No sé si es que todavía estoy bajo el influjo de la lectura del libro
El cine según Hitchcock firmado por François Truffaut, un libro absolutamente
imprescindible para los amantes del cine en general y del realizado por el mago
del suspense en particular, pero lo cierto es que en las dos temporadas de esta
serie danesa he tenido muchas veces la sensación de que el espíritu del británico
está detrás de esos primeros planos de los rostros, las miradas principalmente,
de los personajes, de la recreación en algunos detalles concretos por momentos
determinados, y en esas personas más o menos corrientes que se ven afectadas
por un acontecimiento que va a truncar sus vidas y les va a convertir en
personajes a su pesar, del drama.
E incluso en la presencia de alguna ocasional falta de verosimilitud,
creo yo que buscada, para hacer avanzar la acción, al modo de cómo sir Alfred
entendía el cine un arte en el que no todo tiene que ser explicado de forma
clara al espectador, sino que hay elementos que necesariamente hay que
sacrificar sin ningún remordimiento aún a pesar de la opinión de los “verosímiles”,
como Hitchcock denomina a los que criticaba su falta de verosimilitud en
determinados momentos. Eso sin dejar de lado el asunto del falso culpable tan
caro al director británico y que en Forbrydelsen se pone muy de manifiesto.
Dicho esto y después de haber dejado ya expuesta mi opinión acerca de
una primera temporada realmente magnífica, añado que la segunda no me ha
parecido a la misma altura dramática especialmente. No se produce esta vez el
mismo nivel de implicación emocional con la travesía sentimental de unos
personajes que se ven colocados en situaciones extremas en las tres líneas
narrativas que nos vuelve a ofrecer la serie.
Esta vez se trata de una decena de capítulos dedicados a desentrañar
el asesinato de los miembros de un pelotón del ejército danés que parece estar
implicado en una matanza en Afganistán. El jefe de policía, Brix, mandará
llamar a una Sarah Lund “desterrada” en la policía de fronteras para que eche
una mano en las investigaciones que se ponen en marcha.
Policía, ejército y política, con una actuación al menos oscura de algún
miembro del gabinete ministerial, se cruzan en una trama que se deja ver con
interés, con un final de cada capítulo que le dejan a uno las ganas de ver
inmediatamente el siguiente y en los que el personaje de Sarah Lund es la
piedra angular de todos ellos, esta vez algo peor acompañada que en la
temporada precedente.
De hecho es Lund el personaje con el que más podemos llegar a sentir
empatía, viendo de nuevo su misantropía, su incomodidad hacia todo lo que sean
las relaciones personales, un personaje que parece condenado a moverse siempre
entre tinieblas, en noches de persecución al borde de lo fatal y en subterráneos
al límite de la explosión. La situación personal de Lund llegará esta vez a un
punto de no retorno que nos hace pensar, al menos a mí, que para ella no hay
posibilidad de salvación y los que hayan visto la serie creo que entenderán a
lo que me estoy refiriendo.
Parece ser que en Dinamarca se estrenará la tercera temporada, esta
vez ambientada en el mundo de las finanzas, el próximo mes de septiembre, así
que habrá que esperar un poco para seguir caminando al lado de Lund sin decir
nada, solo en silencio, sin un gesto apenas y dejando que su mirada nos vaya
llevando hacia el camino de un bien teñido de mal.
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