Mensaje internacional 2007
Muy joven descubrí el amor por el mundo fascinante del teatro. Pude entender y aprovechar su verdadera esencia cuando empecé a crear, dirigir y actuar en una obra teatral de carácter político que provocó la cólera de las autoridades de la época. Confiscaron todo lo que se encontraba en el teatro, y procedieron a su cierre ante mis propios ojos. El espíritu del teatro que vivía en mí no tenía otra elección, frente a los soldados armados, que la de refugiarse y aferrarse a mi conciencia. En ese momento comprendí la fuerza y el poder del teatro frente a quienes no toleran la opinión de los otros, y aprendí, con certeza, el papel grave e importante que el teatro puede desempeñar en la vida de los pueblos.
Durante mis años de estudiante universitario en El Cairo, la escena penetró en lo profundo de mi conciencia y echó raíces, leí todo cuanto se escribía sobre el teatro y tuve ocasión de asistir a los espectáculos más diversos. Este descubrimiento profundizó en años posteriores, y hoy el teatro continúa interesándome de manera general.
He aprendido, a través de mis lecturas desde la antigua Grecia hasta nuestros días, la magia potencial que el mundo del teatro contiene y su capacidad para descubrir las profundidades del alma humana y revelar sus misterios. El teatro constituye un factor de unificación de los seres humanos, y el hombre puede, a través de él, llenar el mundo de amistad y abrir horizontes de diálogo entre los pueblos, sin distinción de raza, color o creencia. Ha sido para mí un factor suplementario para aceptar al Otro tal cual es. He comprendido también que el bien unifica a los seres humanos y que el mal los separa.
Las guerras que han golpeado a la humanidad desde los viejos tiempos han encontrado profundas justificaciones en las intenciones maléficas que no saben apreciar la belleza. Y la belleza perfecta sólo se encuentra en el arte del teatro, recipiente que contiene todas las bellas artes. El que no saborea la belleza no puede apreciar el valor de la vida; y el teatro es la vida.
Necesitamos hoy rechazar las guerras, absurdas en todas sus formas, y las discrepancias dogmáticas que flagelan, en ausencia de un freno moral, los espectáculos de violencia y asesinatos ciegos que van a sumergir al planeta en un mundo siniestrado por epidemias endémicas o los problemas de desertización y sequía. Todo ello es causado por la ausencia de un diálogo auténtico que posibilite hacer de este mundo un lugar donde vivir juntos.
Amigos del teatro, una tempestad se desencadena sobre nuestro planeta causada por la violencia de un torbellino de sospechas y suspicacias, que amenaza con impedirnos tener una visión clara de las cosas. Nuestras voces son sofocadas y no llegan a todos los oídos a causa de la violencia y la división entre los pueblos. Esta tempestad amenaza con desviarnos para alejarnos a unos de los otros. Debemos oponernos a los que hacen sonar la corneta para desencadenar tempestades; no para destruirlos, sino para alejarnos de atmósferas contaminadas y consagrar nuestros esfuerzos a la comunicación y establecimiento de relaciones amistosas, con quienes predican la fraternidad entre los pueblos.
Si el teatro depende de la vida, nosotros estamos avocados a la desaparición.
Sultán bin Mohammed Al Qasimi
2 comentarios:
Croisset decía que "La verdad en el teatro no es sino la mentira que más se le parece".
Saludos...
Haciendo ironía con la crisis eterna en la que sobrevive este arte, también se le llama "ese enfermo con mala salud de hierro".
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