El actor británico tiene uno de esos
rostros tallados por el tiempo y una de esas voces, que a fuerza de oírlas, ya
se ha convertido en familiar para todos aquellos que disfrutamos con el trabajo
actoral de este grande de la pantalla. Por eso cuando uno de estos días me
encontré por casualidad con Harry Brown, tuve claro que la única opción posible
era la de sentarme en el sofá a disfrutar.
Y lo hice a medias. Por un lado estaba el
gran Michael Caine que vuelve a dejar un personaje muy sólido, y, por otro, una
historia que no dejaba de sonar a conocida. A saber, un antiguo soldado de
élite, viudo y con una hija fallecida con 13 años, veterano de Irlanda de
Norte, habitante de un barrio conflictivo dominado por unos adolescentes
dedicados al tráfico de drogas.
Punto de partida que ya nos suena de
infinidad de historias, en las que se produce un detonante que convierte a
nuestro protagonista en uno de tantos habitantes del barrio pasivos ante lo que
ocurre alrededor, consentido al mismo tiempo por una policía incapaz de fijar
la ley y el orden en el barrio. Cuando su único amigo es asesinado, Harry Brown
decide tomar cartas en el asunto.
A partir de ahí se desarrolla una historia
del vengador solitario, de una policía atada por la ley a la hora de acusar a
los asesinos del anciano, y que no ve con malos ojos que un particular limpie
el barrio por su cuenta. De nuevo estamos ante la filosofía que justifica que
la gente haga justicia por si sola si el Estado y sus fuerzas del orden, son
incapaces de hacerlo sin llegar a profundizar en las razones que permiten que
eso ocurra.
De hecho cuando la policía se decida a
intervenir en el barrio se va a generar una serie de disturbios callejeros, una
suerte de guerrilla urbana que pone el barrio en auténtico pie de guerra
creando el caldo de cultivo necesario para plantear el final de una película
que arranca muy bien para luego meterse en un tono medio que si bien no llega a
despeñarse, tampoco nos deja grandes momentos y sólo al final nos regala una
metáfora visual muy apreciable.
Una más de justiciero veterano, que convive
con sus experiencias de lucha contra el IRA, personas que desde el punto de
vista de Harry Brown tenían razones para luchar, mientras que es incapaz de
comprender el por qué de la violencia de unos adolescentes que no tienen más
objetivo en la vida que la droga, y en la que lo mejor termina de ser el, una
vez más, sólido Michael Caine.
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