El duelo que tuvo que mantener el
director, elegido después del éxito que había obtenido con Duelo en la Alta
Sierra, con los productores y la Columbia, nos ha hecho llegar un reflejo
(todavía con bastante brillo) de lo que pudo haber sido una gran película y que
se ha quedado en una buena película. Desencuentro que hizo que el director se
desentendiera del montaje final y que incluso estuviera a punto de ser
despedido en pleno rodaje, situación solventada por Charlton Heston cuando se
ofreció a no cobrar parte de sus honorarios a cambio de que Sam Peckinpah siguiera
al frente del rodaje.
De todos modos nos queda la
historia de un mayor del ejército de los ya Estados Unidos (estamos con la Guerra
Civil recién terminada), al que un error táctico en la batalla de Gettysburg
condena a dirigir un penal militar que acoge a un buen número de soldados del
sur, entre ellos un viejo amigo, el capitán Tyreen (Richard Harris). Ambos
compañeros en West Point, con la guerra de por medio tomaron caminos distintos
que ahora se reencuentran.
Después de un ataque de un grupo
de apaches que termina con varios colonos muertos y el secuestro de tres niños,
Dundee decide formar una columna con “panzas azules” (así llamaban los del sur
a los militares del ejército del norte), soldados sudistas, varios soldados de
color, y toda una ralea de ladrones, borrachos y un pastor de almas, con el fin
de recuperar a los niños y matar al jefe de la partida apache refugiada en
México.
Desde el inicio se palpa una gran
tensión en el grupo, con los sudistas obligados a presentarse voluntarios como
forma de salir de la prisión y, en algún caso, escapar de la horca, ahora
obligados a pelear hombro con hombro con hombres que antaño eran sus esclavos,
y con el añadido del rencor entre los personajes de Heston y Harris, con viejas
cuentas pendientes a costa de un Mayor Dundee que siempre se ha movido por un
rígido sentido del deber que le hace parecer completamente inhumano.
Sólo tendrá Dundee un momento de
flaqueza, y la culpable será una mujer, momento que casi pone fin a la misión,
y eso marca el inicio de una decadencia moral que no termina de verse en toda
su intensidad en la película, seguramente debido a los cortes introducidos en
el metraje (en España además se recortaron otros tres minutos extra), lo que
obliga al espectador a hacer un auténtico salto acrobático para comprender
determinadas reacciones.
En el paisaje mexicano tan caro a
Peckinpah y al que volverá en títulos posteriores, se desarrolla un drama
humano, con una violencia en momentos más psíquica que física, que terminará
desembocando en una batalla final que decidirá la suerte de los protagonistas,
un poco al modo de Perros de paja, aunque con mucho menos dramatismo.
Buen western que los aficionados
al género disfrutamos, aunque no podamos evitar pensar que unos estudios
pacatos nos han dejado con la miel en los labios, y nos han escamoteado lo que
pudo haber sido una obra maestra.
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