Lo que
tenía que ser un fin de semana romántico, petición de mano incluida, en un
entorno natural en las orillas de un lago que responde al nombre de Edén, y a
punto de ser arrasado por una urbanización de lujo, termina por convertirse en
una pesadilla violenta, llena de irracionalidad, de instinto de supervivencia y
de dolor, mucho dolor.
Película
inscrita dentro del subgénero “survival”, dentro del cine de terror, Eden Lake,
al margen de buenas dosis de tensión, bien rodadas a pesar de alguna trampa que
otra, deja en el aire varios temas de reflexión inquietantes, o quizá no tanto,
acostumbrados como estamos a asistir a los estallidos de violencia más
irracional prácticamente sin levantar una ceja.
¿Qué
convierte a un grupo de adolescentes en una jauría humana incapaz de sentir
respeto por nada?. Estamos ante un grupo de miembros que eso que los
anglosajones llaman “White trush” (basura blanca), o lo que es lo mismo,
representantes de la clase trabajadora marginal, de contextos familiares a lo
que parece fallidos.
Con
padres incapaces de afrontar lo que llamaríamos una paternidad responsable, esa
que ayuda a los niños a conocer los límites de su comportamiento, y con una
educación (seguramente el hecho de que la protagonista sea una maestra acosada
por los jóvenes), incapaz de romper los moldes fijados en la familia, a lo que
podemos unir un líder que se impone al grupo por medio de la violencia y que
tiene en el miedo la mejor de sus armas, para terminar de formar un cóctel
explosivo.
Jóvenes
que tienen más empatía con sus animales de compañía, en este caso un rottweiler
igualmente agresivo, que con sus iguales, tal vez porque los perros tienen esa
cualidad que tanto estimamos que es la capacidad de mostrar un amor y una
lealtad incondicionales, sin juzgar, sin imponer, liberados como están de la
mala costumbre que tenemos los humanos de juzgar a los demás con una ligereza
irritante.
Otro
punto para la reflexión es el que tiene que ver con el hecho de cómo reaccionan
las comunidades cuando llega un extraño a ellas, sea como nuevo residente o
como simple turista. Personas a las que se niega la capacidad siquiera de queja
cuando son objeto de una agresión por parte de un vecino nativo de esa comunidad,
como si la pertenencia fuera una especie de carta blanca para agredir al recién
llegado.
Algo
que se extienda al ámbito familiar cuando se tiende a disculpar los hechos
violentos o simplemente maleducados, de uno de sus miembros y cualquier intento
de comunicación al respecto se encuentra con una respuesta cuando menos hostil.
Y todo eso acaba llegando a la calle y la sensación de impunidad se extiende
como una mancha de aceite.
Más
allá del barro, de la suciedad, de la sangre, de la angustia, de la
violencia, Lago Edén dibuja una sociedad
que si no se ha roto ya, está al borde del abismo y lo que hay en el fondo no
es más que puro y duro salvajismo.
2 comentarios:
Trataremos de verla. Siempre me fío de tus recomendaciones.
Un abrazo.
Muchas gracias. Espero que no te decepcione :)
Un saludo!
Publicar un comentario