jueves, 29 de enero de 2009

Ibon Aranberri (Itziar-Deba, Guipúzcoa, España, 1969)


“El arte ya no existe, existe la experiencia estética. El arte no existe en tanto que objeto, porque los objetos han de ser transicionales. Aunque ya se encarga el mercado de fetichizar y convertir el objeto en algo ensimismado y autónomo.”

“Dibujaba desde niño, con ocho años me compré ya una cámara de fotos y, como nunca he tenido cuadrilla, fui proyectando mi imaginario.”

“Mi imaginario se funda en una relación mental con lo estético. Los ochenta son muy ricos en la estética del rock radical vasco (Eskorbuto, Kortatu...), no sólo en música. El propio contexto fue catalizador de diferentes aplicaciones plásticas en relación a lo musical: pósters, murales... Y cuando era adolescente empecé a participar de eso. Conocí además a Jorge Oteiza, a Vicente Ameztoy, a Iván Zulueta, y más tarde a Ángel Bados, Txomin Badiola...”


“Todos hemos necesitado de nuestros héroes... Pero luego muchas de esas figuras cayeron y ese imaginario quedó en mito. Y, entonces, ya no te sientes parte de una coyuntura que te proteja y si quieres crecer como artista tienes que actuar de francotirador. Se trata, digamos, de matar al padre. Así que me marché a Nueva York en pleno idealismo de la cultura electrónica, la vuelta de los abuelos conceptuales... Digamos que los iconos que me sirvieron para crecer tienen que ver con el Nueva York underground. Fue un momento decisivo; dejé de trabajar en el sentido formalista y empecé a participar en un contexto. Todos mis trabajos recientes tienen una parte de investigación, que es lo que más me interesa. Cuando la investigación deja de serlo para plasmarse físicamente es cuando incorporo los lenguajes del arte, que pueden ser la fotografía y la escultura, disciplinas que para mí son paradigmáticas del arte moderno.”

“Me interesa tanto probar las posibilidades de la forma y del objeto, la materialidad arcaica, así como en otros casos he trabajado con información, con la textualidad de la materia. Me interesa la descomposición siniestra de la idea de la escultura, que parece casi como un cadáver.”

“La vida de la ruina aparece no sólo como motivo, sino como ontología de la pieza, que básicamente tiene que ver con la modernidad. Tanto la fotografía como la escultura han sido los dos medios clave que han configurado un propósito experimental amplio. Aquí hay un diálogo con esa idea clásica del aura de la fotografía en blanco y negro. Yo no planteo una relación irónica sino una especie de oportunidad concedida a la escultura.”

“No parto de cero ni me planteo el debate sobre la modernidad. Pertenezco a una generación pos-ochenta. No nos hemos planteado esa batalla a muerte con la etapa anterior. Simplemente la hemos adoptado como herencia. De modo que ese revisionismo que se puede extraer de mi trabajo proviene de una posibilidad educadora más que de una tendencia de actualidad. Por eso planteo un arquetipo pasado de moda, para quizá reconocerme en esas claves invalidadas. No es la escultura sino la dialéctica de la forma.”

“El espectador seguramente participa de una mirada educada, pero tampoco pretendo llegar a las masas. En todo caso, es un lastre que cuando uno trabaja más allá de la convención tenga que estar siempre explicando su trabajo. Parece que si no te declaras por los medios, ni por la fotografía, ni vídeo, ni pintura o escultura, lo que haces tiene que justificarse en términos de significado. Y ésa es una trampa.”

“Precisamente me enfrento a aquello que me produce rechazo. Es donde uno se pone a prueba y por eso hay un juego de autoprovocación. Hay cierto peligro de acabar ensimismado, cierto peligro de autofascinación. Me lo planteo como un capítulo en mi trabajo.”

“Pero sí me interesa, quizá, equiparar un pedrusco a un texto. Algo romanticista. Me atrae el paisaje de la ruina.”

“Son ruinas que borran toda huella al convertirse en un escenario fantasmagórico que cubre una masa inerte. Que generan a su vez otra historiografía, tanto de la destrucción como de una idea de futuro bastante apocalíptica.”

(Fragmentos de respuestas dadas por el artista en sendas entrevistas firmadas por Fietta Jarque, publicada en el periódico El País, y a Maribel Martín, publicada en La Coctelera)

martes, 27 de enero de 2009

Caspar David Friedrich (1774-1840)


“Sus cuadros deben su extraordinaria fuerza menos a los símbolos que a su sutileza visual, una manera única de contemplar y de representar, esa extraña e intensa polaridad de la proximidad y la distancia, del detalle preciso y el aura sublime. El punto de mira rara vez es el de un naturalista con los pies en el suelo. Con Friedrich lo usual es que nos encontremos suspendidos en el aire.” (Hugh Honour, El Romanticismo)

Figura clave el arte alemán a caballo entre los siglos XVIII y XIX, Caspar David Friedrich, consiguió elevar al paisaje hasta cotas que nunca antes se habían alcanzado, convirtiéndolo en un transmisor de sensaciones, de contenidos simbólicos y místicos, como nunca antes se había hecho, y que se convertirá en una de las señas de identidad del torturado romanticismo germánico.

La presencia de la figura humana es casi anecdótica, pero no por ello menos evidente, un ser humano que en muchas ocasiones se siente perdido ante la naturaleza que le rodea, a veces amenazante, un ser consciente de su pequeñez ante el mundo natural al que se asoma con temor y reverencia a sus acantilados, o se queda mirando al mar tal vez intentado penetrar en su inmensidad. Otras veces, lo eleva sobre las montañas y deja que su miraba planee por encima de la niebla y busque otros picos más allá, y tal vez en ese momento, darse cuenta de lo absurdo que resulta querer aprehender de un solo golpe de vista todo lo que le rodea. Personas que no se comunican con el espectador, al que le dan la espalda, ausentes, ensimismados en sus pensamientos o en conversaciones privadas a las que no tenemos derecho a acceder. Un ser humano que en su presencia “ausente” amplifica el sonido de la naturaleza, éste nos llega de una forma más clara, nítida, sin ningún elemento que lo distorsione.


Unas obras que nos hacen llegar la visión interior que el artista tenía de una realidad natural infinita, inconmensurable, ya se trate de cielos nublados o abiertos, las montañas, el mar, el bosque o el árbol solitario que eleva sus ramas retorcidas y desnudas hacia un cielo al que parece pedirle una ayuda que sabe que no le dará.

Friedrich presta atención a “fenómenos o aspectos de la naturaleza que significaron poco o nada para los paisajistas anteriores a Friedrich, concretamente: niebla a orillas del mar, campos arados, bancos de nubes al atardecer en un cielo iluminado por el resplandor del sol poniente o diseminado con estrechas brechas luminosas, el crepúsculo en montañas y en bosques y en una bruma invernal sobre la nieve recién caída”. (Fritz Novotny, Pintura y escultura en Europa 1780-1880). El mismo autor, cita dos frases el escultor francés David d’Angers escritas después de la visita que hizo al taller del alemán en 1834: “Aquí hay un hombre que ha descubierto la tragedia del paisaje”; “El alma de Friedrich es sombría; entendió perfectamente que puede utilizarse el paisaje para pintar las grandes crisis de la naturaleza”. 


Paisajes en los que en ocasiones aparecen ruinas de antiguas abadías y cementerios, en medio del bosque nevado, que imponen una presencia salida de entre la niebla, como paisajes de un mundo que está más allá del que podemos percibir con nuestros sentidos, y que muy en la línea del romanticismo, tienen un aire gótico, por aquellos años el estilo arquitectónico más admirado, entre otras razones por su relación con lo natural, por el recuerdo a los bosques y los árboles con sus ramas arqueadas, además del simbolismo que se oculta detrás de todos y cada uno de los elementos que dan forma a una catedral gótica.

Son obras las de Friedrich que piden que el espectador se involucre en ellas, que las mire con atención, que las “piense”, porque tienen un algo que seguramente no sabremos definir con exactitud, pero que notamos que nos atrae, que nos hace poner toda nuestra atención para “escuchar” el mensaje que el artista nos sigue enviando a través de los siglos. Obras en las que se dan la mano la historia, la mitología, la religión (Friedrich se educó en la fe luterana), la literatura, la arqueología, entre otras, para crear unas obras que unas veces nos sobrecogen por ese algo intangible que está ahí, y otras veces nos estremecen por su belleza.

El pintor falleció en la ciudad de Dresde en la pobreza y sumido en un estado de profunda melancolía, ese que tantas veces había reflejado en sus obras.

viernes, 23 de enero de 2009

Música cajún: el ritmo del sur de Louisina



Balfa Brothers - Tribute to Cajun Music – 1979


El cajún, el swamp y el zydeco, son los tres estilos musicales que definen la música tradicional de los estados del sur de Louisina, cada uno con sus peculiaridades y alguna similitud, y orígenes y trayectorias diferentes. En este artículo me voy a referir únicamente al cajun, probablemente el estilo que de los tres manifiesta una mayor vitalidad después de los intentos exitosos de sacarlo del olvido allá por los años 60 y 70, especialmente gracias al trabajo del violinista Dewey Balfa.

Para comprender los orígenes y desarrollo de este estilo musical, hay que hacer un viaje en el tiempo y adentrarnos en el terreno siempre fértil de la historia. En el siglo XVII empezaron a llegar a los territorios del actual Canadá, concretamente a las provincias de lo que luego se conocería como Nueva Escocia y Nueva Brunswick. Los contingentes de población francesa llamaron L’Acadia a ese solar en el que convivían con los micmac, una tribu autóctona de la que aprendieron la manera de sobrevivir en un entorno natural muy diferente del francés.

Lo malo del lugar es que ocupaba una zona estratégica en la disputa que mantenían franceses e ingleses por el control del Canadá, disputa en la que los Acadiens, cómo se les terminó por conocer (Acadians en inglés), se negaban a ponerse de lado de ninguna de las dos potencias continentales mientras desarrollaban su propia cultura y formas de gobierno, muy influidas por el ejemplo de los micmac. En el siglo XVIII, los británicos, que se habían hecho con el control del territorio decidieron poner fin a esa situación y mediante engaños, lograron reunir a un buen número de Acadiens a los que apresaron y enviaron en barcos hacia otras colonias británicas o los mandaron directamente a prisión, o de vuelta a Francia donde parece que no fueron muy bien recibidos al no haber prestado su ayuda al rey francés.



Cajun Musicians Courtney Granger & Balfa Toujours

Los que consiguieron escapar no vieron más solución que dirigirse hacia el estado de Louisiana, territorio que había sido descubierto en el año 1528 por el español Pánfilo de Narváez, y explorado por Hernando de Soto en 1541. Más tarde, a mediados del siglo XVII, el francés Cavelier de La Salle se hizo con el territorio al que dio el nombre de Louisiana en honor al rey Luis XIV. Allí llegaron los Acadiens en el año de 1718 para establecerse en la capital, Nueva Orleáns. Los avatares políticos hicieron que el estado pasar a manos españolas por medio del Tratado de París de 1763, volvió a Francia en 1801, y, finalmente, Francia lo vendió dos años más tarde a los Estados Unidos.

Con todo ese bagaje histórico detrás, no es extraños que los Acadiens, palabra que al ir degenerando se convertiría en cajún, nombre con el que se conoce a esa cultura particular que tiene sus propias manifestaciones lingüísticas (hablan una mezcla de francés antiguo, palabras aprendidas de los micmac, españolas –de hecho apellidos como Ortega y Romero se tienen entre los auténticamente cajún-, inglesas y alemanas), gastronómicas, arquitectónicas, culturales entre las que destaca con luz propia la música.

Música cajún

Entrando en harina, lo primero que destaca de este estilo musical es su estilo mestizo producido por la confluencia de elementos franceses, alemanes, españoles e indígenas, fundamentalmente. Es una música que se toca fundamentalmente para bailar, y por ello tiene unos ritmos alegres, vivaces, de esos que meten corriente en las piernas y ante los que es imposible permanecer impasible.

El instrumento fundamental es el violín, que llevaron consigo aquellos primeros colonos que llegaron a las costas canadienses, al que luego se unió el acordeón diatónico que fue la aportación germana, y a los que se unieron el triángulo y el washboard, es decir la tabla de lavar convertida en instrumento musical por la interacción con cucharas, y que en tiempos contemporáneos se ha convertido en un instrumento electrónico de metal que ya se toca de otra manera. En tiempos más recientes se han incorporado el bajo y la batería. Las letras podían tener un carácter improvisatorio, y entre estrofas se pueden introducir unos sonidos guturales que provienen de los indígenas con los que tuvieron contacto a su llegada al Nuevo Mundo, gigas y reels, y el canto sincopado de los esclavos africanos, son ingredientes básicos en esta amalgama musical.



D.L. Menard sings The Back Door with L'Angelus

Los ritmos fundamentales son de origen francoalemán y con influencias de estilos como el country. Como escribe Dirk Powell: “Es una música fuerte y apasionada que no evade una comunicación honesta y directa. Normalmente se toca para bailar, sea en casas tradicionales o en clubes más modernos. Casi todos los bailes son de dos pasos, valses o un estilo que se llama de un paso que tiene influencia del blues”.

Precisamente fue un violinista, Dewey Balfa quien acudió al rescate de la música cajún en unos años en los que este estilo prácticamente había quedado arrinconado por la potencia cultural hegemónica estadounidense. Entre los años 60 y 70, Dewey y sus hermanos se embarcaron en la tarea de dar a conocer la música cajún y ayudaron a poner en marcha el primer festival de esta música que se hizo en el estado en el año 1974, y que ha tenido una importancia fundamental en el renacimiento musical de esta comunidad.

Además de Dewey, otros músicos fundamentales con Harry Choates, Jimmy C. Newman, o el grupo Beausoleil, entre otros.



L'Angelus ORMF 2007

miércoles, 21 de enero de 2009

Fragmentos (I)

Y por fin está la otra historia. Dos jóvenes amigas mías se pasaron al otra noche para compartir un vino y algo de conversación. Como tienen veintitantos, la conversación terminó derivando a la situación actual de las artes visuales y la cosificación de la mujer. Su conclusión fue, por supuesto, que a las mujeres o se les debería pedir que posaran desnudas o en posturas eróticas o de cualquier otra clase. Para ellas era mucho más interesante una habitación vacía. Les parecía algo más comprometedor. Implicaría al espectador y le obligaría a utilizar la imaginación para intuir quién habría en la habitación, o quién llegaría o qué tipo de situación dramática se desarrollaría en ella.
De ese tema pasamos a charlar sobre el oficio más antiguo del mundo, asunto sobre el que expusieron sus opiniones. Ambas se veían como bibliotecarias en ciernes, bastante inteligentes y muy al día de lo que se cuece hoy en el mundo. Lo último que querían era entrar en esa profesión, es lo que menos se les pasa por la cabeza. A su modo, y siendo jóvenes e idealistas, lo que quieren es ejercer alguna influencia sobre el mundo, y cambiarlo para que se parezca un poco más a lo que desean sus corazones.

Cuando se puso en marcha esta organización para apoyar a los artistas, escritores y músicos del barrio, se tomó como objetivo personal el que tuviera éxito. En ese momento yo estaba perdiendo la vista, así que ella se pasaba todos los días por casa sin faltar uno para ayudarme con cualquier cosa que pudiera necesitar: responder al teléfono, mirar el correo electrónico, firmar cheques para las facturas, etc. De entre todos los problemas que tenía, había uno más grave que todos los demás: amaba el alcohol sobre cualquier otra cosa. Cuando su marido la echó de casa no tuvo donde quedarse, así que dejé que se instalara en mi apartamento. Lo primero que hacía por la mañana era ir a la cocina y ponerse una copa. Para la una del mediodía no se acordaba ni de su nombre. Y si le decías algo al respecto, te echaba una bronca y te dejaba claro que se trataba de su vida y que ella podía hacer lo que le diera la gana. Ah, conoció a Miss Dama de Compañía, con quien solía intercambiar historias sobre la vida. Hicieron buenas migas.

Miss Anónima hizo una visita relámpago a la ciudad. Se quejaba de lo difícil que le estaba resultando conseguir que una galería la representara. Habló también de un amor secreto que tenía en Palestina, un médico que quería casarse con ella y tener un hijo. También se lamentó por su situación, porque quería quedarse en Nueva York y no quedarse en Palestina.
La otra noche estuvieron todos aquí, los vivos y los muertos, ayudándome a celebrar mi cumpleaños, intercambiando bromas y anécdotas, y admirando las obras de arte que hay en la casa. Una de las habitaciones tenía cuadros abstractos de una joven pintora californiana que estaba empeñada en saber si yo creía en los espíritus y si tenía conversaciones con los muertos. Le expliqué que únicamente se me aparecían en sueños para darme consejos. Ella, que era budista, me dijo que hablaba a todas horas con su abuelo, que había muerto diez años atrás con noventa y dos años.

Al volver la vista atrás veinte años y recordar a los que se han ido pero no hemos olvidado, no puedo dejar de pensar en su legado. En lo que quisieron alcanzar en la vida y en lo que pudieron y no pudieron conseguir. Cuando cerraron los ojos por última vez (según cuenta un conocido nuestro que trabajaba en una agencia funeraria), todos tenían una mirada serena, como si hubieran quedado satisfechos.
Los que quedan entre nosotros se mantienen ocupados haciendo de todo, y siempre se les recodará por lo que hicieron y por lo que no hicieron. Con respecto a sus vidas secretas, tengo que decir que sus auténticas vidas siguen siendo eso: un secreto.

(Fragmentos del relato corto Nuestras vidas secretas (¿Sabes a lo qué me refiero?) de Steve Cannon) 

lunes, 19 de enero de 2009

Chris Haring sedujo en la Laboral



He estado a solas contigo en mi imaginación / y en mis sueños he besado tus labios / mil veces / A veces te veo pasar delante de mi puerta. / Hola, ¿es a mí a quién buscas? / Lo veo en tus ojos. / Lo veo en tu sonrisa / eres todo lo que siempre quise / y mis brazos están abiertos de par en par / porque sabes lo que hay que decir / y me muero por decirte / que te quiero. (Hello, Lionel Ritchie)

Con un aforo limitado a 120 personas cada uno de los dos días de representación, la caja escénica de Laboral Escena nos trajo The art of seduction, una performance del coreógrafo austríaco Chris Haring, galardonada con el León de Oro del 5º Festival de Danza Contemporánea de la Bienal de Venecia del 2007. Una pieza que es la segunda parte de la trilogía Posing Proyect que gira en torno a la visión que tiene nuestra sociedad del erotismo y la seducción.

Un espectáculo planteado para ser visto desde la proximidad, con los espectadores sentados en el suelo a escasos centímetros del espacio ocupado por los bailarines, y en el que los cuerpos adquieren un protagonismo absoluto para dar vida a unas formas visuales que combinan a la perfección el trabajo de danza contemporánea con la creación plástica, con los cinco bailarines, tres mujeres y dos hombres, crearon auténticos cuadros.

Danza, artes plásticas, pero también interpretación, en una pieza en la que todos los movimientos, sonidos, luces, sombras, lucen una enorme carga de sensualidad, de cuerpos que buscan explorar territorios íntimos, pasiones que es inútil controlar y que nos hablan de la necesidad de comunicarnos, de encontrar esa otra persona que nos ayude a profundizar en esos lugares, y que nos ayuden a escapar de la soledad y del silencio. Y también mucho sentido del humor, porque la ironía es otro elemento clave de esta performance, para explorar la percepción social del erotismo.

Hello, de Lionel Ritchie y Lonely, de Bobby Vinton, fueron las dos canciones que se interpretaron durante el espectáculo, aunque de una forma bastante alejada de la original que os dejo aquí.



Solitario, soy el Sr. Solitario / No tengo a nadie para mí / Estoy tan solo, soy el Sr. Solitario / Ojalá tuviera a quién llamar / Ahora soy un soldado, un soldado solitario / Lejos de casa aunque no quiera / Por eso estoy tan solo, soy el Sr. Solitario / Ojalá pudiera volver a casa / Cartas, ni una carta / No llegan las cartas en el correo / Me han olvidado, sí, olvidado / Me pregunto qué habré hecho mal / Ahora soy un soldado, un soldado solitario / Lejos de casa aunque no quiera / Por eso estoy tan solo, soy el Sr. Solitario / Ojalá pudiera volver a casa. (Lonely, Bobby Vinton y Gene Allan)

viernes, 16 de enero de 2009

17 Hippies




La primera noticia que recibí de la existencia de este peculiar grupo alemán, la recibí a través de un comentarista anónimo que a un artículo relacionado con el músico armenio Arto Tunçboyaciyan me escribió: “Grande Arto. Para tu gusto busca 17 Hippies”. Así, tal cual, y eso despertó mi curiosidad. Primera parada Youtube, evidentemente, y lo que me fui encontrando terminó de acentuar mi curiosidad por conocer la carrera musical de este grupo.

Así fui descubriendo un grupo abigarrado que funciona casi más como una trouppe circense que como un colectivo musical al uso, como ellos mismos han dicho en alguna ocasión. Peculiaridades que ya empiezan con el nombre, ya que ni son 17 los integrantes del grupo, ni fueron nunca hippies, de tal forma que ni ellos saben explicar por qué se llaman como se llaman, y lo único seguro es que hace 14 años que iniciaron su andadura musical, reuniéndose una vez a la semana y con la premisa de que cada uno de ellos tenía que tocar un instrumento diferente al suyo habitual, y así entraron en la formación el ukelele, el banjo, la gaita o el acordeón, lo que dio origen a un sonido que desde entonces les ha venido caracterizando. La otra premisa, era la de ser capaces de tocar en cualquier lugar lo que les llevó a optar por una formación acústica.



Musicalmente hablando, en su repertorio se dan cita ritmos que tienen que ver con el klezmer (música judía), la música de los gitanos del este de Europa, canciones alemanas, sonidos del norte de África, rock-pop, jazz, la música clásica, que forman un conglomerado de una enorme riqueza. El coordinador de todo ello es Christopher Blenkinsop, que ejerce de maestro de ceremonias y de director de esta peculiar big band.

El caso es que con ese nombre de 17 Hippies son conocidos en los ambientes musicales, y con él vienen desarrollando una carrera musical en la que se incluyen discos, música de películas, y colaboraciones con un montón de músicos diferentes. El grupo nace en el año 1995 y a lo largo de todos estos años, han puesto en circulación un total de 11 discos, el último de los cuales salió a la luz el año pasado bajo el título de Heimlich (En secreto). De la grabación de ese disco Christopher ha dicho: “Cuando llegamos al estudio a grabar, el técnico nos preguntó: ¿dónde están las canciones? Y le dijimos: No las tenemos, vamos a terminarlas ahora. Por eso el disco se titula En secreto, porque no sabíamos qué iba a salir de allí. Tuvimos que sentarnos en el estudio y escribirlas en 4 horas para aprenderlas, tocarlas y grabarlas.”



Un grupo siempre abierto a las influencias que pueden recibir de aquellos lugares que visitan, como cuando visitaron el estado de Lousiana donde entraron en contacto con la música cajún, o cuando estuvieron en el norte de África y grabaron el disco Ifni en 2004. Facilidad para asimilar influencias y facilidad para tocar con músicos que vienen de ambientes muy diferentes a los suyos, como en el caso de Marc Ribot o Tom Waits, dos de los músicos con los que grabaron 17 hippies play guitar (2006).

Tampoco el idioma es un problema para ellos, y en su repertorio encontramos canciones en francés, inglés o alemán, en las que todos los músicos tienen su momento de gloria, para dar forma a un estilo ante el que es imposible permanecer impasible.


miércoles, 14 de enero de 2009

Hanne Darboven (Munich 1941): El tiempo convertido en volumen


Esta artista bávara pasa por ser una de las artistas alemanas de mayor relevancia, no sólo en su país sino también en el ámbito internacional, desde su irrupción en el mundo del arte allá por los finales de los años 60, siempre con las matemáticas y el paso del tiempo como obsesiones fundamentales alrededor de las cuales gira toda su obra.

Su formación artística se inicia en la Academia de las Artes de Hamburgo, en la que está en el periodo que va desde 1962 a 1966, donde estudia co Wilhelm Grimm y Almir Mavignier, para luego irse a los Estados Unidos, concretamente a Nueva York, ciudad en la que estará durante dos años, hasta 1968. En esa ciudad entrará en contacto con los principales representantes de la corriente minimalista, a la cual siempre negará su adscripción, como eran Carl Andre, Sol Hewitt o Donald Judd. Gracias a una de esas casualidades que a veces ocurren, la crítica especializada empezó a incluir su obra dentro de ese grupo de artistas que se movían en la órbita de gente como el propio Hewitt, John Cage o Roberth Smithson lo que le abrió muchas puertas. En 1970 su obra se expuso en el MOMA, y en el Guggenheim al año siguiente, y en 1972 participó en la Documenta 5 en Kassel.


Fue precisamente en Nueva York donde sus obras empezaron a llamar la atención de ese nutrido grupo de artistas, con una serie de “papeles cuadriculados con figuras geométricas, normalmente variantes de la diagonal, configuraciones lineales con una secuencia predeterminada anotadas en el margen de la hoja. A finales de los años sesenta, los críticos y otros artistas se fijaron en este mundo de números y notas gráficas tan subjetivo como concreto” (Petra Löffler, en Mujeres Artistas de los siglos XX y XXI, Taschen)

Esas series numéricas lo que buscan es materializar el paso del tiempo, a través de un código absolutamente personal en el que se pueden intercalar escritos de diferentes autores, páginas de diccionarios con anotaciones personales, fotografías y objetos que le regalan o encuentra, casas de muñecas. Todo al servicio del discurrir del tiempo o de la sucesión de acontecimientos históricos y que luego, al aparecer seriados y colocados en una pared, logran dar a ese paso del tiempo una consistencia volumétrica. El tiempo convertido en volumen.


Listas de números salidas del puño y la letra de Darboven para dar lugar a unas “construcciones numéricas”, que utiliza para fijar el concepto temporal de cambio de siglo y del discurrir histórico que va desde 1900 hasta los años 90 del mismo siglo, y sus vivencias personales y de la evolución de arte a lo largo del siglo XX. Evolución que pone de manifiesto con la inclusión de casas de muñecas, que forman parte de la colección de juguetes que atesora la artista, que reproducen viviendas alemanas de principios de siglo y de los años 50.

En los años 80, la actualidad fue cobrando una mayor importancia en su obra que adquiere así, una dimensión más global trabajando con portadas de revistas, entrevistas a líderes políticos, fotografías de estrellas de cine o páginas de catálogos de arte. En la década siguiente, Darvoben empezó a reunir juguetes infantiles “de todas clases y procedencias, desde excepcionales piezas de coleccionista hasta adornos y artículos fabricados en serie: un universo completo de fantasías infantiles. Eligió expresamente objetos mundanos para demostrar que la historia es un proceso que todo el mundo puede entender, ya que los recuerdos de generaciones enteras están relacionados con objetos de este tipo” (Petra Löffler)

domingo, 11 de enero de 2009

Secretos y mentiras (Secrets and lies, Mike Leigh, 1996)


La presencia de esta película en el Festival de Cannes de 1996 se saldó con un éxito más que notable, ya que salió de allí con la Palma de Oro y con el premio a la mejor actriz que se llevó Brenda Blethyn. Hasta ahora no había tenido la oportunidad de ver esta película y me parece que los dos premios, especialmente el segundo, son más que merecidos.

Mike Leigh da con Secretos y mentiras una lección magistral de cómo tratar los sentimientos humanos sin caer en el exceso, en el patetismo descontrolado, dejándonos una historia que camina por los caminos del melodrama con toques de comedia que ayudan a digerir una píldora de relaciones sociales, de secretos que tienen que salir a la luz, de mentiras que condicionan las vidas de los personajes, de la necesidad de tener algo a lo que agarrarse en el naufragio vital hacia el que todos parecen abocados, a excepción hecha de Hortense (Marianne Jean-Baptiste)


La película empieza con un funeral y se cierra con un cumpleaños, dos acontecimientos que marcan el inicio de la historia y su meta. A la muerte de su madre adoptiva, Hortense decide empezar el proceso que la lleve a encontrar a su madre biológica, que la abandonó nada más nacer en un hospicio sin llegar a saber si era niño o niña o que aspecto tenía. Esto tendrá su importancia ya que Hortense es negra y su madre una trabajadora blanca que vive en un suburbio industrial con su otra hija que tampoco conoce a su padre.

Cynthia (Brenda Blethyn) es la viva imagen de la derrota, una mujer de frágil equilibrio emocional que no logra tender puentes de entendimiento con su hija que también vive un momento de desorientación importante. Por otro lado, esta Maurice, hermano de Cynthia, casado con una mujer que sublima sus problemas en la decoración del hogar. Él fotógrafo empeñado en que sus retratados ofrezcan una sonrisa para inmortalizar un momento de falsa felicidad en un mundo en el que ésta no parece posible.


Con todo ello, Mike Leigh, un director inequívocamente británico, nos envuelve una historia de sentimientos, de encuentros, de personas que, de repente, tienen que enfrentarse con las verdades, con viejos pesos que les hundían los hombros que tendrán su punto culminante en una fiesta de cumpleaños que terminará siendo cualquier cosa menos una fiesta pero que servirá de catarsis y para que todos, por una vez, sean sinceros con sus sentimientos.

La sociedad que nos muestra el cineasta está cansada, ya no tiene fuerzas ni para fingir una sonrisa transformada en mueca, un mundo de personas que parecen haber nacido con un cansancio genético que les convierte en autómatas incapaces de darse un abrazo sincero o de decirse que se quieren.

viernes, 9 de enero de 2009

No al cierre de La Voz de Asturias


Hoy voy a romper la tradición cultural de este blog, para apoyar a los trabajadores del periódico asturiano La Voz de Asturias, que ven amenazados sus puestos de trabajo por una serie de decisiones empresariales que pueden dejar a la región sin una de las cabeceras más antiguas, con la consiguiente pérdida de pluralidad informativa, porque ya se sabe que cuando se cierra un periódico se está callando una voz, y eso nunca es un buen síntoma. 

Los trabajadores han puesto en funcionamiento una página en la que podéis encontrar más información al respecto: no cerréis la voz.

Aquí reproduzco el manifiesto que los trabajadores tienen colgado en esa página.

La falta de capacidad y de nuevas ideas que sirvan para superar la crisis a la que sus gestores han llevado al Grupo Z ha devaluado los activos del Grupo hasta unos límites inimaginables, tanto que el pasado 31 de Diciembre, estos gestores han presentado un ERE en el que fija el despido de 533 trabajadores en 26 de sus empresas –14 de ellos en La Voz de Asturias–. Para los que continúen habrá congelación salarial hasta finales de 2011 así como el drástico recorte de numerosos logros sociales y laborales recogidos en los actuales convenios colectivos.

Además, en el caso concreto de La Voz de Asturias, han puesto en venta la cabecera con el fin de obtener unos ingresos que sirvan para “la devolución de parte de la deuda contraída por el Grupo Z, ya que la cuenta de resultados es insuficiente para sufragarla”, según argumentan. Proponen cosas como un periódico con menos páginas, centrando su contenido mayoritariamente en la ciudad de Oviedo y olvidando el pasado histórico del periódico a nivel regional.

Los trabajadores de La Voz de Asturias denunciamos que de forma reiterada se nos ha negado información sobre ese proyecto y manifestamos que no solo es inviable, ni garantiza la continuidad de los puestos de trabajo, ni de la propia cabecera, sino que ello supone un atentado directo a la continuidad de un diario Regional que durante 85 años, día a día, ha sabido recoger, trasmitir e informar sobre los acontecimientos ocurridos en nuestra Asturias, a todos sus habitantes con quienes ha mantenido un compromiso diario, mucho mas allá de lo que estos gestores puedan llegar a entender.

Ante tales actuaciones pedimos tu apoyo a través de un sitio web habilitado para tal. La dirección es http://nocerreislavoz.wordpress.com. Queremos, entre todos, intentar hacerles entender lo que La Voz de Asturias significa para los asturianos, sobre su vocación regional y la exigencia de hacerles buscar unas nuevas vías que garanticen el futuro de este medio de comunicación y el de todos sus trabajadores.

jueves, 8 de enero de 2009

Y ya van dos

8 de enero. Una fecha que para la intrahistoria de este espacio tiene su importancia. Y es que esta particular botella lanzada al mar, ya lleva dos años de singladura. En todo este tiempo, ya ha visitado muchas playas, y espero que todavía le queden muchas más, y por el camino se ha ido encontrando con otros navegantes con los que ha establecido todo tipo de relaciones y de intercambios.

Aquello que nacía sin un rumbo claro, se ha ido consolidando y tomando cuerpo, y mientras estoy apagando las dos velas que ya estoy encendiendo la tercera.

Muchas gracias a todos los que os pasáis por este sitio y dejáis vuestra huella, y también a los que preferís un paso más discreto.

Hasta el infinito y más allá y que la fuerza nos acompañe. 

martes, 6 de enero de 2009

Los fabulosos Baker Boys (The fabulous Baker Boys, Steven Kloves, 1989)



Las mejores esencias vienen en recipientes pequeños. Eso es lo que uno siente cuando vuelve a ver Los fabulosos Baker Boys, una película pequeña, sencilla pero que contiene una esencia muy poderosa que se va liberando a ritmo de música de jazz y ambiente de club nocturno, mientras tres personajes buscan su particular motivación para seguir con un rumbo que no se sabe a dónde lleva.

Es la historia de la relación entre dos hermanos que llevan toda la vida tocando el piano juntos, y a los que la vida ha llevado a recalar en los clubes más desiertos de toda la ciudad, lugares convertidos en auténticos cementerios de un público apático, escaso y en decadencia. Eso obliga a Frank (Beau Bridges) y a Jack (Jeff Bridges) a replantearse la situación y a buscar una voz femenina, la de Suzie Diamond (Michelle Pfeiffer), lo que va a cambiar sus vidas, y no solo las musicales, de una manera dramática.

Frank es el cerebro del grupo, el que se ocupa de negociar los contratos, las actuaciones, y el que ve la música como el trabajo que le permite mantener su casa en las afueras, sus dos hijos y a su esposa, mientras que Frank arrastra la derrota como una sombra, parco en palabras y que siente como su vida se agota en cada nota. Suzie, por su parte, busca una salida a un oscuro pasado, y pone toda su belleza y sensualidad (que es mucha), y su alma, en cada canción.

Con ellos tres, el director va construyendo una historia en la que se dan la mano el romanticismo, los lados duros de la vida, el desamor, el cinismo, pero también la esperanza, la posibilidad de la redención, de subirse al autobús que les conduzca a nuevos lugares. Una película que oscila entre la oscuridad de los callejones de atrás de clubes de luces inciertas, y los interiores luminosos de hoteles de lujo, escenarios en los que se desarrollan relaciones tan humanas como la vida misma, con todas sus contradicciones y todas sus incertidumbres, sin perder un tono maduro, alejado totalmente de la moralina simple y fastidiosa.

Y es que el guión es espléndido, y la música es una protagonista más de una historia que tiene el punto de amargura justo. Una película que es más que la Pfeiffer embutida en un maravilloso vestido rojo, deslizándose por encima de un piano negro, mientras la vida está tocando con Frank, trasunto casi perfecto de aquel hombre del piano de la canción.



El hombre del piano. Ana Belén