Georgia O'Keeffe (1887-1986) es una pintora norteamericana conocida fundamentalmente por sus flores, elementos naturales a los que dedicó una profunda atención y en las que, en unos años en los que las teorías freudianas estaban en auge, se quisieron ver referentes de tipo sexual, que la autora siempre negó.
Pero no sólo de flores vivió la faceta artística de O'Keeffe, una pintora muy influida por el libro de Kandisnky "De lo espiritual en el arte", y por la obra del fotógrafo Alfred Stieglitz, que fue quien dió a conocer a través de su galería al público norteamericano a autores como Matisse o Cézanne, además de exponer a gente como Picasso o Braque.
Noche en la ciudad (City Night, óleo sobre lienzo, 121,9 x 76,2 cm) obra de 1926, refleja la influencia de la fotografía en su obra, ya que los rascacielos presentan la misma distorsión que tendrían su la imagen se hubiera tomado con una cámara fotográfica, de tal forma que las fachadas marcan unas diagonales convergentes que se precipitan hacia la base.
Son varias las obras que dedica a este tema, y en todas ellas la luz adquiere un protagonismo destacado, unas veces deslumbrante, otras difusa o cruzando por el desfiladero de edificios. En la obra elegida la luz procede de la luna que incide sobre uno de los edificios que parece robar la luminosidad al resto, y logrando una atmósfera inquietante y amenazadora. Edificios monumentales, auténticas alegorías del progreso, de una manera de entender la civilización, pero también de los peligros.
En 1929, después de superar dos difíciles operaciones de pecho y de las tensiones por las que pasaba su matrimonio con Stieglitz, 23 años mayor que ella, hace su primer viaje al desierto de Nuevo México, lugar del que se enamora y que ejercerá una influencia fundamental en su obra.
Escalera a la luna (Ladder to the moon, óleo sobre lienzo, 101,6 x 76,2 cm, 1958) es una obra de ese periodo, y en la que se reúne su fascinación por el paisaje y la espiritualidad. La escalera es un elemento de fuerte contenido simbólico entre los indígenas de Nuevo México, ya que por un lado está en contacto con la tierra y los tejados de sus viviendas de adobe, lugar en el que celebran sus ceremonias que los ponen en contacto con los elementos de su religión natural y desde donde pueden seguir el discurrir del sol tanto al amanecer como al ocaso.
En este caso, O'Keeffe opta por aislar a la escalera del suelo, poniéndola a medio camino entre tierra y cosmos, con lo que logra detener en el espacio el fuerte contenido simbólico de este elemento que permite la comunicación entre el mundo terrenal y el espiritual.
Es también un cuadro "frontera", ya que a partir de los primeros años 50, la pintora empezará sus viajes fuera de los Estados Unidos y eso traerá un cambio en su pintura, poniendo su centro de atención en la inconmensurabilidad del espacio, entrando en terrenos más vinculados con la abstracción, uniendo en su obra dos de las tendencias más relevantes en el arte norteamericano del siglo XX, como son la utilización de planos puros de color y, por otro, la relación sentimental o espiritual con la naturaleza.
En este caso, O'Keeffe opta por aislar a la escalera del suelo, poniéndola a medio camino entre tierra y cosmos, con lo que logra detener en el espacio el fuerte contenido simbólico de este elemento que permite la comunicación entre el mundo terrenal y el espiritual.
Es también un cuadro "frontera", ya que a partir de los primeros años 50, la pintora empezará sus viajes fuera de los Estados Unidos y eso traerá un cambio en su pintura, poniendo su centro de atención en la inconmensurabilidad del espacio, entrando en terrenos más vinculados con la abstracción, uniendo en su obra dos de las tendencias más relevantes en el arte norteamericano del siglo XX, como son la utilización de planos puros de color y, por otro, la relación sentimental o espiritual con la naturaleza.