Una sencilla película bélica. Así me atrevería a resumir el contenido de esta premiada coproducción marroquí, francesa, belga y argelina, en la que se nos cuenta la historia de un olvido. El que sufrieron las tropas coloniales francesas que lucharon por la liberación de una patria que no era la suya y a la que ni siquiera conocían, durante la Segunda Guerra Mundial.
Película sencilla desde distintos puntos de vista, pero no por ello menos interesante, al margen de un final claudicante que está a punto de estropear todos los minutos anteriores. Lo que cuenta y la forma que tiene de contarlo huye de todo alarde espectacular, no busca que el espectador sufra con los protagonistas las agonías propias de una guerra con grandes batallas y mostrándonos la miseria tan de cerca que parece que nos va a salpicar la sangre a la cara.
Aquí los miedos, las angustias, se nos muestran en pequeñas conversaciones, en esporádicos estallidos de violencia que termina por ser contenida, pequeños descubrimientos que nos hacen entender las motivaciones de algunos personajes para actuar de la manera que lo hacen. Tampoco las escenas bélicas son tremendas, sino que se mueven dentro de un terreno casi tan austero como la aridez de la colina en la que reciben el bautismo de fuego.
Tropas coloniales marroquíes y argelinas, que después de foguearse en Italia, pasan a luchar en Francia, el suelo de una metrópoli al fin desagradecida, capaz de ignorar el sufrimiento de los que mueren por ella tan solo por el hecho de venir de lugares lejanos, de colonias donde los hombres sólo son buenos para morir pero no para recibir agasajos o merecidas recompensas, llevándose a cambio el desprecio y el olvido.
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