Después de ver la primera temporada de esta serie alemana, el visionado de la segunda era algo más que obligatorio, y a la espera de una tercera que ya anda por ahí.
Si en la primera, en algunos momentos al menos, la trama no avanzaba con la agilidad que sería deseable, en esta segunda ocurre todo lo contrario, y las distintas tramas corren que se las pelan, casi a la misma velocidad con la que ese tres misterioso hace el camino de vuelta hacia su ignoto lugar de procedencia, sea ese el que fuere.
La trama corre tanto, dejando momentos muy emocionantes de esos que hacen insufrible la espera para ver el siguiente capítulo, hasta el punto de que una de las historias secundarias que pone un puntito de incertidumbre, queda en vía muerta, quien sabe si para darnos alguna nueva sorpresa en la tercera campaña de la serie.
Sin embargo, eso no le resta un ápice de interés a la conjunción de fuerzas que se dan cita en la segunda temporada, donde el ambiente político y social se vuelve realmente explosivo y donde todo el mundo oculta algo, nadie o casi nadie, parece ser lo que realmente es, salvo el mafioso propietario del cabaret que de nuevo vuelve a ser un escenario importante de la historia, aunque esta vez con mucha menos relevancia de la música que en la primera temporada, salvo, quizá, por el tema que nos regala Brian Ferry, asesor musical de la serie.
Por la calles, en ocasiones más que lluviosas de un Berlín en los albores de una nueva y trágica década para la historia del mundo, circulan defensores de las bondades de la democracia, militares prusianos que añoran el regreso del emperador, comunistas luchando por implantar un régimen comunista a imagen y semejanza del ruso, y las camisas pardas de las SA entrando en juego para marcar los primeros escarceos antisemitas cebados en el jefe de policía y en el alcalde de la ciudad.
A partir de la conjunción de todos esos elementos, aparte de las peripecias vitales de los personajes, muy notable la del protagonista Gereon Rath, lo más normal es que cada uno vaya a lo suyo sin importarle las consecuencias para la vida de los demás, todos convencidos de que están luchando por los más altos ideales. Así, se cruzarán planes para el magnicidio, el simple pero muy lucrativo robo, y los empeñados en seguir haciendo lo decente, al menos por un tiempo, y las víctimas que van quedando por el camino fruto de juegos que son incapaces de comprender.
Los vivos son incapaces de deshacerse de los muertos, y todos juntos avanzan, confluyen en las vías ferroviarias, y todo parece que se aclara cuando se despeja la niebla (¿o acaso es una nube de gas tóxico?), pero ahí está la lluvia, el callejón oscuro, una capucha, un disparo, un muerto, un coche y a él nos subimos camino de una tercera temporada.