martes, 3 de septiembre de 2019

Deutschland 83: La guerra fría que a punto estuvo de ser nuclear



Corría el año 1983 cuando dos ancianos provectos, más uno que otro es cierto, como eran un actor de segunda fila como era Ronald Reagan y un ex dirigente del KGB como era Yuri Andropov, pusieron al mundo al borde de la destrucción global, lanzamiento de misiles nucleares mediante. Fue el año en el cual Reagan amenazó con el despliegue de los misiles balísticos Pershing II en las bases norteamericanas en Alemania, situación a la que los soviéticos, respondieron con el despliegue de sus SS 20.




Un tira y afloja que incluso amenazó con trasladar los campos de batalla al espacio, por medio de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica, que no era otra cosa que el delirio del presidente norteamericano de crear un escudo antimisiles formado por satélites equipados con armas láser para destruir los misiles soviéticos en el aire, evitando así su impacto contra los objetivos fijados en tierra. También fue el año en el que apareció con toda su crudeza el virus del SIDA, que también tendrá su reflejo en la serie.




Disparates todos ellos que tuvieron una fuerte respuesta en la juventud de media Europa, con fuertes manifestaciones de movimientos pacifistas, de orientación de izquierda y, en algunos casos al menos, promovidos y financiados directamente desde la Unión Soviética, como parte de su estrategia política global. Por otro lado, los soviéticos estaban pasando por su propio Vietnam en las montañas de Afganistán, mientras los norteamericanos armaban y financiaban a los talibanes, a los que luego fueron a combatir al propio país asiático. Paradojas de la políticas internacional.




Valga esta larga introducción, espero que no demasiado tediosa, para contextualizar siquiera mínimamente, el escenario que nos pone ante nosotros una más que apreciable serie de espías venida de Alemania, titulada Deutschland 83, ambientada en una Alemania dividida y en la que el juego del espionaje se estaba desarrollando en toda su intensidad.




Con la amenaza del despliegue de los misiles norteamericanos, a los servicios secretos de la RDA se les ocurre infiltrar a un joven militar, en el cuartel general de la RFA, desde el que se van a dirigir unas maniobras militares, denominadas Arquero Capaz, desarrollado en medio de una fuerte incertidumbre internacional, y muy contestadas por los jóvenes pacifistas alemanes.




Una serie de contrastes muy diversos: los propios de la abrupta entrada de Martin, alias Colibrí, en un país tan próximo y tan lejano al mismo tiempo, con supermercados donde la orgía de productos y de colores no puede provocar más que un momento de alucinación casi psicodélica; los contrastes tecnológicos que provocan alguno de los momentos más divertidos de la serie (el descubrimiento del walkman o de aquellos primeros disquetes de ordenador); la diferencia entre un país donde todo está controlado, hasta los pensamientos de sus habitantes, a otro en el que todo se pone en solfa y donde no hay libros prohibidos, por ejemplo.




Deutschland 83, con una ambientación minuciosa e impecable, nos lleva por los pasillos oscuros del espionaje, donde se manipula a las personas de un modo implacable, donde se miente sin tener en cuenta si eso está poniendo a la humanidad en peligro de desaparición, sólo para hacer méritos ante unos superiores a los que no se ve y que desde la lejanía de algún despacho deciden el futuro de millones de personas de una forma fría e irresponsable. 




El chantaje emocional, el amor mercenario, los problemas de identidad y de creencias que irán viviendo los protagonistas, unos por una reafirmación ideológica con tintes de ingenuidad, otros por tener que compaginar la imagen militar con las pulsiones pacifistas, la búsqueda de la identidad sexual con un brusco despertar, la toma de conciencia de que lo que se le ha venido inculcando a lo largo de los años es verdad, que no hay peor sordo que el que no quiere oír y la lucha por intentar mantener la cordura son algunas de las claves de esta serie, que también tiene en el choque entre generaciones, aquellas que todavía recuerdan la Segunda Guerra Mundial y aquellas otras que no quieren volver a vivir nada parecido, otra de las cuestiones relevantes en el desarrollo de la trama.




Al final todos los protagonistas pagarán un precio muy alto, porque no hay guerra, ni fría ni caliente, que no tenga víctimas.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Babylon Berlin 2ª temporada: Todo el mundo oculta algo en Berlín



Después de ver la primera temporada de esta serie alemana, el visionado de la segunda era algo más que obligatorio, y a la espera de una tercera que ya anda por ahí. 




Si en la primera, en algunos momentos al menos, la trama no avanzaba con la agilidad que sería deseable, en esta segunda ocurre todo lo contrario, y las distintas tramas corren que se las pelan, casi a la misma velocidad con la que ese tres misterioso hace el camino de vuelta hacia su ignoto lugar de procedencia, sea ese el que fuere. 




La trama corre tanto, dejando momentos muy emocionantes de esos que hacen insufrible la espera para ver el siguiente capítulo, hasta el punto de que una de las historias secundarias que pone un puntito de incertidumbre, queda en vía muerta, quien sabe si para darnos alguna nueva sorpresa en la tercera campaña de la serie.




Sin embargo, eso no le resta un ápice de interés a la conjunción de fuerzas que se dan cita en la segunda temporada, donde el ambiente político y social se vuelve realmente explosivo y donde todo el mundo oculta algo, nadie o casi nadie, parece ser lo que realmente es, salvo el mafioso propietario del cabaret que de nuevo vuelve a ser un escenario importante de la historia, aunque esta vez con mucha menos relevancia de la música que en la primera temporada, salvo, quizá, por el tema que nos regala Brian Ferry, asesor musical de la serie.




Por la calles, en ocasiones más que lluviosas de un Berlín en los albores de una nueva y trágica década para la historia del mundo, circulan defensores de las bondades de la democracia, militares prusianos que añoran el regreso del emperador, comunistas luchando por implantar un régimen comunista a imagen y semejanza del ruso, y las camisas pardas de las SA entrando en juego para marcar los primeros escarceos antisemitas cebados en el jefe de policía y en el alcalde de la ciudad.




A partir de la conjunción de todos esos elementos, aparte de las peripecias vitales de los personajes, muy notable la del protagonista Gereon Rath, lo más normal es que cada uno vaya a lo suyo sin importarle las consecuencias para la vida de los demás, todos convencidos de que están luchando por los más altos ideales. Así, se cruzarán planes para el magnicidio, el simple pero muy lucrativo robo, y los empeñados en seguir haciendo lo decente, al menos por un tiempo, y las víctimas que van quedando por el camino fruto de juegos que son incapaces de comprender.




Los vivos son incapaces de deshacerse de los muertos, y todos juntos avanzan, confluyen en las vías ferroviarias, y todo parece que se aclara cuando se despeja la niebla (¿o acaso es una nube de gas tóxico?), pero ahí está la lluvia, el callejón oscuro, una capucha, un disparo, un muerto, un coche y a él nos subimos camino de una tercera temporada.

martes, 13 de agosto de 2019

Babylon Berlin 1ª temporada: Todo es posible en Berlín



Vaya por delante que una serie que inicia los créditos con guiños al cine expresionista alemán, al diseño de la Bauhaus y con una música con ecos al dodecafonismo, despierta con total seguridad mi curiosidad para echarle un vistazo a un producto que, de mano, ya tiene todo mi interés. Con ese arranque tenía que echarle un vistazo sí o sí, al contenido de la segunda serie de factura alemana con la que me enfrento después de la magnífica Hijos del Tercer Reich (Unsere mütter, unsere väter).




Otro de los grandes atractivos personales que tenía a priori para mí la serie, es la ambientación en el Berlín de 1929, en la capital de una renqueante República de Weimar, salida de las ruinas de la Primera Guerra Mundial, y que nunca terminó de asentarse con la fuerza suficiente como para hacer frente a dos poderosas fuerzas, destinadas a chocar con enorme virulencia unos años más tarde. Una república desgarrada entre las tensiones provocadas por los izquierdistas radicales por un lado, y por la extrema derecha del partido nazi, todavía incipiente, por otro.




Calles de Berlín que acogen, por un lado la miseria de la clase obrera totalmente pauperizada, sin esperanza, obligados a vivir hacinados en condiciones infrahumanas, comiendo la misma carne llena de gusanos que se tira a los perros, eso cuando hay dinero para comprar carne, claro está. Organizados en poderosas organizaciones de izquierdas que toman las calles, promueven huelgas y disturbios ante los que la policía responde sin contemplaciones.




La sangre corre por las calles, de la misma forma que el alcohol lo hace en los clubes nocturnos, controlados por mafias, la droga y la música de swing o de jazz suena a todo trapo para deleite de bailarines, cantantes, transexuales y jóvenes que buscan llevar algo de dinero a su casa traficando con lo único que tienen, su cuerpo.




Un Berlín convulso, en plena ebullición, donde los rusos se matan en sus calles con enorme entusiasmo, tanto que la policía germana ni se molesta en investigar, mientras que un joven inspector llegado de Colonia, Gereon Rath, también afectado por las consecuencias físicas y emocionales de la guerra, tendrá que meterse de lleno en ese mundo para tratar de localizar una película pornográfica que pone en riesgo la carrera política de su suegro.




Entremedias, un misterioso tren procedente de Rusia pondrá la parte política de la trama, y todo terminará por confluir en un único punto, en un Berlín vibrante, frenético, de ex soldados rotos por la guerra, proletarios sin empleo, nostálgicos de las glorias imperiales, trostkistas ingenuos que creen que podrán deshacerse de Stalin para llevar adelante la verdadera revolución, judíos, cristianos, mafiosos armenios, y todos y cada uno de ellos tiene algo que ocultar, llevan a cuestas sus sombras como la propia ciudad cuando cae la noche.




Una buena primera temporada que posiblemente tiene más interés histórico que por como lleva adelante la narrativa, pero que deja las ganas abiertas para ver la segunda temporada.




Mención aparte merece la excelente ambientación musical y una de las mejores coreografías que he visto en mucho tiempo, de la mano del tema Zu Asche zu Staub (A las cenizas, al polvo) que, en esto coincido con la opinión de Javier Olivares, es más que una canción, un himno, cantado por la lituana Severija Janusauskaite, que da vida a Svetlana, otra exiliada rusa que tiene mucho que ver con el tren misterioso. Os dejo el vídeo como remate final.


jueves, 8 de agosto de 2019

True Detective 3ª temporada: Igual va siendo hora de dejarla descansar en paz



Después de una primera temporada absolutamente fantástica, una segunda para olvidar en su totalidad, llegó una tercera tanda de la franquicia de True Detective, y una vez vista a uno le queda la sensación de que va siendo el momento de dejar el tiempo pasar y enviar la serie a vía muerta, darle carpetazo como a un caso ya resuelto y pasar a otra cosa.




Eso no quiere decir que la serie no tenga cosas apreciables, pero sí que se mantiene todo el rato en una zona gris, vamos ni chicha ni limoná, culminado todo ello con un capítulo final que me resultó de lo más aburrido que vi en mucho tiempo y con un tramo último de resolución de la trama que le deja a uno con cara de “esto es una broma ¿no?”. Supongo que a la altura de una historia que se podía haber dejado resuelta en la mitad de episodios.




La mejor parte de la serie es la figura de “Purple” Hays, detective negro veterano de Vietnam y cuyos recovecos psicológicos son de lo más interesante de la serie y que le permiten a Mahershala Ali dejarnos una muy buena interpretación. Soldado de reconocimiento de largo alcance, está acostumbrado a moverse en la selva con total sigilo y en total soledad, y eso le va acompañar durante toda la serie, la soledad.




Probablemente la peor de las soledades posibles, la del que incluso se siente solo cuando está acompañado, una soledad basada también en el horror de lo visto, la maldición de ser el hombre que sabe, al modo del personaje que encarna John Wayne en Centauros del desierto, y ese conocimiento le aparta de sus semejantes, de una familia a la que quiere mantener lejos para no herirla con sus zonas oscuras y que, precisamente, por eso, termina causando un daño que no busca.




Parece el sino de los veteranos de Vietnam, de aquellos que combatieron en la selva y que nunca lograron salir de ella (son innumerables las películas norteamericanas al respecto y novelas como Dog Soldiers), lastrados por una experiencia traumática imposible de dejar atrás. Luego llegará la mala jugada de una memoria que se resiste a quedarse, que empieza a dejar a Hays de la mano de la enfermedad, y tiempo y memoria se convierten en dos de los personajes invisibles de la trama.




Una trama que atraviesa tres décadas y que a la tercera se resuelve de aquella forma y manera, y nos deja con una suerte de happy end que cierra el círculo del mal y, supongo yo, intenta dejar al espectador con un buen sabor de boca y lo único que consigue es dejarle con un tedio importante y ganas locas de pasar a la siguiente serie que uno tiene en su particular cola de impresión, y que en mi caso se titula Babylon Berlín.

lunes, 5 de agosto de 2019

Jena-Baptiste Tournassaud (Montmerle-su Saône, 1866 – Montmerle, 1951): El tiempo que pasa



Con motivo del centenario de la finalización de la Primera Guerra Mundial, primero en Francia y y este año en España, se está volviendo a sacar a la luz el trabajo fotográfico de este comandante del ejército francés, que fue director del Servicio Fotográfico y Cinematográfico de Guerra, durante el conflicto bélico, labor a la que aplicó todo su conocimiento y sensibilidad artística, dejando para la posteridad una colección de imágenes impresionante.




Amigo de los hermanos Lumière, fue uno de los primeros en experimentar con el pictorialismo, para dotar a sus fotografías de color, andando un camino confluyente con el impresionismo, para conseguir trasladas a las imágenes las sensaciones del fotógrafo ante el objeto o la escena fotografiada, logrando composiciones muy especiales, que adquieren una mayor sensación de movilidad, de dinamismo, de dramatismo y de un cierto aire de irrealidad como el que tienen todas las fotografías coloreadas.




La colección de imágenes del conflicto que desgarró Europa entre 1914 y 1918, nos dejan retratos (fue el retratista oficial de Clemenceau, primer ministro galo durante la guerra) de soldados que miran atrás, mientras la nieve borra sus huellas del camino, casi como si se estuvieran despidiendo conscientes de los peligros que les acechan y no solo los climatológicos.




Otras veces, son destacamentos que se lanzan al combate cobijados por un cielo de tormenta, otras veces expectantes en medio de una niebla que difumina los contornos, que pone un marco aún más dramático si cabe, a la invisible amenaza que saben que les espera. Compañeros que llevan un cadáver atravesando una trinchera, el momento del descanso, o la imagen más tierna de una novia o esposa, subida a una roca para poder besar a su amado soldado de caballería.




O los niños que observan, seguramente sin terminar de entender las razones de ello, a una vieja estatua apeada de su pedestal por alguna explosión, rota ya en el suelo y perdido todo el sentido de gloria, de historia eterna que tenía antes. En un instante, todo ha cambiado, ha caído al mundo terrenal, ya no hay admiración, solo indiferencia, una cierta sorpresa, mientras la vida sigue caminando en medio de las dificultades de todo tipo. 




Y ese árbol tronchado a cuyo pie vemos un casco todo abollado, símbolo de una barbarie que nada respeta, ni al arte, ni a la naturaleza, ni al ser humano. Y acaba la guerra y solo quedan banderas y fusiles clavados en la tierra, como símbolo último de la inutilidad de una guerra cuya finalización no hizo más que anunciar la siguiente, aún más desgarradora.




Pero Tournassoud no fue solo un fotógrafo militar, terminó siendo simplemente fotógrafo una vez abandonado el ejército, y se revelará como un apasionado del mundo animal, de la naturaleza, de la arquitectura, de las personas, mientras documenta, bien en blanco y negro, bien en color, la transformación de un mundo rural al que va llegando la modernidad, y esas tres mujeres que vemos en una de sus obras, tirando de un arado con sus propias fuerzas, sin hombres ni animales, absorbidos por una guerra insaciable.




Más información: Wikipedia [en], Patrimoines [fr], France 3 [fr], Le progrès [fr].

lunes, 29 de julio de 2019

Richard Gerstl (Viena 1883-Viena 1908): En los albores del expresionismo

Retrato riendo.

Pensamos en la capital austriaca finisecular, todavía capital del Imperio Austrohúngaro, un joven de familia bien rebelde hasta el punto de ser expulsado de todas las instituciones educativas, creciendo en plena Sezession con Gustav Klimt como figura artística de referencia, amigo de Arnold Schönberg influyente compositor musical padre de la atonalidad, y de su esposa Mathilda, seis años mayor que él con la que tendrá un idilio hasta que el marido descubrió el pastel, retiró todo su apoyo al joven pintor y este, después de quemar parte de su obra, terminó suicidándose poniendo así fin a una corta pero muy intensa carrera artística que le llevará a las puertas del expresionismo.

La familia Schönberg (1908)

La agitación interior del artista es muy palpable en parte de una obra en la que los paisajes, los retratos y los interiores, al menos de las pinturas que se conservaron, son los tema fundamentales y dentro de cada uno de esos temas, podemos encontrarnos con visiones artísticas muy diferentes.

Mathilde Schönberg y su hija.

Así, vemos retratos de Schönberg y de su esposa e hija, que tienden al realismo, retratados en habitaciones interiores de su casa perfectamente reconocibles, y con una especial atención a unas miradas que parecen ver más allá del espectador, como si pudieran atravesar la materialidad de nuestros cuerpos y vagar por espacios vedados a los simples mortales. Miradas sin duda inquietantes.


Retrato de grupo (1908)

Otras veces, veremos como esos retratos se convierten en machas de color, en los que es prácticamente imposible adivinar los detalles de los rostros, convertidos en máscaras, casi al modo del belga Ensor, y además difuminadas, sobre cuerpos donde las ropas tiemblan, parecen desplazarse de un modo caprichoso y uno espera que en cualquier momento, toda la composición se venga abajo, todo se diluya.

Autorretrato (1901)

En sus autorretratos (se suicidó ante el espejo que había utilizado muchas veces para pintarse a sí mismo), lo mismo aparece como un ente blanquecino sobre un fondo azul oscuro, casi negro, imponiendo su figura y rodeado de una suerte de aura, quien sabe si como un mensaje pidiendo ser salvado de las sombras interiores que le acompañaban, mientras que otras veces ríe como un loco en un desvarío sobre un fondo de pinceladas cortas, rápidas, oscuras.

Lago Traunsee (1907)

Y los paisajes, unos en los que no parece descabellado pensar en la influencia de Van Gogh, en los que utiliza el color de una forma muy personal, muy valiente, unas veces con pinceladas largas, muy cargadas de color, que convierten la paz del lago Traunsee, en cuyas proximidades tenían su casa los Schönberg, en algo inquietante. Era 1907. Al año siguiente se destapará el romance, y Mathilda optará por seguir con su marido, y Gerstl por el suicidio.

Más información: Wikipedia, Xataka, Viena y yo, Richard Gerstl [en].

lunes, 22 de julio de 2019

La gran belleza (La grande bellezza, Paolo Sorrentino, 2013): El extraño ritual de la decadencia



Llevamos unos segundos de película cuando vemos a un turista suponemos que japonés, alejándose mientras su grupo sigue atentamente las explicaciones de una guía. El turista se asoma a la ciudad de Roma e incapaz de soportar tanta belleza se desploma, ¿simple desmayo? ¿fallecimiento? A nadie le importa, es un simple turista, uno más. “Los únicos habitantes de Roma son los turistas”, dice uno de los personajes en un momento determinado de la película.



Luego saltamos a una desenfrenada fiesta de cumpleaños, concretamente, del 65 cumpleaños de Jep Gambardella, al que da vida un inconmensurable, Toni Servillo, un personaje que en su juventud decidió convertirse en el alma de todas las fiestas de Roma, incluso con el poder para hundirlas. Lo mismo que fluyen las aguas del Tíber o las de ese mar que Jep ve en el techo de su habitación, su vida fue yendo por cenas, fiestas y demás saraos sociales donde se cruzan intelectuales, periodistas, vendedores de juguetes, mujeres socialmente comprometidas o no, de una alta sociedad tan vacua como sus vidas.


Es una película sobre la belleza, por lo tanto sobre lo efímero, sobre la nada que queda después de ese momento de extraordinaria belleza que vamos a recordar para siempre, y que muy bien puede valer por toda una vida. Eso es lo que da algún  resquicio de sentido a la vida de los personajes que van transcurriendo por la película, todos ellos náufragos de una juventud que ya fue y de una senectud que ahí está llamando a las puertas.


Mientras los jóvenes contemporáneos, o bien se refugian en la religión (ese colegio de monjas adolescentes) o en el desorden mental, náufragos también de esa nada inmensa de la que hablaba Ángel González, que les lleva al suicidio o a una creación artística pretendidamente intelectual pero que detrás de la fachada, de nuevo, se esconde una nada igualmente inmensa. 


Belleza hay a raudales en esta película, desde la música, hasta cada uno de los planos, los monumentos de Roma, la magnífica terraza con vistas al Anfiteatro en el que transcurre buena parte de la película, la forma tan elegante con la que Jep deja transcurrir una vida en la que ha dejado de crear, de sentir, a la que se enfrenta desde una hermosa lucidez.



Y Roma, esa ciudad eterna, decadente, un espacio urbano que es más un estado del alma, donde las palabras echan abajo máscaras de pretendida intelectualidad, de compromiso ciudadano impostado mientras se vive rodeado de criados, y se sale en televisión incluso los lunes, un día en el que ni siquiera los “camellos” salen a la calle, como señala Gambardella en uno de los mejores momentos de la película. Os dejo el vídeo por si alguien lo quiere ver.


Mientras tanto la cámara de Sorrentino nos lleva a ver Roma desde las alturas, a bajar al fondo de las criptas de las iglesias, a deambular por viejos pasillos oscuros llenos de esculturas clásicas, por interiores minimalistas, por la decadencia, por la desidia moral, por los caminos, en definitiva, de la vida.