Hablabais, y las mismas palabras
de un mismo tiempo parecían llegar.
Sofocados exprimíais vida
donde sólo muerte había.
Cielos nuevos querían traer
hasta vuestros ojos un soplo de amor,
pero eran ya sólo vacías sombras
en la que desesperadamente se abrazaban
cuerpos en silencio que el aire quemaba.
Las palabras, enfermas, resbalaban
sobre los pechos de los allí caídos,
y alguno, dulcemente se iluminaba a veces,
como si todavía posible fuese la vida;
pero pronto un oscuro deseo
en la sangre crecía
y mudos ya para siempre quedaban.
Sus cabellos, como lentas llamas
alumbraban paisajes tristes
y un corazón solo
suspendía en su dolor el mundo.
Acaso un pensamiento hubiese podido salvarles
mas sus frentes sin luz yacían,
la memoria ceniza ya sólo de un antiguo fuego,
mientras la tarde era una voz
que en el horizonte los borraba.
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Azul
En la madrugada
todos los trenes tienen los ojos azules
y la memoria de un cuerpo es azul relente.
Entre dos desnudos
hay una sombra azul soledad
como un pájaro a la deriva
que rompe el cristal de los sueños.
Por un pecho pasa sus ramos
la niebla azul de una muchacha
y todo se arrodilla en su espera.
La ausencia riela sus rostros
como un crucero azul hacia imposible beso,
y es que sola baja la que sube sola
y en su aire mueve aurora
que nunca a nadie alcanza.
En la madrugada las camas vacías
no soportan la luz de los faros
mientras sus dueños vagan por la hora azul del deseo.
Y los solitarios regresan envueltos
en invisibles relámpagos azules
que desvanecen cuanto a su playa arriba.
En la madrugada hay charcos de luz
que convierten la mirada de los amantes
en un escalofrío azul.
Las lámparas que se apagan en la madrugada
mantienen una lengua azul
llena de mareas y lunas de armarios.
Cuando en la mesa el árbol se destempla es que llama el amanecer.
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Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar. Nos vestimos cada día sin saber cuántos grados de soledad seremos capaces de alcanzar, o si, por el contrario, nos sucederán tantas cosas que hasta nuestra chaqueta se sentirá extraña. Y al arribar la noche no sabremos dónde estamos, cuánto nos queda para llegar a la maravilla o al precipicio. Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo o del dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos. Todos vivimos en la frontera, en la invisible línea que separa palabra y silencio. Hablamos y no hacemos sino callar lo que realmente queremos decir. Guardamos silencio y nos desnudamos de tanto contar. Abrimos una puerta y cerramos un sueño. Tapiamos una ventana y los ojos se queman con el paisaje. Recibimos una carta y el tiempo pasado borra sus letras. Entre lo claro y lo oscuro navega nuestro pensamiento, y arde cuando sólo quedan las cenizas. Toca la verdad pero se ve deslumbrado por la mentira. Su alma es la razón y, sin embargo, a veces delira. Nada es como es y todo es como nunca fue. Así, instalados en esta frontera del desconcierto, transcurrimos. Nuestros labios mueven el aire del beso y una piel se estremece mientras huye. Nuestras manos se tienden sobre un cuerpo y se vuelven sordas. Queremos hacer algo y nos llaman de otra parte. Nos quedamos quietos y giramos veloces empujados por deseos y presencias. Perseguimos lo imposible y pasamos de largo ante lo que nos ofrece su compañía. Afirmamos estar enamorados y nunca medimos el amor por la calma de los días. Decimos «sí», y sólo pensamos en nosotros. Escribimos «no», y entre las dos letras tiembla la duda. Plantamos una rosa y crece sólo la herida hecha por sus espinas. Todos vivimos en la frontera, anudados a la paradoja, sirvientes del dolor en la alegría y de la ignorancia en el saber. Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad. Todos tenemos lo que perdemos y escuchamos lo que no nos dicen. Todos habitamos aquello de lo que fuimos desterrados. Todos pregonamos unos principios desmentidos luego por nuestros actos. Y al cruzar a la otra orilla nos ahogamos arrastrados por las voces que ya no oímos. ¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!
6 comentarios:
Las poesía son de una belleza magnífica.
El texto es de continente y contenido, de lo mejor que he leído últimamente.
Un abrazo.
En la madrugada los trenes tienen ojos azules...
Me encanta, Alfredo.
Gracias por compartir.
Gracias por la visita Alfredo. Tienes razón, es un film de muy buen Jazz. El nombre en España es, creo, adecuado en parte. Lo que no se si hubo doblaje de la voz de Woody o usaron subtítulos.
Cabellos como llamas iluminando paisajes tristes.
¡Qué imagen!
¡Gracias.!
PD.-
Gracias Alfredo por la visita.
La voz de Ella es transparente, tierna, amorosa y maravillosa.
Como dices tu, las sensaciones al escucharla no tienen nombre.
Un abrazo
BALAMGO: Palabras para paladear y dejar que su poso se vaya depositando con suavidad, y efectivamente el tercer texto tiene mucha enjundia.
Saludos!!
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ABEL: Son muchas las imágenes que nos dejan en la retina los poemas de Lostalé, un autor al que acabo de descubrir.
Un abrazo!!
Gracias Alfredo, me ha encantado descubrir a Javier Lostalé.
De nada, para mí también ha sido todo un descubrimiento.
Un abrazo!!
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