Desierto de Sonora, 1979. |
Pararse
a mirar una imagen tomada por la mexicana Graciela Iturbide es como quedar
atrapado en una tela de araña. Imposible dejar atrás las sensaciones que le
quedan a uno grabadas con cada una de sus fotografías a medio camino, dicen los
críticos, entre lo documental y lo poético.
El baño de Frida, 2006. |
Yo más
bien me quedaría con lo poético, porque es cierto que Iturbide tiene una forma
de mirar en la que prima la ternura, el acercamiento sincero al retratado o al
paisaje, o al elemento natural, a lo que quiera que sea lo que inmortalice en
sus fotografías. Un acercamiento intenso, verdadero, casi como si acariciara el
momento, el lugar, a la persona.
El rapto, 1986. |
Última
de 13 hermanos, de padre aficionado a la fotografía, casada a los 20 y con tres
niños a los 23, no fue hasta el fallecimiento de una hija de seis años por
enfermedad y el divorcio, que empezó a realizar estudios superiores, primero en
el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y luego en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nuestra Señora de las Iguanas, 1979. |
A
partir de ahí empezará a recorrer el país y a reflejar la riqueza cultural del
mismo, potenciada por la persistencia de rituales milenarios, de una relación
con la naturaleza anclada en lo más antiguo del mundo, de unas formas de vida
peculiares, de unas mujeres de Juchitán que son las que rigen los destinos de
sus comunidades y tienen un grado de independencia respecto del hombre muy raro
en el resto del país.
Pájaros. |
En esa
relación con el medio no sólo el natural, sino también el íntimo, el más
personal, el que tiene que ver con los rituales, con las formas culturales
definitorias de cada comunidad, de la relación planteada entre los sexos, en
definitiva, de los rincones que nos definen de forma particular a cada uno,
están la fuente de inspiración de Iturbide.
La niña del peine, 1979. |
Un
acercamiento que la propia fotógrafa define de esta manera: “En el mundo hay
fotógrafos que roban las imágenes, sin jamás establecer un contacto. Hay
que dar para recibir. No se puede andar por ahí tomando imágenes sin retribuirlas
de alguna manera”.
Señor de los pájaros, 1984. |
Y
añade: “Lo que me interesa lograr con la fotografía es evidenciar la dignidad
del ser humano en cualquier circunstancia. Nunca me ha interesado, por ejemplo,
fotografiar la pobreza por la pobreza misma. Lo que sí me importa, y mucho, es
fotografiar a los seres humanos a partir de una visión poética. Probablemente
es la poesía del ser humano, de la vida, del mundo, de los paisajes, de los
objetos, lo que más me interesa”.
Ciudad de México, 1969. |
Y para
rematar: “Captar a la gente a través de la cámara era una manera de establecer
una complicidad con ellos, una forma de llegar a conocer su cultura, sus
leyendas, sus costumbres. Al penetrar en otra cultura a través de la
fotografía, comencé también a descubrirme a mí misma. He trabajado como
fotógrafa en muchos lugares del mundo y siempre encuentro que mi oficio no tan
sólo me permite ahondar en el ser humano, sino que también me ha ayudado a
ampliar mi comprensión sobre la vida y sobre muchos aspectos de mí misma”.
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