Fue su padre, un ingeniero librepensador quien en contra del criterio de su muy religiosa esposa, quien animó a su hija, al ver la facilidad que tenía para el dibujo, para que intentara el ingreso en la madrileña Academia de San Fernando en el año 1924. Al conseguir que la admitieran en esa prestigiosa escuela, Remedios Varo se convirtió en una de las pocas mujeres en estudiar en ella.
Algo de ese racionalismo matemático de los diseños de su padre, y el misticismo de su madre, se dan la mano en la obra posterior de Varo, para entrar a formar parte de un universo creativo muy definido, que entronca con las raíces del surrealismo junto a elementos mistéricos procedentes de la alquimia, el tarot o la cábala, sin dejar de lado el estudio de la naturaleza.
Con su primer marido, Gerardo Lizárraga, al que había conocido en la academia, hará un primer viaje a París que durará un año. Con ser importante esa estancia en su obra, lo es aún más la que hará con el poeta Benjamín Peret, después de haberse divorciado de su marido, y en plena guerra civil española. En esa segunda estancia entrará en contacto con el grupo surrealista francés que dirige André Breton, y conocerá a Miró, Arp, o Paul Eluard, entre otros, e incluyendo a la pintora Leonor Carrington, con la que desarrollará una profunda amistad.
En 1941, con el yugo nazi sojuzgando Francia, el gobierno de Vichy recluirá a Peret y a Varo en un campo de concentración, del que lograrán salir rumbo a México, país que ya se convertirá en su lugar de residencia permanente y donde desarrollará toda su fuerza como pintora.
Eso será también gracias a su segundo marido, el refugiado político austriaco, Walter Gruen, quien la anima a dejar su faceta de ilustradora y cartelista publicitaria, para dedicarse de lleno al mundo de la pintura que ya no abandonará hasta su prematuro fallecimiento, por un paro cardiaco, en 1963.
En la obra pictórica de Remedios Varo, a la que se considera como una de las grandes representantes del surrealismo mexicano tardío, nos encontramos con elementos que nos suenan, que en nuestra mente hacen resonar ecos de algo visto en alguna parte, pero que se nos escapa, no terminamos de asociarlo a ninguna imagen fija. Y es que los ecos de Brueghel, de El Bosco, de Giotto, y, claro está, de los surrealistas, se pueden escuchar de una forma muy clara.
Como me parece a mí que Josefa Zambrano Espinoza, en el artículo Lo mágico, enigmático y místico en el arte de Remedios Varo, lo dice mucho mejor que yo, le tomo prestado este párrafo: “El lenguaje visual de Remedios Varo ilumina con su color y su magia la posibilidad de acceder a una realidad más allá de la cotidiana; de transportarse a fantásticos mundos en los cuales los hombres se transmutan en gatos, porque de ellos será el paraíso; las mujeres viajan en extrañas barcas o alimentan con puré de estrellas a la luna o reciben llamadas para ascender a otros planos de la existencia; los juglares hacen malabarismos con la piedra filosofal; las naturalezas muertas resucitan y en las nubes la Jerusalén celestial gira sin detener jamás su movimiento.”
4 comentarios:
Pintura muy personal la de esta artista, con influencias de la pintura metafísica (el geometrismo renacentista y cosas o personas colocadas fuera de su lugar habitual), así como el surrealismo figurativo (tipo Dalí y Magritte) están presentes en su obra, que le da un caracter muy original y críptico. Un cordial saludo, Alfredo.
Son muchas las cosas que se reúnen en la obra de esta pintora que hizo su carrera en México, como muy bien has puesto de manifiesto.
Un abrazo!!
Genial resultado. Buena combinación: matemáticas, misticismo, México.
Impactante creatividad que conmueve.
La imagen de la sombra y la sombra que es imagen, me fascina.
Bueno...me fascina todo!!
Un abrazo.
Con muchos elementos diferentes crea un universo muy particular, esotérico, simbólico y muy rico.
Besos!!
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