Un árabe israelí, Copti, y un judío, Shani, reunieron sus talentos para firmar esta película que recibe el nombre de uno de los barrios más difíciles de la ciudad de Jaffa, próxima a Tel Aviv. En ese barrio conviven judíos, musulmanes y judíos en un precario equilibrio en el que la violencia puede golpear a cualquiera en cualquier momento.
El acierto a la hora de contarnos la historia de los distintos personajes, a los que dan habitantes del barrio normales y corrientes, es la de ofrecernos sus vidas de forma descarnada, de una forma casi hiperrealista y alejada de lo que podría ser una película política que tuviera el trasfondo del conflicto palestino como motivación.
Aquí no se trata de eso, se trata de llevarnos por los callejones del barrio, por las zonas mal iluminadas de una geografía habitada por personas que, sin darse cuenta y sin ser responsables de ello, se ven envueltos en situaciones que les colocaran en un borde muy fino en el que se masca la tragedia. ¿Qué culpa tiene Omar de que su tío haya disparado a un miembro de un clan mafioso? ¿Acaso Malik tiene la culpa de la enfermedad de su madre? ¿Tiene algo que ver Dando en la desaparición de su hermano?
La respuesta a todas las preguntas es claramente negativa (una vez vista la película, claro está), pero esos acontecimientos van a ser determinantes para generar una confluencia que solo puede desembocar en tragedia. Tal es así que el crítico del New York Times, A. O. Scott, afirma que muy bien “podríamos estar en Los Ángeles de Colors o de Boyz n the hood, el Baltimore de The Wire o el Río de Janeiro de Ciudad de Dios”.
Los directores optaron por una estructura dividida en capítulos, de tal modo que la historia se nos va ofreciendo fragmentada, a saltos, y solo al final podremos encajar todas las piezas de un puzzle que nos deja con un poso de desesperanza después de haber dado un paseo por todas las complejidades de las que somos capaces los seres humanos.
El lugar en el que naces y creces viene a determinar de una manera muy fuerte quien eres, qué oportunidades vas a poder tener en la vida y si vas a poder desarrollarte dentro de unos márgenes de seguridad aceptables. En Ajami el clima de violencia, de inestabilidad social hace que toda parezca que está a punto de estallar llevándose a cualquiera que pille por delante, sin importar si es un niño, un adolescente, un adulto o un mayor, ni siquiera distingue entre religiones o creencias del tipo que sean.
El drama les afecta a todos por igual y los círculos se cierran sin remisión, en un mundo en el que todo es frágil y la existencia humana es lo más frágil de todo. Con un tono que a veces parece de documental, Copti y Shani nos dejan una gran película sin maniqueísmos, sin puntos de vista enfrentados, solo (y no es poco) un puñado de personajes a los que sus problemas les devienen demasiado grandes y fragmentos de vidas llenos de aristas. Ya depende de cada uno si se quiere dejar arañar o no por esta película.
1 comentario:
Feliz cumpleblog y que sean muchos más :)
Un beso!!
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