martes, 29 de enero de 2013

Trees Lounge (Steve Buscemi, 1996)



Ópera prima de este actor que únicamente había rodado un corto como director, para dejarnos una más que apreciable película sobre lo que el propio Buscemi reconoció que podía haber sido su trayectoria vital si no hubiera salido de Long Island para dedicarse al mundo de la interpretación, unos estudios en el Actors Studio que compaginó con su trabajo como Bombero.


El caso es que después de empezar en 1989 a trabajar en el guión, el resultado final es un paisaje humano bañado en alcohol, una suerte de anti Cheers, ese bar amable, concebido como un refugio amistoso de una clientela de habituales. En este caso el bar que da nombre a la película, tiene sus fijos acodados en la barra sin otra finalidad que beber, un afición que es causa de sus problemas (matrimonios rotos, relaciones problemáticas, desempleo).


A través de varios personajes, algunos interpretados por el padre, el hermano y el hijo del propio Buscemi, lo que hace que la película sea algo muy familiar, traza un caleidoscopio de alcohólicos que ocultan en las tinieblas del bar el panorama desolador de sus propias existencias. Empresarios, madres, desempleados, jubilados, parejas, todos ellos soldados a la barra de un bar mientras la vida es lo que ocurre a su alrededor.


Sobre este panorama desolador, Buscemi no se ceba en los detalles dramáticos de las situaciones personales de sus personajes, sino que a través de cosas pequeñas, de las relaciones que se plantean entre ellos, vamos descubriendo la verdad que se oculta detrás de la mayoría de ellos, porque los hay que únicamente miran a lo lejos mientras apuran su bebida.


Buscemi con una dirección sencilla deja que las cosas sigan su propio ritmo, vayan pasando sin forzar nada, todo va fluyendo con el ritmo vital marcado por el alcohol y, en menor medida, por las drogas, fruto de un profundo conocimiento del comportamiento humano, un análisis no exento de humor negro para dibujar el panorama oscuro del alcoholismo y la angustia del adicto.

domingo, 27 de enero de 2013

Fontella Bass: El aliento de la vida



Para los amantes de la música negra, sea blues, jazz, soul o góspel, el año 2012 se cerró con una nueva mala noticia con el fallecimiento de Fontella Bass, una portentosa cantante nacida en la ciudad de Saint Louis en 1940, y que vería su fallecimiento el pasado 26 de diciembre, después de una carrera musical con altibajos y probablemente con un reconocimiento por parte del gran público un poco por debajo de lo que merecía la mujer que puso composición a un tema inmortal como es el archiconocido Rescue Me.


Una canción que forma parte de nuestro acerbo musical, al menos del mío, y casi siempre identificada con la voz de Aretha Franklin, otras de esas voces realmente fantásticas, pero que Bass puso en pie logrando que el sello de Chicago Chess Records lograra por primera vez desde hacía diez años, lograra vender más de un millón de copias de la canción, una cifra que solo había conseguido una década antes con Chuck Berry.

Sin embargo, como solía ser norma en la época, estamos hablando del año 1965, no eran los músicos los que más se beneficiaban de su trabajo y Fontella Bass no fue una excepción. Así, entre un cheque menguado y que su nombre no terminó de aparecer por ningún sitio vinculado a la creación de la canción, empezaron sus problemas con la discográfica que le valieron fama de polémica y eso la llevó, un poco después, en 1969, a dejar la escena norteamericana para dirigirse con su marido, el trompetista Lexter Bowie y el grupo Art Ensemble of Chicago, a París donde los rebeldes del free jazz eran recibidos con los brazos abiertos.



La dedicación a una familia con cuatro hijos, apartó un tanto a Fontella Bass de la escena musical, sobre todo después de que en 1972, su disco Free no alcanzara el éxito esperado. A pesar de algunas apariciones esporádicas, los aficionados tuvieron que esperar hasta 1990 para volver a reencontrarse con la voz de Fontella Bass, ahora de vuelta a lo que habían sido sus orígenes musicales, es decir, el góspel, de la mano de su madre, la también cantante Martha Bass y de su hermano David Peaston.


Y es que Fontella Bass había nacido en el seno de una familia muy musical, con su abuela cantando en funerales y a la que Bass, que con cinco años ya estaba en el coro de su iglesia, acompañaba antes de hacer estudios de piano. Su madre, Martha había sido miembro del prestigioso grupo de Clara Ward. Un ambiente de mujeres vinculadas a la música en el que Bass fue creciendo hasta que dio el salto a la música profana tocando el piano en algunas formaciones y clubes, hasta que se le dio la oportunidad de poner su voz en juego e iniciar una nueva trayectoria que vino a marcar su vida profesional y personal desde su adolescencia y hasta su muerte.

Una música que para ella fue como el título de una de sus canciones, un soplo de vida.



domingo, 20 de enero de 2013

Karla Black: “Mi obra no tiene significado, tiene consecuencias”

Exactly That (2012)

“No tienes que pensar qué es lo que representa, qué es lo que quiere decir; simplemente la obra está ahí y tú estás ahí. Ese es el intercambio que se establece, una suerte de realidad física”. De esa forma concluye esta escultora escocesa (Alexandria, 1972) una entrevista con Peter Simek.

For Use (2009)
Es esa presencia física de la obra lo que interesa con más fuerza a Karla Black, la artista más joven en ser nominada al Premio Turner en 2011, al mismo tiempo que su materialidad, los elementos necesarios para darle forma y que tienen mucho que ver con cosas que utilizamos todos los días como pueden ser detergentes, celofán, productos de aseo, toallas, entre otros.

Necessity (2012)
Como explica la misma Karla Black: “Siempre priorizo la experiencia con el material sobre el lenguaje, como forma de moverme, aprender y moverme por el mundo”.

Opportunities For Girls (2006)
Con ello da forma a unas obras que la propia artista considera esculturas, pero que rozan con las fronteras de la pintura, la instalación e incluso la performance. De hecho, en otro momento de la entrevista ya citada, la artista reconoce que “existe una división tradicional entre la escultura y la pintura. Durante la mayor parte del tiempo mi trabajo se asienta en ambas disciplinas. También se puede considerar como una performance o una instalación, pero en definitiva se trata de un objeto escultórico”.

Pleaser (2009)
En algunas ocasiones, debido a la fragilidad de sus obras, al uso de determinados colores y otros factores, se etiqueta su obra como femenina, etiqueta que rechaza Black, que sin embargo sí se sitúa en el entorno de un arte de corte feminista al reconocer como una de las influencias en su obra la corriente de performance feminista, unida a otras corrientes artísticas más genéricas como el expresionismo abstracto o el accionismo vienés.

Nothing is a Must (2009)
Unas esculturas con las que Black busca llevar a cabo “exploraciones en el pensamiento, la comunicación y las relaciones”, en palabras de la propia artista. Un trabajo relacionado, asimismo, con estudios psicoanalíticos acerca de los momentos prelingüisticos de los bebés, de la forma que tienen de relacionarse con los objetos, con los materiales maleables.

Concentration 55.
Esa es precisamente una de las propuestas que Black nos lanza, la de relacionarnos con sus obras como si fuéramos bebés, salvando claro está la posibilidad de tocar la obra, conscientes como somos de la fragilidad de la misma. Una obra que Black prohíbe que se exponga colgada de una pared, metida en una vitrina o elevada sobre un pedestal, algo por otra parte muy difícil de hacer debido a las dimensiones de algunas de ellas y a la fragilidad que ya hemos mencionado.