Aunque su nombre pudiera hacernos
sospechar otra cosa, la realidad es que estamos ante una personalidad nacida en
la ciudad alemana de Leipzig en 1943, es decir, en plena Segunda Guerra Mundial
y por ello formará parte de esa generación conocida como “niños del sótano”, en
alusión a una infancia pasada en los refugios antiaéreos para escapar de las
bombas de los aliados.
Su fallecimiento en las Islas
Maldivas en 1977 está inmerso en la incógnita y si unos aluden a
“circunstancias misteriosas” otros aluden vagamente a un “fallo cardiaco”, y no
falta quien piense en un suicidio “con los barbitúricos que tomaba para
intentar dejar el alcohol, por culpa, según dicen, de una historia de desamor”,
como señala Jaume Vidal. Sea como fuere ese hecho luctuoso truncó una carrera
artística que estaba en el momento creativo más fecundo.
Una vez finalizada la guerra, el
joven que por aquel entonces respondía al nombre de Peter Heisterkamp, como así
lo había bautizado la familia que lo adopta al poco tiempo de su nacimiento,
inicia sus estudios artísticos en lo que será uno de los epicentros artísticos
más potentes de Alemania. Allí podrá seguir las enseñanzas de Joseph Beauys y
conocer a figuras clave del arte contemporáneo como Sigmar Polke o Gerhard Richter, entre otros.
Será en esa academia en la que un
compañero reparará en el parecido físico entre Heisterkamp y el mafioso
norteamericano Blinky Palermo, promotor del boxeador Sonny Liston. Desde ese
momento, era el año 1964, nuestro protagonista adoptará el nombre del mafioso.
Entrando ya en el apartado
propiamente artístico, la obra de Palermo si tiene algo es una presencia que no
podemos eludir, casi como si fuera un grito de afirmación de la propia
personalidad del artista, como si quisiera obligarnos a ser conscientes de su
presencia. Eso dentro de una contención que le acerca a postulados
minimalistas.
Su personalidad artística se
desarrollará a través de la pintura, hasta el punto de que algunos de sus
compañeros de profesión, le considerarán un artista reaccionario por esa
defensa de las capacidades expresivas de la pintura. Sin hacer caso a esas
críticas, Palermo buscó los medios para expandir la pintura, utilizarla como
vehículo para transformar el espacio y llegar a convertirla en un elemento más
de ese espacio, siguiendo enseñanzas del constructivismo o el neoplasticismo.
Son obras profundamente
abstractas, son pinturas-objeto que en ocasiones llegan a convertirse en
instalaciones que plantean un conflicto entre la representación y la mirada del
espectador a la búsqueda de una nueva forma de relación entre obra y público.
Así genera unas obras en las que
se pueden ver formas geométricas simples que crecen y cobran importancia en su
simplicidad, un terreno en el que Palermo se movió durante toda su vida. Otras
veces serán las conocidas como pinturas de tela, que realiza entre 1966 y 1972,
en colaboración con su mujer. Se trata de trozos de tela monocromos que “se
convertían en experiencias que trascienden su cualidad objetual. Colocadas
verticalmente, a apenas un palo del suelo, subvierten el carácter decorativo de
la pintura”, en palabras de Ángela Molina.
Gran enamorado de Norteamérica,
tiene otro conjunto de obras que remiten a las obras de Rothko y de Barnett
Newman.
2 comentarios:
Interesante, muy interesante...
La definición tuya de mis cestas de la sorpresa, me ha encantado.
Abrazos.
La foto la verdad es que era muy sugerente y escribí sin pensar, lo que me surgió al verlas. Buena foto, por cierto.
Un abrazo!!
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