domingo, 26 de diciembre de 2010

Antony Gormley (Londres, Reino Unido, 1950)


No es baladí el hecho de que este escultor británico antes de dedicarse de lleno al mundo del arte, pasara por estudios de Antropología, Arqueología, e Historia de Arte, además de pasar tres años en India y Sri Lanka introduciéndose en los misterios de la meditación budista.

Y es que todo eso aparece reflejado en esos trasuntos de seres humanos levantados en hierro, plomo o un tipo de resina, que forman la parte más visible de la obra de Antony Gormley. Unos personajes que en ocasiones se aparecen a los transeúntes, como el caso de obras diseñadas para Londres o Nueva York, a pie de calle, hieráticos, de presencia rotunda, asomados incluso a los aleros de los tejados dejando la ciudad a sus pies como kurois que hubieran salido de una excavación en la Grecia arcaica.


Son “formas corpóreas que son a la vez figurativas y abstractas, reales e imaginarias, sólidas y etéreas”, como bien se puede leer en arteselección, y con las que Gormley quiere que nos relacionemos, que las miremos, las rodeemos, establezcamos un vínculo con ellas porque, al fin y al cabo, pretenden ser representaciones de humanos vistos desde dentro, es decir, la idea que del ser humano tiene el artista en su interior en una suerte de presencia externa de una imagen interna.

Figuras que si bien en ocasiones tienen una corporeidad manifiesta, en otros casos aparecen definidas por medio de varillas muy finas, soldadas entre sí, que les dan un aspecto enormemente frágil en unos casos, mientras que en otro parecen estar explosionando. Se genera así un triángulo entre sujeto, objeto y espacio en el que el artista investiga acerca de cómo nos movemos, cómo nos relacionamos con el espacio, con las personas que nos rodean y, en última instancia, con nosotros mismos.


Ramón Esparza escribe: “La reflexión sobre la condición humana, la relación entre escultura y arquitectura y los espacios que genera, la preocupación por una trascendencia laica y los ecos de su formación en antropología y arqueología. La de Gormley es una escultura que gira alrededor del concepto de límite -los del cuerpo, los del espacio en el que se muestran sus esculturas- y su ruptura: la explosión y la implosión.”

Otras veces de las figuras lo único que nos llega es la huella que han dejado sobre montones de pan de molde, como si se tratara de un hallazgo arqueológico, y esa huella de una presencia que ya no es no puede por menos que hacernos pensar sobre la fragilidad de nuestra existencia y de nuestra presencia en el mundo.

“Pienso en el cuerpo como un objeto, no como un lugar. Trato de evocar lo que significa vivir en el otro lado de la apariencia, detrás de nuestras caras, en el interior de nuestras pieles”. “Mis trabajos aceptan su propia redundancia y su silencio. Son, simplemente, recuerdos”. Dos frases del propio artista con las que cierro este artículo.

2 comentarios:

PACO HIDALGO dijo...

El expresionismo más hondo está presente en las formas de Gormley. Impresiona ver esos cuerpos tumbados o colgando literalmente del techo. Me gusta este tipo de escultura. Que tengas un excelente final de año y mejor inicio. Un abrazo.

Alfredo dijo...

En ocasiones también tienen algo de minimalistas estas figuras humanas que dejan a la vista su esencia más honda. Buen 2011 para ti también.

Saludos!!