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Amor, 1995. |
“Es un hecho que las
mujeres somos, a veces, crueles con las mujeres. ¿Por qué? Quizá por miedo a
ser crueles con los hombres. No sé. Todos somos crueles, los hombres, los
niños, los animales. Todos somos crueles en algún momento”.
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Chica con feto, 2005. |
“No, no he hecho arte
abstracto. Hace tiempo hice muchos collages que pueden parecer abstractos, pero
no lo son, eran collages que contaban historias. Luego lo dejé, y empecé a
hacer grandes cuadros figurativos. Siempre me ha gustado contar historias”.
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El jardín del interrogador, 2000. |
“No conozco a muchos
artistas contemporáneos que recurran a lo grotesco, pero todos los grandes
maestros del pasado lo han hecho. Fíjese en Goya, siempre hay algo grotesco en
su obra, y hay miedo. El miedo es algo muy presente para mí. Pero tiene que
tratarse de una historia verdadera, si no es un aburrimiento. Las historias
antiguas eran maravillosas. Además, son las historias con las que me he criado”.
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La Compañía de mujeres, 1995. |
“Cuando era niña, en
Portugal, las mujeres llevaban una vida tan difícil, tan dura, tan dolorosa en
aquella etapa del fascismo. El aborto no era legal, pero se producían abortos
continuamente, y era injusto, y me indignaba mucho. Hice una pintura sobre un
ángel vengador en la ilustración sobre el padre Amaro. El ángel final venía a
vengar a Amelia, a la que el cura deja embarazada y muere. Es algo muy triste.
Mucha gente abortaba y moría”.
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La prueba de ropa, 1989. |
“Uno no tiene que ir por
ahí disparando contra nadie. Podemos atacar al sistema a través de la pintura.
Si se tiene algo que decir, se dice a través de la pintura, aunque no siempre
se entiende. Por ejemplo, cuando hice la serie sobre los abortos en Portugal
[una serie de cuadros de protesta cuando se retiró la ley que permitía el
aborto a las diez semanas de embarazo] nadie se dio cuenta de lo que
significaban. Y los críticos se limitaron a decir que tenían colores muy
bonitos. Ahora que el aborto está legalizado, empiezan a entenderlo”.
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Oratorio, 2008-2009. |
“Venir a vivir aquí [a
Londres] fue fundamental para mí. En aquellos tiempos, Portugal era un país de
mentalidad estrecha, donde imperaba el fascismo, era muy difícil vivir allí.
Había una atmósfera de miedo y mi padre decía que me tenía que ir, que no era
un país para mujeres, y tenía razón. Me envió a Londres a terminar mis estudios
y luego a la Slade School of Art. Donde aprendí a dibujar”.
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Madre, 1997. |
“No me siento en absoluto
una triunfadora. Quiero decir que me encanta poder exponer mi obra en
diferentes países, pero no consigo hacer la obra que quiero hacer. No consigo
hacer cosas verdaderamente buenas. Pero sigo intentándolo y tal vez, en algún
momento, consiga hacerlo mejor”.
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“Proteger a la mujer. Me interesa lo físico y lo social, denunciar
las injusticias políticas y legales que padecen las mujeres, que en
algunos países son muchas y muy graves. Hablo del aborto o la ablación, por
encima de todo de comportamientos. Lo que propongo es tomar conciencia. Es el
arma que tenemos los artistas. Podemos atacar al sistema desde la pintura. Como
ella puedes amar y odiar, eres libre para reflejar cualquier cosa”.
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Nieva mientras juega con los trofeos de su padre, 1995. |
“En mi trabajo necesito la
violencia para dañar a la gente que odio. Puedes hacer cualquier cosa con la
imagen, a nivel creativo, devolver todo tipo de humillación y crueldad”.
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Las criadas, 1997. |
“Siempre hago hincapié en la experiencia vivida. Mi trabajo tiene
que ver con la persistencia y la suerte. De algún modo, siempre está la tiranía y la venganza. La gente que
tiraniza a otra gente. El que está arriba y el que está abajo. Los juegos de
poder. Lo que siempre busco es lo que la pintura puede devolverme; cómo se
pueden cambiar las cosas de manera radical”.
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La hija del policía, 1987. |
“Todo lo que hago está
relacionado con él [se refiere al dibujo]. De hecho, todo empezó con un lápiz,
a los 4 años. Recuerdo de manera especial un retrato a mi abuela con 9. Fue
ella quien me cuidó de pequeña. Su casa en Lisboa es con frecuencia el
escenario de mis historias. También trabajaba con el collage, me encantaba
cortar cosas. Le cortaba incluso los dedos de mis muñecas. Cortar era una manera de componer el cuadro,
y eso fue crucial para la pintura posterior. A finales de los 70 todo
cambió porque hubo un renovado interés por la pintura. Empecé con óleos y seguí
con acrílicos. Aunque el gran cambio vino a mediados de los 90, cuando empecé a
utilizar el pastel, que es casi igual que dibujar, uno ‘ataca’ el papel o la
tela, como con el lápiz. Es algo agresivo y tierno al mismo tiempo…”.