“Utilizó los objetos como Mark Twain usó las palabras. Como Twain fue un americano satírico y un moralista que fue capaz de percibir lo absurdo de la condición humana” (todas las traducciones contenidas en este artículo con mías). Así define Marge Bulmer el trabajo de un artista autodidacta como fue Edward Kienholz, uno de los pioneros en el mundo de las instalaciones.
Bulmer también afirma que la obra de Kienholz reúne la “fealdad de la verdad”. Y eso es así porque este artista destaca los aspectos menos vistosos de esta sociedad de la presunta opulencia, en la que prima por encima de todo la artificiosidad, el brillo efímero que esconde miserias muy profundas. Las instalaciones de Kienholz y de su viuda Nancy Redding ya que ambos trabajaron mano a mano desde 1972, ponen luz a la oscuridad de los callejones.
Lados oscuros que tienen que ver con la pobreza moral y económica, con la exclusión social, con el sexo mercenario, el aborto, la muerte. Temas que nos pone delante de los ojos y que nos lanzan una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto no somos cada uno de nosotros culpables de miserias ajenas bien por acción bien por omisión, por indiferencia?
Una obra que siempre fue más apreciada en Europa que en los Estados Unidos, un fenómeno que el mismo explicaba de la siguiente manera: “Gran parte de mi obra es sobre la muerte. En Estados Unidos nunca tuvimos una guerra y no conocemos la devastación. Los europeos sí la han sufrido y entienden lo que hago” (cita extraída del artículo Edward Kienholz, escultor estadounidense, publicado en el periódico El País)
Para construir sus instalaciones, utiliza objetos de desecho de nuestro día a día, de nuestra rutina, para definir unos ambientes que contienen una fuerte carga de crítica social y en los que nos podemos encontrar a sujetos “que son víctimas de la sociedad y los mecanismos de su conversión en víctimas: el sentimiento de soledad ante la muerte, el sexo furtivo, los actos violentos de contenido racista”, tal y como se puede leer en Artchive.
Desde unos inicios en los que se centró en la realización de collages de aire impresionista, pasará a adentrarse en un mundo vinculado a algunas realizaciones surrealistas, deudor también del dadaísmo de Duchamp para ir haciendo un camino que le llevará por los senderos de la memoria para contar lo que de inhumanidad se oculta en los propios seres humanos, en una actitud que Marge Bulmer ve puntos de contacto con artistas decimonónicos como Goya o Daumier.
Un artista que consiguió convertir su propia muerte en una obra de arte, ya que fue enterrado en el asiento delantero de un Packard de 1940, y cuentan que como equipaje únicamente un billete de un dólar y una baraja de cartas, una botella de vino de 1931 y las cenizas de su perro.
5 comentarios:
Me gusta la propuesta atrevida y arriesgada de este artista, que trata de burlarse, en cierta manera, de la sociedad consumista y aburguesada actual: arte conceptual puro. saludos, Alfredo.
Me gusta la gente atrevida, sin convencionalismos sociales.
Gente que piensa y lucha a su manera por los demás.
Los artistas y su arte comprometido con los más necesitados.
Un post excelente Alfredo.
Abrazos.
Interesante descubrimiento me haces.
Las instalaciones, tan de moda, ya no son moda desde los surrealistas, desde el WC de Duchamp provocativo, me parecen montajes teatrales, salen al espacio y lo invaden, nos invaden. Es otro lengüaje creativo, hay que saber montar montajes, como este Kienholz poniendo el dedo irónico, despiadado en la sociedad y en el sistema. !Ave! a su talento.
Gracias Alfredo, impenitente cazador de artes, gracias por este nuevo hallazgo. Besito, nos vemos.
PACO: Atrevido sí que es un rato, capaz de poner en solfa muchas de esas cosas que conforman ese american way of life muy brillante pero que oculta sombras tan densas como potente es su luz.
Un abrazo!!
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BALAMGO: Crítica al servicio de un compromiso social, ni más ni menos, para un autor que, como él mismo dice, tiene en la muerte una de las bases de su mensaje.
Abrazos!!
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NATALIA: De vez en cuando está bien que alguien nos recuerde que detrás de las grandes avenidas de nuestro progreso también hay intrincados callejones en los que no brilla la luz del sol.
Besos!!
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