Power of ten. |
“Está cambiando el potencial de
la escultura”. Esa afirmación es de
Richard Serra, uno de los más grandes escultores contemporáneos, refiriéndose a
la figura de Sarah Sze (Boston, Estados Unidos, 1969) hija de padre arquitecto
con raíces chinas y madre maestra anglosajona.
The Uncountables (Encyclopedia). |
Desde los años 90, Sze ha venido
desarrollando un corpus artístico basado en instalaciones efímeras formadas por
elementos absolutamente cotidianos (botellas de agua, envases de aspirinas, bolsas
de té, flexos…) de esos que definen la huella que vamos dejando los seres
humanos en nuestro tránsito vital, al modo de reguero de desperdicios casi como
si no fuéramos capaces de aportar algo más a este lugar llamado mundo.
Untitled. Portable Planetarium. |
En una suerte de reciclaje artístico,
Sze reconvierte esos objetos de deshecho en obras de arte pensadas expresamente
para ocupar un espacio determinado, y esto es tan así que incluso antes de una
exposición puede llegar a demoler toda la obra que habían desarrollado en su
estudio después de notar la falta de encaje con el lugar.
The Triple Point of Water. |
Sus obras invaden paredes de
galerías, esquinas urbanas, paisajes urbanos, convertidos en unos lugares a los
que el espectador se incorpora dibujando improvisadas coreografías con sus
movimientos, su deambular en torno a las piezas en la necesidad de abarcar las
múltiples caras que ofrecen y de volver a reconocer un espacio que ya no es el
que conocía sino que ha sufrido un cambio profundo.
Everything That Rises Must Converge. |
Espacios reconfigurados de bordes
difuminados entre los conceptos clásicos de primer plano y segundo plano, de
transiciones entre uno y otro, disuelto en un nuevo espacio ilusorio, frágil,
desorientador y capaz de reflexionar acerca de la forma de representar el
paisaje.
Tilting Planet. |
La magia de lo efímero, el saber
que estamos disfrutando de un momento único, de una obra, al modo de una falla
valenciana, destinada a desaparecer dejando el único rastro de la memoria,
coloca a las instalaciones de Sze en un territorio próximo a un espectáculo
poético en función de una fragilidad equiparable a la del ser humano. Y es que
ahí delante de nosotros están objetos reconocibles, desechados, olvidados una
vez cumplida su misión, restos de nuestras propias vidas y de nuestros
naufragios.
Ahí están conviviendo en un
terreno fronterizo entre la escultura, la arquitectura, el paisaje y la línea.
En una entrevista en Artinfo, la propia artista comenta que “pienso en el
dibujo como líneas creadas en el espacio, en la página, en la pantalla, o
simplemente como algo mental y emocional para dar sentido o hacer llegar a
información”.
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