del cual está Audrey. ¿Es ella la que sale de pesca a intentar que pique Cooper o se está ofreciendo ella como presa al gran pescador que la sacará de las aguas turbulentas? El fuego de la chimenea a sus espaldas ¿advertencia acerca de la posibilidad de quemarse en el fuego eterno o es que Lynch quiere que pensemos que Audrey es puro fuego?

Durante el diálogo que mantienen, ella muestra su lado más infantil, primero aplicándose como una niña buena a escribir su nombre en la servilleta que le tiende Cooper, y luego intentando negar, es verdad que de forma débil, que fuera ella la que deslizó la nota en la habitación. Luego acepta el juicio que sobre ella emite Cooper ("eres de romántica naturaleza y corazón débil") y al final le da las gracias por hablar con ella.

Es precisamente esa combinación de mujer que desea y de adolescente que sueña, lo que la convierte en un personaje que es la perfecta encarnación del deseo, de personaje inquietante porque intuimos con fuerza que sabe más cosas de las que dice acerca de Laura, y del mundo de miserias que se dan cita en Twin Peaks y en su propia familia. Es alguien que sabe cosas que otros ni siquiera son capaces de imaginar.

viernes, 23 de marzo de 2007

Los dientes del diablo (The savage innocents, Nicholas Ray, 1960)

De nuevo Cajastur ofrece un ciclo de cine en sus salas de Oviedo, Gijón, Mieres y Langreo. En este caso, el ciclo se titula “La aventura” y agrupa a un total de 8 películas repartidas entre los meses de marzo y abril. Un ciclo de ocho películas de aventuras clásicas que nos da la oportunidad de ver en pantalla grande y en versión original, títulos como Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings, Howard Hawks, 1939), Dersu Urzala (Akira Kurosawa, 1975), El expreso de Shangai (Shangai Express, Josef von Sternberg, 1932) o la que cierra el ciclo que no es otra que Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring me the head of Alfredo García, Sam Peckinpah, 1974).

Ayer martes se proyectó Los dientes del diablo, una coproducción entre Francia, Italia y Gran Bretaña, ambientada en los ambientes polares en los que habitan los inuit (nombre que se dan a sí mismos los habitantes de aquellas latitudes, y que significa “los hombres”) o esquimales (nombre despectivo que aplicamos los blancos y que significa “los que comen carne cruda”).

La combinación que el director, Nicholas Ray, hace del rodaje en estudio y de las imágenes de auténticos paisajes polares, logran convertir a esos desiertos blancos en los auténticos protagonistas de la película, ya son ellos y las condiciones climatológicas que los permiten, los que marcan las leyes de la supervivencia, las creencias y los modos de vida en unos ambientes en los que sobrevivir es una aventura de incierto final.

Inuk (interpretado magistralmente por Anthony Quinn) y su familia, viven felices (representación un tanto idealizada del buen salvaje) hasta que entran en contacto con el hombre blanco y su arrogancia de creerse superiores a todo, incluso a la propia naturaleza a la que no se esfuerzan por entender, y a todos los que no son como ellos. Son dos mundos que viven en la misma época pero en universos alejados entre sí por años luz, con necesidades, mentalidades y formas de concebir la realidad absolutamente dispares.

Inuk representa una mentalidad sencilla, capaz de comprender y de adaptarse a la naturaleza, respetuosa con sus criaturas (a cuyos espíritus se les pide perdón cuando se mata a uno de ellos) y que sólo tiene lo que necesita, mientras que el hombre blanco es depredador, violento, que piensa que sus creencias religiosas o sus leyes son universalmente válidas y que por eso las intenta imponer en todos lados sin importar con qué métodos.

Al final los dos mundos vuelven a su sitio, pero los espectadores no podemos dejar de tener la sensación de que una vez producido el primer contacto ya nada volverá a ser como antes, y que el hombre blanco, seguirá depredando todo aquello que se ponga por delante.

jueves, 22 de marzo de 2007

Roy Lichtenstein

Hasta el próximo 20 de mayo se puede visitar en la sede madrileña de la Fundación Juan March, una exposición sobre el pintor norteamericano Roy Lichtenstein, un pintor nacido en 1923 y que falleció en 1997 dejando tras de sí una amplísima obra que va más allá de la tradicional relación que tuvo con el mundo del cómic y con las manifestaciones más evidentes de la cultura de masas.

En los años 50 exponía regularmente su obra en Nueva York, lo que no le garantizaba el éxito económico que le permitiera mantener a una familia que ya tenía dos niños. De ahí que buscara integrarse en la corriente de más éxito del momento como era el expresionismo abstracto, en el que militaban gente como Jackson Pollock o Willem de Kooning, por citar dos de los más conocidos. Sin embargo, las obras de Lichtenstein no recibieron ninguna atención especial.

El año decisivo fue 1961, cuando decide recurrir a las viñetas de cómic, el mismo año en el que Andy Warhol llegó a la misma conclusión. Así, el ratón Mickey, el marinero devorador de espinacas Popeye, el pato Donald o el irreverente conejo Bugs Bunny fueron los primeros motivos que le abrieron el camino hacia su estilo inconfundible.

Pero además de los personajes de cómic, las mujeres serán otro de los temas que aparecerán en muchas de las pinturas de Lichtenstein, bien solas bien acompañadas, aunque el tipo evolucionará con el paso del tiempo, y las irá dotando de textos que invitan a la reflexión. Puede ser rubia o morena, siempre hermosa, de una perfección que las hace vulnerables, sobre todo en aquellas que están en actitud expectante o directamente llorando. Se las ha definido como "sueños de papel, extrañamente vacías, pero peligrosamente seductoras", capaces de mostrar erotismo, pero un erotismo lejano, ingrávido, que se nos escapa entre los dedos sin que podamos hacer nada por atraparlo.

Uno de los cuadros más conocidos de Lichtenstein es Chica con pelota (Girl with ball, 1961, óleo sobre tela, 153 x 92,7 cm, MoMA), en el que representa a un estereotipo de mujer bella que parece estar pasándoselo bien en una playa jugando con una pelota. La figura se recorta contra un fondo abstracto y en el que unas líneas quebradas nos ofrecen una débil referencia a olas marinas. Se trata de una figura representada a medio camino entre la bidimensionalidad y la representación realista, lo que le da una tensión especial en un cuadro cromáticamente monótono lo que termina de convertir a la chica en un objeto lejano, habitante de una dimensión que se escamotea al espectador, que la aleja de nosotros sin que sepamos realmente si lo está pasando bien o es un bienestar fingido.

En Chica ahogándose (Drowning girl, 1962, óleo y magna sobre tela, 171,8 x 169,5 cm, MoMA) vemos a una chica que se está ahogando en su propio mar de lágrimas, que prefiere ahogarse antes que llamar a su amado para que la venga a rescatar. Una mujer envuelta en una vorágine de emociones autodestructivas de la que no quiere escapar, tal es la decepción que le ha causado Brad (un nombre que aparece en muchos de los bocadillos de las mujeres de Lichtenstein).

Una chica de la que solo vemos la cabeza, una mano y algo de un hombro. Una cabeza que parece apoyada sobre una almohada acuosa, y en una actitud levemente sensual rota por la mano crispada y sus lágrimas. La posibilidad de que esté sufriendo una pesadilla, y sean esos malos sueños los causantes de su dolor, queda totalmente abierta, y nos deja con la sensación de estar asistiendo a un momento extremo, que nos desconcierta y nos deja en un terreno lejano, admirando con desapasionamiento un sufrimiento que, sin embargo, nos llega y nos coloca en una situación incómoda.

Lichtenstein deja que sus personajes muestren sus sentimientos, pero desde la frialdad haciendo al espectador consciente de su existencia pero alejándolos de nosotros, contrastando fuertemente uno sentimientos, digamos, barrocos, con una forma de representar mecánica, propia de la creación industrial que se funde de una forma impactante y que es lo que da a la obra de Lichtenstein uno de sus sellos distintivos.


martes, 20 de marzo de 2007

El mismo amor, la misma lluvia

- Tantos años que nos conocemos y todavía no tenemos nada de que hablar. (Silencio) ¿En qué pensás?

- En nada.

- ¿Cómo se para a pensar en nada?

- Práctica.

- Estás borracho.

- No, borracho no. Un poco picadito nada más.

-Tendrías que cuidarte ¿no? Después de lo que pasaste.

- Ah ¿te enteraste? ¡Qué tipos!

- Bueno, pero ¿estás bien ahora?

- Por supuesto. Sí, muy bien. Fue un simple y vulgar intento de suicidio, nada comparable a cortarse la venas. Y ¿vos?

- ¿Qué?

- ¿Cómo estás? y ¿cómo te va la vida? De madre y esposa, digo.

- Bueno, madre a secas. Me separé.

- Ah, perdón. No sabía nada.

- No, no hay problema. Estábamos mal desde antes de tener el bebé, así que...

- Se aprende. Bah, no se aprende un carajo. Es divino tu hijo. Digo por lo poquito que lo vi. Es divino. ¿Cómo se llama?

- Jorge.

- No.

- No boludo, cómo se va a llamar Jorge. Gonzalo se llama.

- Laura, mira. La última vez que nos vimos yo quedé un poco...

- Prefiero no hablar de la última vez que nos vimos. (Cambiando de tema) Marita me contó que lo de Marquez fue idea tuya. Está bien eso. (Suena un trueno) Me parece que nos vamos a tener que ir.

- Sí. ¿Qué pasa, no te gusta más la lluvia en la cara?

- Ah, es cierto. Me había olvidado, pero no cae igual.

- ¿Tienes miedo?

- No, ya estoy grande.

- Yo también, por eso.

- Una vez te dije que no quería hacer más boludeces ¿no?

- También me dijiste que no estabas enamorada, pero que eso no importaba, que lo importante era el cariño, el respeto, el amor te quema.

- Cambié de idea. Ahora quiero algo que por lo menos me chamusque un poco ¿vos no?

- Yo... ¡Qué se yo! Yo de eso no sé nada.

- ¿Cómo ? y ¿los cuentos maravillosos que escribías?

- Eran una porquería, Laura. Te gustaban solamente a vos. El amor, el heroísmo, al pasión... ¿quién me manda a mí escribir sobre cosas que no tengo la menor? sobre el miedo tendría que escribir yo. El miedo... cátedra. Por miedo te perdí, por miedo hago un lavoro que odio. Le fallé a Matronardi, a su hijo, a... Perdona, estoy un poquito... no quería. Yo siempre pensé que lo que tocaba se iba a convertir en oro. Mirá vos. Todo lo que toco se convierte en mierda.

- Bueno no está mal para empezar.

Laura y Jorge (Soledad Villamil y Ricardo Darín). La película la dirigió el argentino Juan José Campanella en 1999.

lunes, 19 de marzo de 2007

La vida de los otros


Este fin de semana tocó ir al cine. La elegida fue La vida de los otros (Das leben der anderen, dirigida por Florian Henckel-Donnersmarck), película procedente de Alemania, avalada por un montón de premios tanto en su propio país como en Europa, y por el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en la última edición de los premios de Hollywood.

A tenor de lo visto, y según mi más que subjetiva opinión, los premios son absolutamente merecidos para una historia ambientada en el Berlín comunista y que transcurre mucho en interiores, en pequeños apartamentos lo que contribuye mucho y bien a la metáfora sobre la opresión que ejercía la temida Stasi sobre los ciudadanos del Berlín oriental.

Película por la que pasan una serie de personajes que tienen que decidir de qué manera van a sobrevivir en medio de la opresión, de una ciudad gris en la que todos son sospechosos, todos pueden ser vigilados y todos viven en una esquizofrenia continua.

Un eficiente oficial de la Stasi (Gerd Wiesler -Ulrich Mühe-) recibe el encargo de vigilar a un escritor de teatro (Georg Dreyman, interpretado por Sebastian Koch) y a su compañera, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedenk), en una vigilancia que parece una más pero que terminará por cambiarle totalmente su visión de las cosas y de su propia vida.

Durante las largas horas de vigilancia, Wiesler irá descubriendo como los espiados tienen algo que ni siquiera el Estado tiene derecho a quitarles, su amor. Eso le pondrá cara a cara con su propia gris existencia, su vida en un frío e impersonal apartamento al que llega por las noches para consolar su soledad con algo de amor mercenario, que no hace más que hacerle más consciente de su soledad.

También Christa y Georg tendrán que decidir que papel querrán jugar en la obra que se desarrolla a su alrededor, obligándoles a elegir entre seguir en su refugio o salir y tomar partido por la realidad, por hacer algo por cambiar las cosas, por escoger entre el amor o lo único que les permite ser y sentirse diferentes en medio de la masa.

En esa elección, todos saben que sus vidas ya no volverán a ser las mismas que antes. Todo ello da a la cinta una ambientación de thriller de los buenos, de los que te mantienen pegado a la butaca sin necesidad de recurrir a grandes efectos, simplemente fijando su mirada en los personajes.

viernes, 16 de marzo de 2007

Audrey y Cooper (II)


- Audrey.
- Hola.
- Dice mi padre que te vio antes en la iglesia. Yo no te vi.
- Sí, fui a rezar por Laura.
- ¿De verdad?
- Yo creía que no te caía bien.
- Tenía cosas con las que yo no estaba de acuerdo. Sin embargo, me enseñó a cuidar a mi hermano Johny. Eso me hizo quererla, supongo. (Pausa) ¿Te gusta el café?
- Sí, con leche y azúcar.
- El agente Cooper adora el café.
- ¡Audrey!
- Pero a él como le gusta el café es solo. ¿Te importa que te haga una pregunta?
- Hazla.
- ¿Te habló Laura alguna vez de mi padre?
- No te comprendo.
- Déjalo.
- No ¿a qué te refieres?
- Él solía cantarle. ¿Qué ensoñadora es esta música? ¿A ti no te hace soñar?

Este diálogo se desarrolla en la cafetería RR entre Audrey y Dona, en la única ocasión en la que veremos a Audrey en ese local, en contraposición a Dona que tramará alguna de sus acciones sentada en uno de los bancos del local, junto con James y Madeleine.

La presencia de Audrey nunca deja indiferente a nadie. Abre la puerta, entra en el local, se acerca a la máquina de discos y empieza a sonar su canción y el aire se carga de electricidad. Parece que se desliza más que camina sobre el ajedrezado rojo y blanco de las baldosas del RR. Nos desconcierta su presencia, intuimos que va buscando algo.

Se aproxima sin prisa a la barra, consciente de que tiene todo el tiempo por delante, casi podríamos decir que el tiempo le pertenece, y pide una taza de café. Prueba un sorbo y deja que el sabor amargo le acaricie los labios (también el amor puede ser amargo), deja la taza en el plato delicadamente y mira a Dona.

En la conversación que mantienen descubrimos que el hecho de pedir el café tiene que ver con el agente Cooper, un gran aficionado al café. Audrey acaricia el borde de la taza con la yema de los dedos, mientras un gesto de placer se insinúa en su rostro. En ese momento, está acariciando, metafóricamente, el cuerpo de Cooper, ya no es una simple taza de café, sino el cuerpo desnudo de quien quisiera que fuera su amante.

Su gesto cambia radicalmente cuando pregunta por su padre. Ya no habla con lentitud, con sensualidad, sino que habla con rapidez, de forma acerada. Se ha roto el sueño y la realidad impone sus bordes y aristas cortantes, las sombras se hacen reales y lo secretos empiezan a asomar la cabeza.

¿En el gusto de su padre por las jovencitas, que su hija conoce perfectamente, puede estar la base de la fascinación que Audrey siente por Cooper y que considera posible su seducción?

jueves, 15 de marzo de 2007

Duelo al sol (Duel in the sun, King Vidor 1946)


Lewt.- Creo que esto ya está solucionado. ¡Perla! ¡Eh, Perla! Esta vez acertaste. Es inútil que siga mintiendo. Se acabó todo. Perla ¿me oyes?

Perla.- Sí.

L.- ¡Perla! Estoy muriéndome. ¡Ven aquí! ¿No quieres venir? Perla, quiero verte. ¡Tengo que verte! Te quiero, te quiero. ¡Perla! ¡Ven! ¡Date prisa!

P.- ¡Lewt!

L.- Date prisa.

P.- ¡Quédate ahí! Lewt, aguanta.

L.- Date prisa.

P.- ¡Espérame! ¡Lewt, espérame! ¡Lewt! ¡Oh, Lewt! ¡Oh, Lewt!

L.- Siempre decías que sabías tirar, sí, pero nunca lo creí.

P.- Te quiero, te quiero. Te quiero Lewt.

L.- No llores, Perla. No llores más.

P.- Tenía que hacer esto.

L.- Claro.

P.- Tenía que hacerlo.

L.- Lo comprendo, sí. Déjame, déjame abrazarte. Déjame.

P.- Sí, abrázame.

L.- Perla.

P.- Abrázame Lewt.

L.- Fie... fierecilla. (Se besan. Mueren)

Perla (Jennifer Jones), Lewt (Gregory Peck)

Marlango (I)

Automatic imperfection

there are children playing under lamp posts / pretending they are trees / they climb up and fall down / hard on their knees / into this grass we built for them, / this puzzle made of dreams and nightmares / behind the curtains / every rule and conversation / sometimes, somehow moon finds a cradle / in traffic lights. and it works out.

there are lovers kissing under ads / pretending they are stars / sometimes when i'm tired i waste my wishes / in city lights / sometimes, somehow, the moon finds a cradle / in traffic lights. and it works out / all the lives behind the curtains / every rule and conversation / every lie and every law / don't convince me as much / as when somehow sometimes wind makes this city / smell of real life

'cos somehow, sometimes dawn gets tanggled / in traffic lights and it works out, sometimes.

Pequeño vals

would you mind if i just sit down here / and watch you dance that waltz? / it gives faith just to see / what two people can be / with a pattern / and a glass of bubbles

who can tell if the scent that i smell / is the same for both of us? / who can say if the colours i see / are the same for you and me?

your steps draw the milkyway / i see stars glowing in your footsteps round and round / and a round building a milkyway for me.

Architecture of lies

i used to think one day i learn / the truth about life / treasured everything i saw / nailed to the wall of certainties / then life came along / and casually pulled down / my house

used to think i would understand / things now i learned theres nothing / to be understood

then i believed everything i touched / was a lie impossible to live up to / pull down brick by brick / the fence around mi life / burnt the flowers 'cos i thought / they were alibis

now i observe constructions round me / architecture of sophisticated lives / warehouses to pile up mistakes / woodsheds to hide the dreams we give up on

miércoles, 14 de marzo de 2007

El Bosco

Jerónimo van Aken, más conocido como El Bosco, vivió y trabajó en la localidad holandesa de Hertogenbosch, de donde sale el apelativo con el que se conocerá a este artista absolutamente original que vive a caballo entre los siglos XV y XVI, y sobre cuya pintura se han vertido multitud de teorías, ninguna de las cuales llega a explicar en su totalidad el más que complejo universo de este artista, ante cuyas obras nosotros, espectadores contemporáneos, no podemos más que sentir vértigo.

El universo de los sueños, la fantasía, los seres fantásticos, híbridos de animales y seres humanos, las posturas y actitudes procaces, en ocasiones abiertamente sexuales, los ambientes casi futuristas en los que se mueven figuras que parecen reírse del propio espectador, de sus propias debilidades y miserias y de todo los que la rodea.

Para unos, sus escenas son diabólicas pero con la pura intención de que sirvieran de divertimento, mientras que otros no dudaron en calificarlas de fantasías sorprendentes y horripilantes para la vista, sin olvidarnos de los que lo consideran como un pintor que trabajaba bajo los efectos de algún tipo de droga. Que tenía conocimientos de materias esotéricas o de alquimia, y que eso lo traslada a sus pinturas, son otras de las hipótesis.

Una tesis generalmente rechazada por los historiadores por carecer de fundamento documental, es la que relaciona a este pintor con la Hermandad del Espíritu Libre, grupo herético que aparece en el siglo XIII, a cuyos miembros se les supone partidarios de la promiscuidad sexual como parte de sus ritos religiosos, con los que se buscaba alcanzar el grado de inocencia que Adán tenía antes de que Dios lo condenara junto con Eva a ganarse el pan con el sudor de su frente.

A pesar de todo esto, la obra de El Bosco nunca fue considerada como herética, salvo en un breve periodo en la España de inicios del XVII, cuando se llegó a afirmar que sus obras estaban "viciadas de herejía", sin que la cosa llegara a mayores. Es precisamente en España, gracias al gusto de Felipe II, donde está una parte muy importante de la obra de El Bosco.

La connotación erótica que El Bosco dio a algunas de sus obras, se ve perfectamente en la tabla central del tríptico Jardín de las Delicias (óleo sobre tabla, 220 x 195), en el que muchos de sus elementos tienen que ver con alusiones sexuales contenidas en canciones populares holandesas, dichos y expresiones populares. Ejemplo de ello son los frutos que mordisquean algunos personajes y que están aludiendo a los órganos sexuales, o los peces, utilizados en proverbios como símbolos fálicos, mientras que arrancar la fruta o flores, era una expresión utilizada para referirse al acto sexual.

El Bosco traslada la escena al campo a un lugar ameno, con zonas acuáticas, lugar muy habitual para toda clase de encuentros entre amantes y muy utilizado en la literatura medieval para esos menesteres. Amantes que se comportan de una manera bastante más discreta que los personajes de El Bosco, que no dudan en retozar desnudos, rozarse, tocarse, compartir sus cuerpos incluso con personas de origen africano.

Al ver esta obra queda la duda: ¿se trata de una obra de exaltación de la atracción sexual entre hombres y mujeres? o ¿es una obra de fuerte contenido moralizante en la que se advierte acerca del descontrol de los instintos?

martes, 13 de marzo de 2007

Audrey y Cooper (I)

El siguiente paso en la estrategia de acoso y derribo a la que Audrey somete a Cooper, consiste en meterle por debajo de la puerta de su habitación una nota en la que aparece escrito: Jack El Tuerto. Cuidada caligrafía femenina y perfume, ante el que Cooper no puede evitar una expresión de placer, nos dicen claramente quien es la remitente.

Cooper acerca la nota a la nariz y siente como ese sentido le pone en marcha su memoria sensorial, su recuerdo del primer encuentro con la tentación que toma forma de mujer en Audrey, una adolescente de familia rica que tiene fijación con el agente del FBI desde la primera vez que lo ve.

Sin embargo, ni con Cooper ni con Audrey las cosas son tan claras, ya que el primero es un personaje tan influido por la filosofía oriental y el mundo de lo onírico, que no podemos saber a ciencia cierta cuáles son los recuerdos que el perfume trae hasta su memoria, ya que, al mismo tiempo, es un personaje del que, en este momento (episodio 2) todavía no sabemos nada sobre su vida personal, aunque poco a poco nos iremos dando cuenta de que una sombra le acompaña, un peso en el alma porque hay días que verdaderamente pesan en el alma. Tal vez en ese momento esté pensando, por un instante fugaz, en que enamorarse de Audrey es posible o el perfume le recuerde a un amor pasado, de esos que dejan huella y de los que nunca terminas por desprenderte del todo.

Audrey es un personaje lunar y, por lo tanto, mudable, capaz de mostrar cambios súbitos de estado de ánimo y con un algo indefinible que excita la curiosidad y nos llama, como canto de sirena, a adentrarnos en mares procelosos de los que sabemos peligrosos pero que no podemos hacer nada para resistir la tentación, aunque Audrey no llega a ser prototipo de femme fatale.

Mujer enigmática, de la que no podemos estar seguros de que esté efectivamente enamorada de Cooper, a pesar de que pondrá su vida en juego por ayudarle a descubrir al asesino de Laura. Puede que el agente sea otro capricho de Audrey, su forma de evadirse de una realidad basada en la mentira, en un seno familiar al que calificar de extraño no consigue abarcar la realidad. Acostumbrada a vivir entre secretos, en un hotel en el que hay más pasadizos ocultos que pasillos, y en el que todos tienen algo que ocultar en un mundo en el que cualquier parecido con la realidad parece pura coincidencia.

(Continuará)

lunes, 12 de marzo de 2007

El buen alemán

Una película para olvidar. Eso es lo que yo creo que es El buen alemán. Una película con pretensiones de cine negro clásico que no termina por llegar a ningún puerto mientras naufraga en el océano de querer y no poder en el que se mueve, de la mano de un guión del que decir que es absolutamente previsible y plano es quedarse corto.

Lo cierto es que no sé por donde empezar: rodada en color para luego dejarla en blanco y negro; banda sonora sin brío ninguno, lo mismo que la dirección; la sensación de que todo aquello ya lo había visto mucho antes y mucho mejor contado; unos actores desaparecidos; un director al que habría que poner en busca y captura…

A lo largo de todos los minutos que dura la historia las referencias a Casablanca o El tercer hombre son constantes: en la historia, las iluminaciones, los encuadres, los escenarios (aeropuerto o alcantarillas por ejemplo), mientras vemos a unos personajes que deambulan por los planos de una forma totalmente impersonal, en una historia en la que el único interés es intentar anticipar el próximo despropósito del director.

La nula química entre George Clooney (una bonita percha pero sin nada detrás) y Cate Blanchett (actriz del montón) termina de hacer imposible el desarrollo de una película cuyo montaje parece que lo hubiera hecho un sastre con Parkinson, y en la que podría entenderse que se quiere establecer un paralelismo entre la ruina de la ciudad de Berlín y la ruina moral de unos personajes que tienen mucho que ocultar, en un mundo que está empezando a cambiar de la mano de las grandes potencias y en el que la honestidad no tiene cabida.

Una película tan vulgar como la prostituta rubia, y con un final igual de estrambótico que ya era conocido por los espectadores desde el minuto uno de proyección.

Tanto el director como Clooney han manifestado en varias ocasiones que lo que se pretendía era rodar como se hacía en los años dorados del cine negro, de ahí los saltos en la historia, esas interpretaciones alejadas del naturalismo, las iluminaciones y demás cosas. Pero una cosa es lo que se busca y otra lo que se encuentra, y, en este caso, creo que no encuentra nada de nada.

viernes, 9 de marzo de 2007

Audrey y Cooper


La serie Twin Peaks es susceptible de ser analizada desde múltiples puntos de vista. En un serie de entradas me centraré en la relación que se establece entre Audrey Horne y el agente especial Dale Cooper. El motivo de ello es la encuentro tremendamente fascinante, ya que si bien hay otras parejas con especifidades propias, el acoso al que somete Audrey a Cooper es antológico.

Dos personas absolutamente contrapuestas. Audrey es una chica de 18 años, todavía en el instituto, niña mimada y acostumbrada a salirse siempre con la suya, para lo que no duda en utilizar todo un amplio repertorio de encantos, francamente difíciles de resistir. De temperamento alocado, es rebelde, aunque con la experiencia que vive en Jack El Tuerto, se volverá algo más madura. Desde el mismo instante en que ve al agente Cooper por vez primera, sólo tendrá un objetivo: seducirle. Para ello hará todo lo posible para descubrir pistas que conduzcan hasta el asesino de Laura, afrontando peligros de una forma un tanto irreflexiva, y todas sus armas de mujer.

Cooper, es la cara oculta de la luna. Alguien absolutamente reflexivo, serio, de una inteligencia fría, que no deja que los sentimientos se mezclen con el trabajo, amante del budismo y seguidor del Dalai Lama, y de toda clase de extrañas teorías espirituales y relacionadas con el mundo de los sueños. Un hombre sin secretos (como él mismo afirma cuando Audrey le pregunta si tiene algún secreto), que se muestra tal cual es, pero que tampoco podrá evitar sentirse atraído por la enorme carga sexual que desprende Audrey en todo momento y circunstancia, lo que genera una “tensión sexual no resuelta” que ofrecerá momentos muy intensos a lo largo de la serie.

Audrey no pierde el tiempo y ya en la primera mañana del agente Cooper en el hotel, mientras paladea “uno de los mejores cafés que he tomado en mi vida”, desplegará gran parte de su arsenal para llamar la atención del agente, generándose un diálogo perlado de miradas insinuantes, de sutiles movimientos de hombros, mordisqueo de labios, sonrisas deslumbrantes y un leve roce de manos al final. Todo acompañado por un tema musical fantástico que contribuye a subrayar la sensualidad natural de Audrey.

Este diálogo es el primero que se cruzan ambos personajes. Mientras Cooper está pidiendo su desayuno su mirada se cruzará con la de Audrey y ya solo podrá terminar de pedirlo entre balbuceos. La primera piedra ya está puesta

- Me llamo Audrey Horne.
- Soy de la Oficina Federal de Investigación, agente especial Dale Cooper.
- ¿No le importa?
- Señorita Horne, siendo como creo la hija del propietario del hotel, Benjamín Horne, puede sentarse donde le plazca, pero quisiera añadir, además, que será un placer que se siente conmigo.
- Gracias ¿Ha venido para investigar el asesinato de Laura Palmer, verdad?
- ¿Era amiga de Laura Palmer?
- No exactamente. Venía a cuidar a mi hermano Johnny tres veces por semana. Tiene 27 años y está en tercer grado. Tiene problemas… emocionales. Toda la familia los tenemos. ¿Le gusta mi anillo?
- Muy bonito.
- Todavía a veces me ruborizo. ¿No es interesante? ¿Nunca le duelen las palmas de las manos?

(Continuará)

jueves, 8 de marzo de 2007

Leaving Las Vegas (I)



¿Podría salir bien una historia de amor entre una prostituta y un alcohólico con tendencias autodestructivas? Esos son los personajes que se dan cita en la película de Mike Higgis Leaving Las Vegas (1995), magníficamente interpretados por Elisabeth Shue y Nicolas Cage, quien recibió el Oscar por su interpretación.

Leaving Las Vegas me parece la más maravillosa historia de amor y destrucción personal, en una ciudad donde los bares nunca cierran, donde los neones ocultan bajo su resplandor deslumbrante toda la miseria humana que se aloja en cualquier ciudad. Una ciudad en la que todo es apariencia, donde los sueños parecen posibles, sobre todo los relacionados con el dinero, pero eso no es más que otra mentira más, otro espejismo con el que distraer el pensamiento de unas existencias difícilmente soportables.

Ben (Nicolas Cage) decide emprender un camino sin retorno, con fecha fija (cuatro semanas calcula), por los senderos del alcohol en un afán de autodestrucción tan poderoso que ni siquiera el amor puede modificar. Un amor sin sexo, convertido en un lujo que no se puede permitir y basado en la profunda comprensión de lo inevitable del resultado final, a pesar de lo cual, Sera (Elisabeth Shue) intentará luchar contra la fuerza de unos elementos totalmente desatados ante los que nada parece posible. Cuando llega el sexo ya será un sexo triste, agónico que pone en comunión la “pequeña muerte” con la “gran muerte”.

Historia desesperada, de profundas oscuridades a penas rotas por momentos de luz detrás de los cuales parece que se vislumbra un rayo de esperanza. Todo mentira, todo dolor, todo desesperación, todo miedo, en dos seres que ni siquiera se tienen el uno al otro para afrontar los momentos de mayor dolor, con una escena de Sera en la ducha después de sufrir una triple violación anal absolutamente conmovedora y de una dureza estremecedora.

Una historia de una hermosura triste, bella como sólo pueden serlo las historias tristes.

Leaving Las Vegas



Prostituta.- ¡Eh, tú, señor Erección! ¿Quieres enrollarte conmigo? El cuarto son 20$. Lo pagas tú.

Ben.- Está bien, pero sólo porque pienso que el concepto de entregarse encaja bien con mi historia general en este momento.


Ben.- No puedo recordar si empecé a beber porque me dejó mi mujer, o si mi mujer me dejó porque empecé a beber.


Sera.- ¿Cuál es el problema? ¿Estás demasiado borracho?

Ben.- A mí no me importa nada de esto. Tenemos mucho tiempo. Puedo darte más dinero. Puedes beber todo lo que quieras pero quédate. Eso es lo que quiero. Quiero que me hables o que escuches, pero quédate.


Sera.- ¿Qué te trae por Las Vegas? ¿Una convención?

Ben.- No. He venido aquí para emborracharme hasta morir. Saqué todo mi dinero del banco, pagué mi tarjeta Amex, y mañana venderé mi coche.

Sera.- Bien. Y ¿cuánto tiempo tardarás en morirte bebiendo?

Ben.- Creo que unas cuatro semanas. No lo sé seguro, pero creo que puedo gastarme de 250 a 300 dólares cada día.

Sera.- Con eso debería bastar. Y yo ¿qué soy? ¿Un lujo?

Ben.- Sí. Tú eres un lujo y tu taxímetro acaba de pararse.


Sera.- Sólo quería saber por qué te estás matando.

Ben.- Interesante elección de palabras. No lo recuerdo. Sólo sé que es lo que quiero.

Sera.- Entonces ¿beber es una forma de matarte?

Ben.- O matarme es una forma de beber.



Ben.- Quizá debería de seguirte por ahí y preguntar a uno de ésos cómo es el dormir contigo.

Sera.- Ellos no lo sabrían. Deberías de preguntármelo a mí algún día. Me encantaría enseñártelo.


Sera.- Creo que, de hecho, los dos sabíamos que no teníamos mucho tiempo y yo le acepté por lo que él era. Yo no esperaba que cambiara. Y creo que él sentía lo mismo por mí. A mí me gustaba su drama. Y él me necesitaba. Yo le amaba. Le amaba de verdad.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Raymond Carver

NUESTRA PRIMERA CASA EN SACRAMENTO
(fragmento)

He visto de primera mano
lo que puede hacerle a un hombre la frustración.
Puede hacerle llorar, romper una pared
de un puñetazo. Puede llevarle a soñar
con una casa que sea suya
al final de una larga carretera. Una casa
llena de música, calma, generosidad.
Una casa en la que aún no vive nadie.


TU PERRO SE MUERE

lo atropella una furgoneta.
lo encuentras a la orilla de la carretera
y lo entierras.
te sientes mal.
te sientes mal por ti mismo.
pero te sientes peor por tu hija
porque era su mascota
y lo quería mucho.
solía canturrearle
y lo dejaba dormir en su cama.
escribes un poema sobre ello.
lo titulas un poema para tu hija
y trata del perro al que atropella una furgoneta.
de cómo te ocupaste de él,
lo llevaste al bosque
y lo enterraste hondo, muy hondo,
y el poema sale tan bien
que casi te alegras de que hayan atropellado
al pobre perro, si no, no habrías escrito
nunca este poema.
entonces te sientas a escribir
un poema sobre la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes oyes
a una mujer que grita
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se para.
dejas pasar un rato y vuelves a escribir.
ella grita de nuevo.
te preguntas cómo va a terminar esto.


EL AÑO QUE VIENE
(fragmento)

Pero esto todavía no es lo peor. Seguían
creyendo que eran el tipo de gente que decían que eran.
Respondiendo a sus nombres.
Haciendo el amor con sus nombres.
Noches sin comienzo que no tenían final.
Hablando de un pasado como si realmente lo tuvieran.
Diciéndose a sí mismos que el año que viene,
el año que viene por estas fechas
las cosas iban a ser diferentes.

martes, 6 de marzo de 2007

El último tango en París (I)


Película dirigida por Bernardo Bertolucci en 1972, e interpretada en sus principales papeles por María Schneider y Marlon Brando, quien también ejerció de productor de la misma. Se la definió como la película “más controvertida de su era”, lo que no impidió que tuviera dos nominaciones a los Óscar, una al mejor director y otra al mejor actor.

Brando da vida a un hombre de 45 años que vive obsesionado por el suicidio de su mujer, mientras que ella, María Schneider, interpreta a Jane, una joven parisina de apenas 20 años que tiene pensado casarse con un joven director de cine.

Ambos coinciden de forma casual en un piso vacío y se establece entre ellos un vínculo torturado y torturador, por un camino que sólo conduce hasta un sexo desolado y violento, casi tanto como las paredes del piso que marca el escenario de unos encuentros en los que sólo los cuerpos tienen permiso para hablar, y donde a las palabras se les despoja de su esencia comunicativa, postergadas por la danza animal de unos cuerpos que difícilmente dan sentido a unas almas torturadas.

Los nombres, los pasados, los sueños, y todo lo personal que pueda ser compartido, está absolutamente desterrado de una relación que nace con un lastre que los protagonistas no lograrán superar y que sólo puede desembocar de la manera en la que lo hace, con un tango, probablemente el mejor de los ritmos para hablar de amor y de desolación, sonando en medio de un mar de mesas y de sillas en el que el presente ya se ha convertido en pasado a su pesar, y donde sólo queda la opción de correr hacia la luz, hacia el mar de la tranquilidad en el que las certidumbres pueden ser posibles.

El último tango en París


- No sé cómo te llamas.

- No tengo nombre.

- ¿Quieres saber el mío?

- No, no, no me lo digas. No quiero saber tú nombre. Tú no tienes nombre, ni yo tampoco tengo nombre. No hay nombres, aquí no tenemos nombre.

-Estás loco.


- Es posible que lo esté, pero no quiero saber nada de tí, no quiero saber dónde vives, ni de dónde eres. No quiero saber absolutamente nada de nada. ¿Has comprendido?

- Me asustas.


- ¿Porqué odias a las mujeres? ¿Qué te han hecho?

- Verás... las mujeres o bien se emperran en saber quien soy o en que yo no sé quién son ellas y resulta muy aburrido.


- Preciosa mía. Siéntate delante de mí, quiero recordarte siempre como estás hoy. ¡Camarero, champán! Si la música es el alimento del amor, que siga sonando. Dime ¿qué te pasa?

- Se acabó.

- ¡Oh! ¿Qué ocurre?

- Se terminó.

- ¿Qué se terminó?

- No volveremos a vernos nunca más.

- Eso es ridículo. Ridículo del todo.

- Te hablo en serio.

- Ratita asquerosa.

- Se acabó.

- Mira, cuando algo se acaba, vuelve a empezar.

- Voy a casarme. ¡Déjame! Se terminó.

- ¡Oh, Dios! Lo nuestro no ha sido una simple aventura en el metro.

-Se acabó.

viernes, 2 de marzo de 2007

La orquesta sólo toca para mí

Macrino.- ¿Verdad que éste es un sitio diferente? Cuando lo descubrí... No encuentro la palabra. Me... No sé... Decidí quedarme para siempre.
Jeremías.- ¿De dónde venía?
Macrino.- Del dolor... (Duda) O de la alegría... Era algo muy intenso.


Macrino.- La concentración molecular de las palabras, su identidad, es mucho mayor de lo que la gente imagina. Mire, las palabras crearon a las personas por pura necesidad. Deseaban resonar, vibrar en diferentes tonos e intensidades. ¿Qué iban a hacer si no? ¿Cómo se iban a realizar en la dimensión del silencio? (Tras una pausa) Sí, las palabras nos inventaron.
Jeremías.- (Retomando interés) ¿De verdad?
Macrino.-(Pausa) Pero están arrepentidas. (Ensimismado) Porque las palabras ignoraban su capacidad de alumbrar ideas. Y las ideas configuran un mundo... que es bastante repugnante.

La orquesta sólo toca para mí es una obra de Juan Carlos Ordoñez.

Apocalypse Now



He visto horrores. Horrores que usted ha visto, pero no tiene derecho a llamarme asesino. Tiene derecho a matarme. Tiene derecho a hacerlo, pero no tiene ningún derecho a juzgarme. No creo que existan palabras para describir todo lo que significa a aquellos que no saben lo que es el horror... el horror. El horror tiene rostro, tienes que hacerte amigo del horror. El horror y el terror moral deben ser amigos, si no lo son se convierten en enemigos terribles. En auténticos enemigos.

Coronel Kurtz (Marlon Brando) al capitán Willard (Martin Sheen)

En el río pensaba que en cuento le viera sabría qué hacer, pero no fue así. Llevaba varios días con él, sin vigilancia, en libertad. El sabía que no me iría a ninguna parte. Sabía lo que iba a hacer mejor que yo mismo.

Capitán Willard

jueves, 1 de marzo de 2007

Najwa Nimri

Najwa Nimri es cantante antes que actriz. Con anterioridad a que Daniel Calparsoro la descubriera para el séptimo arte, esta pamplonica ya se dedicaba profesionalmente a la música y su último disco por el momento, editado el año pasado bajo el título de Walkabout es una continuación de esa faceta suya.

Tercer disco en solitario de una cantante a la que algunos críticos le han querido buscar similitudes con la islandesa Björk, a pesar de que Najwa ha rechazado tímidamente esa comparación. A pesar de ello, algunos de los momentos que nos encontramos en Walkabout nos transportan a un universo que si tiene similitudes, no digo yo que buscadas, con la sonoridad de la islandesa.

Al escuchar este disco nos encontramos con una música electrónica oscura, misteriosa, creadora de imágenes oníricas, acompañado todo eso por una voz solitaria, susurrada y cómplice. Trabajo que combina la electrónica, con las guitarras acústica y flamenca además de las cuerdas de la London Session Orchestra, en un disco nacido “para acompañar”, como ella misma lo ha definido alguna vez, en el que la voz no es lo más importante, pero tampoco la música, sino que ambos elementos están perfectamente engarzados para que ninguno sobresalga sobre el otro.

Son 10 temas compuestos por ella misma y producidos por Raúl Santos con quien ya había colaborado en Mayday (2003), siguiendo una forma de trabajar similar a la de la irlandesa Enya, quien se encierra en el estudio y graba con Nicky Ryan todas las voces y los instrumentos. Aquí, todas las voces son de Najwa y las programaciones de Raúl Santos.

La carrera cinematográfica de Najwa (pronúnciese “Nallua”) incluye títulos como Los amantes del círculo polar o Abre los ojos, películas en las que ha dejado constancia de esa belleza misteriosa que atesora y que le da una apariencia casi fantasmal en algunos momentos de sus interpretaciones.

Marlango


Leonor Watling y Najwa Nimri son actrices que tienen en común el tener a sus espaldas una trayectoria musical más que destacada. La primera como integrante del trío Marlango y la segunda embarcada en solitario. Las dos sacaron el año pasado sendos discos al mercado; en el caso de Marlango fue el segundo trabajo, titulado Automatic imperfection, mientras que Najwa ponía a la venta su tercer disco en solitario, Walkabout. Para otro momento dejo mi comentario sobre el disco de la pamplonica.

Marlango es un grupo formado por Leonor Watling, como voz, el pianista de formación clásica y director de orquesta cántabro, Alejandro Pelayo, a los que se unió posteriormente, el trompetista neoyorquino de blues, funky y latin jazz, Óscar Ybarra. El trío sacaría en 2004 su primer trabajo discográfico, disco de oro, y el año pasado el segundo en el que rezuman esencias de jazz, pop, blues, todo ello agitado, que no revuelto, para obtener un resultado absolutamente original, en el que también se pueden rastrear recuerdos a gente como Tom Waits, Sonic Youth o Mark Lanegan.

La edición especial del disco incluye un CD con 18 temas y un DVD con tres videoclips, la grabación de un concierto en la sala barcelonesa La Paloma además de un apartado de fotos.

"Todo el disco se construye a partir de esta canción [Automatic imperfection]. Es como esa pieza de dominó a la que das un toque y arrastra a todas las demás, su columna vertebral. La letra está plagada de imágenes que puedes elegir qué son, o simples postales o píldoras para tranquilizar un estado de ánimo. Su música remite inevitablemente a Las memorias de un amnésico, de Satie, y nació, casi sin querer, durante la grabación del primer álbum. Una curiosidad: cuando aún no tenía letra se llamaba Estocolmo, era algo frío y limpio. Tocándola en directo dan ganas de que no se termine nunca, igual que con Madness, las dos son canciones en espiral, sin principio ni final."

El disco está grabado después de haber estado tocando las canciones en distintos conciertos, de ahí que cuando llegaron al estudio el proceso de grabación fue muy rápido y en una sola toma, para componer un disco que remite, en cierto modo, a la atmósfera de los cabarets berlineses de entreguerras y también al de las películas, con sus correspondientes bandas sonoras, de David Lynch. Canciones que huelen a humo y whisky, a recuerdos y olvidos, a una medianoche en la que todo es posible menos tú, a perdedores que se aferran a un último hálito de desesperanza y buscan ocultarse en el calor de cuerpos ajenos.

Leonor tuvo sus primeros contactos con la música en grupos de jazz y soul madrileños, además de haber sido soprano en formaciones corales y de gospel. Como actriz ha participado en Son de mar, Hable con ella, Salvador o Tirante el Blanco, entre otros títulos.

Para los que no encontramos el panorama musical español especialmente estimulante, plagado de "triunfitos" y música de esa que los anglosajones definen como "easy listening", este tipo de discos no deja de ser una noticia más que esperanzadora. Una joya.