Dentro del ciclo Festival de la palabra que se celebra en el Teatro Jovellanos de Gijón, el pasado viernes 24, le tocó el turno a la mejicana Astrid Hadad, acompañada por el cuarteto Los Tarzanes.
Astrid es una peculiar cantante azteca que utiliza los ritmos tradicionales de su país, para decir todo lo contrario de lo que se suele cantar en las rancheras o en los corridos, con unas letras irónicas, que ponen en cuestión algunos de los aspectos que más definen a aquel país, especialmente el machismo. Todo ello cocinado en una mezcla con ritmos de jazz, tango o rap, fundamentalmente, que le da un aire en ocasiones desbocado al espectáculo.
Concierto siguiendo esquemas de números de cabaret (aunque las comparaciones con Edith Piaf o Janis Joplin me parecen totalmente fuera de lugar), con excesivos cambios en un vestuario barroco, exagerado, colorista y unos sombreros que harían las delicias de las damas asistentes al derby de Ascott. Todo ello adornado con comentarios irónicos, especialmente centrados en el sexo.
En definitiva, un espectáculo irregular, donde destacó con luz propia la saxofonista, a la que se le notaba y para bien, su condición de músico de jazz.
Para la próxima ocasión, alguien debería de explicar a los asistentes, que el hecho de que el ciclo de conciertos lleve el título de Festival de la palabra, eso no es patente de corso para que el "respetable" se pase todo el concierto hablando con el/la vecino/a de asiento, no importando en absoluto si se molesta al resto de los espectadores o no, en una total falta de educación y de respeto a los forzados compañeros de aforo. Y de los móviles ya ni hablamos.
Astrid es una peculiar cantante azteca que utiliza los ritmos tradicionales de su país, para decir todo lo contrario de lo que se suele cantar en las rancheras o en los corridos, con unas letras irónicas, que ponen en cuestión algunos de los aspectos que más definen a aquel país, especialmente el machismo. Todo ello cocinado en una mezcla con ritmos de jazz, tango o rap, fundamentalmente, que le da un aire en ocasiones desbocado al espectáculo.
Concierto siguiendo esquemas de números de cabaret (aunque las comparaciones con Edith Piaf o Janis Joplin me parecen totalmente fuera de lugar), con excesivos cambios en un vestuario barroco, exagerado, colorista y unos sombreros que harían las delicias de las damas asistentes al derby de Ascott. Todo ello adornado con comentarios irónicos, especialmente centrados en el sexo.
En definitiva, un espectáculo irregular, donde destacó con luz propia la saxofonista, a la que se le notaba y para bien, su condición de músico de jazz.
Para la próxima ocasión, alguien debería de explicar a los asistentes, que el hecho de que el ciclo de conciertos lleve el título de Festival de la palabra, eso no es patente de corso para que el "respetable" se pase todo el concierto hablando con el/la vecino/a de asiento, no importando en absoluto si se molesta al resto de los espectadores o no, en una total falta de educación y de respeto a los forzados compañeros de aforo. Y de los móviles ya ni hablamos.
2 comentarios:
Me quede con las ganas de ir a verla, pero el trabajo manda por lo que este año tan sólo he visto a drexler de todo el festival de la palabra...
Hola Tania, bienvenida. El concierto la verdad es que mereció la pena después de todo, más que nada como forma de ver como rompía los tópicos musicales mejicanos. Astrid tiene página web aunque a mí no me parece muy allá. Seguro que con Drexler te lo pasaste bien en compensación.
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