
Las edificaciones de este arquitecto autodidacta japonés, que primero fue boxeador profesional con debut allá por el año 1958, nacen del conflicto, de su peculiar forma de entender la vida y, por extensión, la arquitectura, disciplina a la que decidió dedicarse después de ver como la luz entraba por el óculo del Panteón de Roma. Una arquitectura la suya que tiene más que ver con la experiencia que con el puro intelecto, unos diseños en los que busca plasmar la sabiduría alcanzada a través de las vivencias vitales, una arquitectura que se eleva por encima de las preguntas, las dudas, y también por encima de emociones como el miedo o el sufrimiento, porque Ando ve su trabajo como creador de emociones sublimes y eso sólo es posible transmitirlo al espectador si el arquitecto se juega la vida en cada obra, porque la pasión sólo puede salir del conflicto.
Por ello, encontrarse con una obra de Ando le supone al espectador un momento de profunda emoción, de encontrarse con una geometría clara, nítida, pero muy alejada de los simple. Una sutileza oriental en la que florecen o subyacen, las creencias, la filosofía vital que el arquitecto fue asimilando desde su infancia en Osaka, unido a la observación del trabajo de maestros artesanos, sus recorridos por los barrios de su ciudad y de Kioto y luego el salto a Europa, le dieron un bagaje visual y de experiencias del que nacen sus obras.
Ando tampoco se olvida de lo que rodea al edificio, de ahí que la integración de la obra con el cielo sea otra de sus preocupaciones, un cielo que consigue que entre a formar parte de la construcción. Un cielo que enmarca las entradas propiciando un juego de luces y sombras con las paredes de un hormigón tridimensional, que generan una arquitectura dinámica, muy atrayente.
La arquitectura de Ando es de una compleja simplicidad, sólida y delicada, de geometrías claras, rotundas, que imponen su presencia, y, al mismo tiempo, tienen un carácter fuertemente evocador, en unos muros que "casi parecen llenos de dolor", según escribe Masao Furuyama, quien también habla de la "estética de la ausencia", cuando se refiere a la obra de Ando.
5 comentarios:
En este campo de la arquitectura no ando muy docta de conocimientos, al contrario sólo me fijo en la forma, proporción, la luz o las sombras, el grosor de los muros, la importancia del verde o de espacios naturales dentro del conjunto arquitectónico y no sé si algún dato más que ahora no recuerdo.
Y por lo que he captado de estas fotografías, Ando tiene un sentido estético muy saludable y bello. La simplicidad parece que lo domina todo, aunque no creo que sea nada fácil crearla, lo más fácil es recargar y confundir.
Besos multicolores con sonrisas.
Este arquitecto tiene un especial cuidado con el entorno en el que va a levantar su edificio, y así consigue construcciones impresionantes que no destruyen sino que contribuyen a crear paisaje. Algo no siempre fácil de encontrar, y ahí coincido contigo, en momentos en los que meter edificios con calzador y recargarlo todo hasta el absurdo, es una epidemia.
Abrazos!!
Los arquitectos juegan al mas dificil todavía
La arquitectura es una música congelada. Y a fuerza de construir bien, se llega a ser un buen arquitecto porque el cemento armado es una musa honesta y útil, y quizá en manos de un arquitecto genial sería admirable; pero cuando se desmanda y se siente atrevida, como una cocinera lanzada a cupletista, hace tantos horrores, que hay que sujetarla y llevarla a la cárcel.
Besos felices.
JESÚS: Los buenos arquitectos, como es este caso, también son creadores de belleza.
Saludos!!
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BONSAIMUSIC: Me ha gustado mucho el comentario que me has dejado, y estoy totalmente de acuerdo con esas apreciaciones.
Besos!!
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