

Esta fotógrafa norteamericana caminó por el lado oscuro de la vida armada con una cámara de fotos y su propia humanidad. Con una vida personal agitada terminó suicidándose después de una larga depresión.
Arbus fue una incansable exploradora de los barrios marginales de la ciudad de Nueva York, donde encontraría una buena parte de los seres que luego cobrarían vida por medio de unas fotografías que nos ponen delante de nosotros seres deformes, prostitutas, enfermos mentales, familias rotas, travestidos… Siempre con una mirada directa, para hacernos ver una realidad que está ahí, que vive con nosotros, pero a la que apenas si le prestamos atención.


“Diane Arbus fue a la cacería del lado oscuro de la vida poblada de monstruos arrebatadamente humanos, de esa vida amueblada de seres estrafalarios y dramáticos, de seres como sacados de una pesadilla; pero eso sí todo organizado en la foto con sensibilidad y una emocionada sutileza.” (Carlos Yusti, Diane Arbus, cazadora de la belleza monstruosa)
Fotografías ante las que uno se queda con la sensación de que a través de ellas Arbus intenta conjurar a sus propios fantasmas, dar cuerpo y rostro a seres salidos de sus pesadillas, después, eso sí, de horas de contemplación, de hacerles conocedores de que estaban posando para una foto y que su rostro iba a ser conocido. Temática en la que se adentra de la mano de la alemana Lisette Model, que había dejado atrás la Alemania nazi para trabajar en los Estados Unidos, para acabar siendo la maestra fundamental de una Diane Arbus nacida en el seno de una familia acomodada y que venía del mundo de la fotografía de moda.


Dejando atrás el glamoroso mundo de la moda, Arbus se convierte en una auténtica cazadora, en salidas a las calles casi como si fuera de safari, siguiendo con tiento a sus presas, para “ir al encuentro de lo grotesto, de lo bellamente horrible”, en palabras de Carlos Yusti de nuevo. En las calles más peligrosas, en los bares más oscuros, Arbus se encuentra con las gentes del arroyo, esas que han quedado arrinconadas por el sueño americano.
“Los monstruos eran una cuestión que yo fotografié mucho. Fue una de los primeros motivos que fotografié y poseía un tipo de excitación terrorífica para mí. Yo empecé como a quererlos. Todavía hoy aprecio y quiero a mucho de ellos. Yo realmente no quiero aseverar que ellos son en sí mis amigos, sino más bien que ellos me hicieron sentir una mezcla de vergüenza y temor. Hay una cantidad de leyenda sobre los monstruos. Todo para ellos sucede como en un cuento de hadas. Los monstruos nacieron con su trauma. Ellos ya han pasado su prueba en la vida. Ellos son aristócratas”. (Diane Arbus, citado por Carlos Yusti)