Orson Welles dijo después de haber visto la cinta que era la mejor película antibélica que había visto nunca. Y hasta ese momento lo era, junto con Senderos de gloria de Stanley Kubrick, rodada en 1958. Película que Peckinpah tuvo que venir a rodar a Europa en un momento en el que su carrera estaba pasando un bache, y para la que tuvo carta blanca para hacerla a su gusto total, no como le ocurría en los Estados Unidos donde los productores siempre mutilaban sus películas, a pesar de éxitos como Grupo salvaje o La huida.
Película en sí misma original por cuanto que se nos muestra el horror de la guerra, sin ahorrarnos nada, a través de un pelotón de soldados alemanes y sus oficiales en el frente del este, en la inmensidad de la Rusia soviética. Soldados que no responden a ningún prototipo ario, soldados desarrapados, con uniformes prácticamente irreconocibles, con gorros con estrellas comunistas y defendiéndose con armas rusas. Una vez más, el director utiliza la cámara lenta para incidir más sobre el dolor, la muerte, la mutilación, la suciedad, incluso el bestialismo, para sacar a la luz todo lo que no se ve en la guerra que nos cuentan los telediarios.
Son soldados alemanes, pero pueden serlo de cualquier otro país. Personajes sin ideales que sólo luchan por mantenerse con vida, para lo cual deberán de enfrentarse no sólo a los rusos sino a sus propios camaradas, cuando los egoísmos personales se pongan por encima del valor de la vida humana, a unas alturas en las que la vida ya no vale nada, no importa un puñado de muertos más, no importa de que bando sean, de que bando provengan las balas y la metralla que humillen los cuerpos.
Son soldados alemanes, pero pueden serlo de cualquier otro país. Personajes sin ideales que sólo luchan por mantenerse con vida, para lo cual deberán de enfrentarse no sólo a los rusos sino a sus propios camaradas, cuando los egoísmos personales se pongan por encima del valor de la vida humana, a unas alturas en las que la vida ya no vale nada, no importa un puñado de muertos más, no importa de que bando sean, de que bando provengan las balas y la metralla que humillen los cuerpos.
Esa es la diferencia entre el sargento Steiner (James Coburn) y el capitán Stransky (Maximilian Schell). El primero es jefe de pelotón y se siente responsable de la vida de sus hombres, porque para él no hay más lealtad que la que tiene hacia los hombres bajo su mando. El pelotón es la familia y todos dependen de todos. Son personas arrastradas a una situación límite que no han buscado, en la que les han colocado los políticos y los generales, hasta el límite de no luchar más que por volver a casa, casa que ignoramos si tienen. No sabemos nada de su pasado, en un presente que no augura siquiera un futuro soportable.
El capitán Stransky es un militar y aristócrata prusiano, al que suponemos que sigue una tradición familiar de esas que llegan hasta la noche de los tiempos, y que decide dejar la tranquilidad de Francia para ir al frente oriental con el único fin de conseguir la Cruz de Hierro, un pedazo de metal al que da un valor incalculable, ya que si no regresara a casa sin ella no se vería con fuerzas para volver a mirar a la cara a su familia. Con tal de conseguir ese objetivo no dudará en sacrificar todo lo demás, y cuando Steiner se convierta en un escollo intentará eliminarlo como sea.
El capitán Stransky es un militar y aristócrata prusiano, al que suponemos que sigue una tradición familiar de esas que llegan hasta la noche de los tiempos, y que decide dejar la tranquilidad de Francia para ir al frente oriental con el único fin de conseguir la Cruz de Hierro, un pedazo de metal al que da un valor incalculable, ya que si no regresara a casa sin ella no se vería con fuerzas para volver a mirar a la cara a su familia. Con tal de conseguir ese objetivo no dudará en sacrificar todo lo demás, y cuando Steiner se convierta en un escollo intentará eliminarlo como sea.
Peckinpah consigue con el retrato que hace del pelotón de Steiner, que el espectador sufra con ellos, que desee fervientemente su salvación. Al director no le interesa en absoluto, y los que lo vemos tampoco, el contexto político, ni la época. Sólo está la guerra, y eso es más que suficiente. No son héroes ni cobardes, sólo personas a las que les ha tocada un bando y que lo único que quieren es sobrevivir en medio de una tristeza y una amargura que ni siquiera es posible ahogar en alcohol, ni se puede olvidar en los brazos de una mujer.
4 comentarios:
...mmmm...nosé....he visto un par de pelis...así de guerra...pero la verdad es que no son d mis preferidas.... es una realidad sip...pero nosé...
BESOTES ASTURIANO!! ESPERO ESTÉS BIEN!! CUIDATE!
Yo reconozco que me gusta el género bélico. En realidad me gustan las buenas películas sean del género que sean.
Un abrazo!
Esta es una de mis películas favoritas de la segunda guerra mundial junto a Stalingrado. Sin duda está tan alejada de los topicazos de victoria y heroicidad que hace que la dosis de realidad sea espectacular.
Muy buen análisis. Un saludo!
La mejor pelicula belica, hasta que salio salvar al soldado Ryan
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