Oh, Padre Sol, Tú que con tus rayos sostienes
la apariencia e induces en los míseros mortales la ilusión
de cultivar sus cosechas, de engordar sus animales,
de recorrer los caminos como si llevaran a alguna parte,
Tú, que todo lo puedes porque tu materia incandescente
es la esencia última de la contingencia, ¡yo te invoco!
¡Retira tus rayos protectores y permite que se revele
el reino de las sombras y que los dioses funerarios
y en especial el ciego Caos escuchen mis conjuros!
¡Acude, Hécate, astro de la noche, y aplaca mi sed de
venganza!
He ceñido mi cabello con esta cinta que remeda
el contorno del pozo, su brocal,
porque el mundo es un pozo, un agujero oscuro
que se hunde en lo ignoto y del que se espera siempre
agua nutricia, pero que a menudo se seca y no ofrece sino
lodo,
ámbito de las culebras y los sapos, y ese pozo y su canal,
son también figura del tránsito que todos haremos
hacia la otra vida, no menos cierta que esta prisión
en la que nos arrastramos.
He cubierto mis hombros con ceniza, como es preceptivo,
y ya alzo la cuchilla que herirá mi brazo.
Mira mis venas desgarradas, como prenda ritual.
Oh, Hécate, mi sangre riega estas losas odiosas
que son testigo de mi desgracia,
y tiñe de rubor el rostro de sus caminos.
¡Que su sacrificio sea bastante
para que mis votos sean escuchados!
Mira esta prenda tejida por mi mano
durante todas las noches del pasado invierno.
Yo la hilé con sumo cuidado como ofrenda
de mi amor, de ese amor que ha sido escarnecido
por un vergonzoso adulterio. ¡Hazla tuya
y absorbe de esta hoguera,
altar sagrado ante el que oficio,
la fuerza destructora de sus llamas!
¡que como lenguas de un perro enloquecido
laman sin descanso las carnes de la infame
cuando, recibiéndola como un presente, se la vista!
¡Y que esta guirnalda de flores,
bellamente trenzada sobre una lámina de oro,
sea el cruel instrumento por cuyo medio
mi ira se vea aplacada!
¡Que los rayos de mi padre el Sol,
en ella reflejados,
incendien el tejido de este peplo finísimo,
la asfixien entre horribles chillidos
mientras el fuego derrite sus miembros
y sus cabellos se alzan flamígeros
como la antorcha de una boda!
la apariencia e induces en los míseros mortales la ilusión
de cultivar sus cosechas, de engordar sus animales,
de recorrer los caminos como si llevaran a alguna parte,
Tú, que todo lo puedes porque tu materia incandescente
es la esencia última de la contingencia, ¡yo te invoco!
¡Retira tus rayos protectores y permite que se revele
el reino de las sombras y que los dioses funerarios
y en especial el ciego Caos escuchen mis conjuros!
¡Acude, Hécate, astro de la noche, y aplaca mi sed de
venganza!
He ceñido mi cabello con esta cinta que remeda
el contorno del pozo, su brocal,
porque el mundo es un pozo, un agujero oscuro
que se hunde en lo ignoto y del que se espera siempre
agua nutricia, pero que a menudo se seca y no ofrece sino
lodo,
ámbito de las culebras y los sapos, y ese pozo y su canal,
son también figura del tránsito que todos haremos
hacia la otra vida, no menos cierta que esta prisión
en la que nos arrastramos.
He cubierto mis hombros con ceniza, como es preceptivo,
y ya alzo la cuchilla que herirá mi brazo.
Mira mis venas desgarradas, como prenda ritual.
Oh, Hécate, mi sangre riega estas losas odiosas
que son testigo de mi desgracia,
y tiñe de rubor el rostro de sus caminos.
¡Que su sacrificio sea bastante
para que mis votos sean escuchados!
Mira esta prenda tejida por mi mano
durante todas las noches del pasado invierno.
Yo la hilé con sumo cuidado como ofrenda
de mi amor, de ese amor que ha sido escarnecido
por un vergonzoso adulterio. ¡Hazla tuya
y absorbe de esta hoguera,
altar sagrado ante el que oficio,
la fuerza destructora de sus llamas!
¡que como lenguas de un perro enloquecido
laman sin descanso las carnes de la infame
cuando, recibiéndola como un presente, se la vista!
¡Y que esta guirnalda de flores,
bellamente trenzada sobre una lámina de oro,
sea el cruel instrumento por cuyo medio
mi ira se vea aplacada!
¡Que los rayos de mi padre el Sol,
en ella reflejados,
incendien el tejido de este peplo finísimo,
la asfixien entre horribles chillidos
mientras el fuego derrite sus miembros
y sus cabellos se alzan flamígeros
como la antorcha de una boda!
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