lunes, 18 de octubre de 2010

Nan Goldin (Washington DC, 1953)


“Mi obra proviene originalmente de la estética de las instantáneas... las instantáneas las tomo con amor para recordar gente, lugares y momentos especiales. Éstas crean historia al documentar la historia.” (Nan Goldin citada por Einar Salcedo en su artículo La mirada intimista de Nan Goldin)

Entre el divorcio de sus padres y el suicidio de su hermana cuando ella aún era una adolescente, Nan Goldin se pasó mucho tiempo pasando por diferentes casas de acogida y tal vez por eso se aferró con uñas y dientes a sus amigos del colegio, y tal vez también por eso, la amistad ha sido tan importante en el desarrollo de la carrera artística de esta fotógrafa, que ha venido retratando a aquellas personas a las que considera sus amigos a lo largo de 30 años.


Las fotos de Goldin son instantáneas de la vida, de las personas que se han ido cruzando en su camino y en las vidas que han llevado, las experiencias sexuales, con las drogas, a todo el ambiente que se generó durante los años de la contracultura norteamericana de los años 70. Por la cámara de Goldin desfilan jóvenes que hacen el amor, prostitutas, travestis, transexuales, drogadictos, que se convierten en protagonistas de unas fotografías que también tienen algo de documental.


En sus fotos, Goldin nos cuenta historias de éxtasis, de depresión, de violencia, de enfermedad, de amistad, de soledad, de incomunicación, nos habla, en definitiva, de todas las aristas que tiene la vida, incluida la suya propia, como cuando recibe una paliza de su amante en 1984, documenta gráficamente las consecuencias de la agresión.


Después de su paso por una clínica de desintoxicación, se abre paso en su obra el autorretrato, imágenes de sí misma mirándose en un espejo o viajando en el interior de un tren, y que dejan en el aire, como muchas de sus fotografías, un aire de nostalgia, de melancolía, de no terminar de encontrar ese lugar en el mundo en el que sentirse a gusto con uno mismo.


Los años 80 también fueron los años del Sida, y de eso también deja constancia Goldin en su trabajo, cuando ve a amigos suyos morirse bajo su mirada. Goldin retrata el deterioro de los cuerpos sobre las camas de hospitales dejando tras de sí la estela de lo que fueron. Son series de fotografías cargadas de un enorme cariño y una sensibilidad extrema, hacia esos amigos a los que ya nunca más va a poder ver.


Como dice la propia fotógrafa: “Para mí hacer fotos es una manera de acariciar a alguien, una expresión de cariño”.

6 comentarios:

Mimí- Ana Rico dijo...

¡La última frase, uhm!
Y tanto que la vida no imita al arte.
Un abrazo

Iván dijo...

que fotitos!

muy buena coleccion

PACO HIDALGO dijo...

Desde luego, fotos transgresoras y muy muy directas. Al fin y al cabo, recoge la vida que nos rodea. Un abrazo.

casss dijo...

ENORME CARIÑO Y SENSIBILIDAD EXTREMA. Es verdad, y cuanto amor para acariciar con esa cámara. Dura vida, duras fotos, un testimonio catártico (no se si existe esta palabra..) que no nos deja indiferentes.
Un fuerte abrazo.

Alfredo dijo...

Todos habéis puesto de manifiesto la vinculación que tienen las fotos de Goldin con la realidad que la rodea, con sus amigos, amantes, personas próximas en definitiva. Y creo que cada una de las fotos de Goldin reflejan exactamente estados de ánimo y filias.

Fragmentos congelados de vidas ajenas y de la suya propia.

Gracias a todos por vuestros comentarios.

Abrazos!!

Unknown dijo...

Qué fotógrafa, mas chingona!!! Me trae recuerdos, y mucha tristeza...