martes, 5 de mayo de 2015

Habib Koyté: “Tengo curiosidad por todas las músicas del mundo pero yo hago música en Mali”



“En mi país tenemos muchos tipos de ritmos y melodías. Muchos pueblos y comunidades tienen su propio tipo de música. Normalmente los músicos malienses sólo interpretan su propia música tradicional, excepto yo, yo viajo a cualquier lugar. Mi trabajo es tomar todas esas tradiciones, extraer algo de ellas, para luego utilizarlas en mi música”.
Estamos ante uno de esos grandes virtuosos de la música salidos del continente africano, un espacio geográfico de enorme diversidad y que, al menos eso dicen los que conocen bien el continente especialmente en la parte subsahariana, alberga en su interior una enorme riqueza humana y, por lo tanto, cultural y, como no, musical.


Habib Koité es de Mali, un país de otros grandes músicos como el caso de Toumani Diabate o Kélétigui, por citar solo dos. Un virtuoso de la guitarra de la que tan pronto saca sonidos propios de una escala pentatónica, como se acerca a ritmos occidentales como el blues, el jazz, e incluso el flamenco. Tal es la riqueza de la combinación musical que ha llevado a Koité a hacerse un hueco en el panorama musical mundial, gracias también a una personalidad creativa ciertamente única.


Crecido en una familia con 17 hermanos, la afición musical parece que la heredó de su abuelo paterno, intérprete de un instrumento de cuerda tradicional de su país, y de su madre, una cantante que prestaba su voz en todo tipo de ceremonias sociales (nacimientos, bodas, fallecimientos), y a la que empezó a acompañar.


De la mano de uno de sus tíos que estuvo atento a la afición musical de su sobrino, fue como puedo entrar en una escuela superior en la capital del país, Bamako, y empezar un camino que le llevaría primero a ser profesor en la escuela y, algo después, a fundar su propio grupo Bamada (mote con el que se conoce popularmente a los habitantes de Bamako), e iniciar una carrera que le ha llevado a tocar en todos los grandes festivales mundiales.
Si bien al principio, los críticos musicales europeos y norteamericanos, le compraban con otros guitarristas excepcionales, caso de Jimmy Hendrix, hasta ser reconocido por sí mismo y por su peculiar forma de fusionar la música de su país con los ritmos occidentales, entrando de lleno en la corriente etiquetada como músicas del mundo.
Koité ha explicado alguna vez que “realmente nunca nadie me enseñó a cantar o a tocar la guitarra. Yo veía a mis familiares y así fue como me fui sumergiendo en ese mundo”. Un mundo que le ha llevado a crear una suerte de música panmaliense, si se me permite la expresión, en tanto en cuanto ha ido tomando elementos de las diferentes tradiciones musicales de su país, algo que es muy evidente en su último disco hasta el momento, Soô, palabra que se utiliza para aludir de forma simbólica al corazón, “al centro de tu vida, el corazón de la vida. Es el lugar donde está tu familia, el lugar donde están tus viejos amigos, el lugar del que conoces el clima. Todo eso es lo que significa soô. Tu dulce hogar. El lugar donde la vida cobra sentido".


miércoles, 29 de abril de 2015

Día Internacional de la Danza

Carmen Amaya, Valeska Gert, Suzushi Hanayagi, Michael Jackson…danza inclasificable. Yo no podría descifrar sus estilos de baile… los veo como turbinas generadoras de energía y esto me hace pensar en la importancia de la coreografía sobre esa misma energía del que baila.
Seguramente lo importante no es la coreografía, sino precisamente esa energía, el torbellino que provoca. Imagino una bobina tesla atrayéndolos a todos y emitiendo un rayo sanador y provocando una metamorfosis en los cuerpos: Pina Bausch como mantis religiosa, Raimund Hoghe convertido en escarabajo pelotero, Vicente Escudero en insecto palo y hasta Bruce Lee en escolopendra.

Bailé mi primer dúo con mi madre, embarazada de 7 meses. Puede parecer una exageración. Aunque casi siempre bailo solo, imagino que me acompañan fantasmas que hacen que abandone mi papel de “bailaor de soledades”. No querría decir Didi-Huberman: de soleares.

De pequeño, no me gustaba el baile, pero era algo que salía de mí de una forma natural y fácil. Casi instintiva. Con el tiempo me di cuenta que el baile curaba, me hacía efecto, casi medicinal, me ayudó a no ser tan introvertido y a abrirme a otras personas. He visto la imagen de un niño enfermo de ébola curándose a través de la danza. Se que es una superstición, pero, ¿sería eso posible?

Después, el baile, acaba convirtiéndose en una obsesión que consume mis horas y que hace que baile hasta cuando me quedo quieto, inmóvil, apartándome así de la realidad de las cosas. No sé si esto es bueno, malo o necesario pero… así es. Mi hija Milena, cuando estoy quieto en el sofá, pensando en mis cosas, con mi propio runrún, me dice: papi, no bailes.
Y es que veo a la gente moviéndose al andar por la calle, al pedir un taxi, al moverse con sus diferentes formas, estilos y deformidades.


¡Todos están bailando! ¡No lo saben pero todos están bailando! Me gustaría gritarles: ¡hay gente que todavía no lo sabe!, ¡todos estamos bailando! , ¡los que no bailan no tienen suerte, están muertos, ni sienten ni padecen!.
 Me gusta la palabra fusión. No como palabra de marketing, confusión para vender un determinado estilo, una marca. Mejor fisión, una mezcla atómica: una coctelera con los pies clavados en el suelo de Juan Belmonte, los brazos aéreos de Isadora Duncan y el medio cimbreo de barriga de Jeff Cohen en Los Goonies.
Y con todos estos ingredientes hacer una bebida agradable e intensa, que esté rica o amarga o se te suba a la cabeza. Nuestra tradición también es esa mezcla, venimos de un coctel y los ortodoxos quieren esconder su fórmula secreta. Pero no, razas y religiones y credos políticos, ¡todo se mezcla! , ¡todos pueden bailar juntos!. Quizás no agarrados, pero sí unos al lado de los otros.

Hay un antiguo proverbio chino que dice así: el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo. Cuando una mosca levanta el vuelo en Japón, un tifón sacude las aguas del Caribe. Pedro G Romero , después de un aplastante baile por sevillanas, dice: el mismo día que cayó la bomba en Hiroshima, Nijinsky repitió su gran salto en un bosque de Austria. Y yo sigo imaginando: un latigazo de Savion Glover hace girar a Mikhail Baryshnikov. En ese momento, Kazuo Ono se queda quieto y provoca una cierta electricidad en María Muñoz que piensa en Vonrad Veidt y obliga a que Akram Khan provoque un terremoto en su camerino: se mueven sus cascabeles y el suelo se tiñe con las gotas cansadas de su sudor.

Me gustaría poder dedicar este Día Internacional de la Danza y estas palabras a una persona cualquiera que en el mundo esté bailando en este justo momento. Pero, permitidme una broma y un deseo: bailarinas, músicos, productores, críticos, programadores, demos un fin de fiesta, bailemos todos, como lo hacía Béjart, bailemos a lo grande, bailemos el Bolero de Ravel, bailémoslo juntos.