miércoles, 21 de agosto de 2019

Babylon Berlin 2ª temporada: Todo el mundo oculta algo en Berlín



Después de ver la primera temporada de esta serie alemana, el visionado de la segunda era algo más que obligatorio, y a la espera de una tercera que ya anda por ahí. 




Si en la primera, en algunos momentos al menos, la trama no avanzaba con la agilidad que sería deseable, en esta segunda ocurre todo lo contrario, y las distintas tramas corren que se las pelan, casi a la misma velocidad con la que ese tres misterioso hace el camino de vuelta hacia su ignoto lugar de procedencia, sea ese el que fuere. 




La trama corre tanto, dejando momentos muy emocionantes de esos que hacen insufrible la espera para ver el siguiente capítulo, hasta el punto de que una de las historias secundarias que pone un puntito de incertidumbre, queda en vía muerta, quien sabe si para darnos alguna nueva sorpresa en la tercera campaña de la serie.




Sin embargo, eso no le resta un ápice de interés a la conjunción de fuerzas que se dan cita en la segunda temporada, donde el ambiente político y social se vuelve realmente explosivo y donde todo el mundo oculta algo, nadie o casi nadie, parece ser lo que realmente es, salvo el mafioso propietario del cabaret que de nuevo vuelve a ser un escenario importante de la historia, aunque esta vez con mucha menos relevancia de la música que en la primera temporada, salvo, quizá, por el tema que nos regala Brian Ferry, asesor musical de la serie.




Por la calles, en ocasiones más que lluviosas de un Berlín en los albores de una nueva y trágica década para la historia del mundo, circulan defensores de las bondades de la democracia, militares prusianos que añoran el regreso del emperador, comunistas luchando por implantar un régimen comunista a imagen y semejanza del ruso, y las camisas pardas de las SA entrando en juego para marcar los primeros escarceos antisemitas cebados en el jefe de policía y en el alcalde de la ciudad.




A partir de la conjunción de todos esos elementos, aparte de las peripecias vitales de los personajes, muy notable la del protagonista Gereon Rath, lo más normal es que cada uno vaya a lo suyo sin importarle las consecuencias para la vida de los demás, todos convencidos de que están luchando por los más altos ideales. Así, se cruzarán planes para el magnicidio, el simple pero muy lucrativo robo, y los empeñados en seguir haciendo lo decente, al menos por un tiempo, y las víctimas que van quedando por el camino fruto de juegos que son incapaces de comprender.




Los vivos son incapaces de deshacerse de los muertos, y todos juntos avanzan, confluyen en las vías ferroviarias, y todo parece que se aclara cuando se despeja la niebla (¿o acaso es una nube de gas tóxico?), pero ahí está la lluvia, el callejón oscuro, una capucha, un disparo, un muerto, un coche y a él nos subimos camino de una tercera temporada.

martes, 13 de agosto de 2019

Babylon Berlin 1ª temporada: Todo es posible en Berlín



Vaya por delante que una serie que inicia los créditos con guiños al cine expresionista alemán, al diseño de la Bauhaus y con una música con ecos al dodecafonismo, despierta con total seguridad mi curiosidad para echarle un vistazo a un producto que, de mano, ya tiene todo mi interés. Con ese arranque tenía que echarle un vistazo sí o sí, al contenido de la segunda serie de factura alemana con la que me enfrento después de la magnífica Hijos del Tercer Reich (Unsere mütter, unsere väter).




Otro de los grandes atractivos personales que tenía a priori para mí la serie, es la ambientación en el Berlín de 1929, en la capital de una renqueante República de Weimar, salida de las ruinas de la Primera Guerra Mundial, y que nunca terminó de asentarse con la fuerza suficiente como para hacer frente a dos poderosas fuerzas, destinadas a chocar con enorme virulencia unos años más tarde. Una república desgarrada entre las tensiones provocadas por los izquierdistas radicales por un lado, y por la extrema derecha del partido nazi, todavía incipiente, por otro.




Calles de Berlín que acogen, por un lado la miseria de la clase obrera totalmente pauperizada, sin esperanza, obligados a vivir hacinados en condiciones infrahumanas, comiendo la misma carne llena de gusanos que se tira a los perros, eso cuando hay dinero para comprar carne, claro está. Organizados en poderosas organizaciones de izquierdas que toman las calles, promueven huelgas y disturbios ante los que la policía responde sin contemplaciones.




La sangre corre por las calles, de la misma forma que el alcohol lo hace en los clubes nocturnos, controlados por mafias, la droga y la música de swing o de jazz suena a todo trapo para deleite de bailarines, cantantes, transexuales y jóvenes que buscan llevar algo de dinero a su casa traficando con lo único que tienen, su cuerpo.




Un Berlín convulso, en plena ebullición, donde los rusos se matan en sus calles con enorme entusiasmo, tanto que la policía germana ni se molesta en investigar, mientras que un joven inspector llegado de Colonia, Gereon Rath, también afectado por las consecuencias físicas y emocionales de la guerra, tendrá que meterse de lleno en ese mundo para tratar de localizar una película pornográfica que pone en riesgo la carrera política de su suegro.




Entremedias, un misterioso tren procedente de Rusia pondrá la parte política de la trama, y todo terminará por confluir en un único punto, en un Berlín vibrante, frenético, de ex soldados rotos por la guerra, proletarios sin empleo, nostálgicos de las glorias imperiales, trostkistas ingenuos que creen que podrán deshacerse de Stalin para llevar adelante la verdadera revolución, judíos, cristianos, mafiosos armenios, y todos y cada uno de ellos tiene algo que ocultar, llevan a cuestas sus sombras como la propia ciudad cuando cae la noche.




Una buena primera temporada que posiblemente tiene más interés histórico que por como lleva adelante la narrativa, pero que deja las ganas abiertas para ver la segunda temporada.




Mención aparte merece la excelente ambientación musical y una de las mejores coreografías que he visto en mucho tiempo, de la mano del tema Zu Asche zu Staub (A las cenizas, al polvo) que, en esto coincido con la opinión de Javier Olivares, es más que una canción, un himno, cantado por la lituana Severija Janusauskaite, que da vida a Svetlana, otra exiliada rusa que tiene mucho que ver con el tren misterioso. Os dejo el vídeo como remate final.


jueves, 8 de agosto de 2019

True Detective 3ª temporada: Igual va siendo hora de dejarla descansar en paz



Después de una primera temporada absolutamente fantástica, una segunda para olvidar en su totalidad, llegó una tercera tanda de la franquicia de True Detective, y una vez vista a uno le queda la sensación de que va siendo el momento de dejar el tiempo pasar y enviar la serie a vía muerta, darle carpetazo como a un caso ya resuelto y pasar a otra cosa.




Eso no quiere decir que la serie no tenga cosas apreciables, pero sí que se mantiene todo el rato en una zona gris, vamos ni chicha ni limoná, culminado todo ello con un capítulo final que me resultó de lo más aburrido que vi en mucho tiempo y con un tramo último de resolución de la trama que le deja a uno con cara de “esto es una broma ¿no?”. Supongo que a la altura de una historia que se podía haber dejado resuelta en la mitad de episodios.




La mejor parte de la serie es la figura de “Purple” Hays, detective negro veterano de Vietnam y cuyos recovecos psicológicos son de lo más interesante de la serie y que le permiten a Mahershala Ali dejarnos una muy buena interpretación. Soldado de reconocimiento de largo alcance, está acostumbrado a moverse en la selva con total sigilo y en total soledad, y eso le va acompañar durante toda la serie, la soledad.




Probablemente la peor de las soledades posibles, la del que incluso se siente solo cuando está acompañado, una soledad basada también en el horror de lo visto, la maldición de ser el hombre que sabe, al modo del personaje que encarna John Wayne en Centauros del desierto, y ese conocimiento le aparta de sus semejantes, de una familia a la que quiere mantener lejos para no herirla con sus zonas oscuras y que, precisamente, por eso, termina causando un daño que no busca.




Parece el sino de los veteranos de Vietnam, de aquellos que combatieron en la selva y que nunca lograron salir de ella (son innumerables las películas norteamericanas al respecto y novelas como Dog Soldiers), lastrados por una experiencia traumática imposible de dejar atrás. Luego llegará la mala jugada de una memoria que se resiste a quedarse, que empieza a dejar a Hays de la mano de la enfermedad, y tiempo y memoria se convierten en dos de los personajes invisibles de la trama.




Una trama que atraviesa tres décadas y que a la tercera se resuelve de aquella forma y manera, y nos deja con una suerte de happy end que cierra el círculo del mal y, supongo yo, intenta dejar al espectador con un buen sabor de boca y lo único que consigue es dejarle con un tedio importante y ganas locas de pasar a la siguiente serie que uno tiene en su particular cola de impresión, y que en mi caso se titula Babylon Berlín.

lunes, 5 de agosto de 2019

Jena-Baptiste Tournassaud (Montmerle-su Saône, 1866 – Montmerle, 1951): El tiempo que pasa



Con motivo del centenario de la finalización de la Primera Guerra Mundial, primero en Francia y y este año en España, se está volviendo a sacar a la luz el trabajo fotográfico de este comandante del ejército francés, que fue director del Servicio Fotográfico y Cinematográfico de Guerra, durante el conflicto bélico, labor a la que aplicó todo su conocimiento y sensibilidad artística, dejando para la posteridad una colección de imágenes impresionante.




Amigo de los hermanos Lumière, fue uno de los primeros en experimentar con el pictorialismo, para dotar a sus fotografías de color, andando un camino confluyente con el impresionismo, para conseguir trasladas a las imágenes las sensaciones del fotógrafo ante el objeto o la escena fotografiada, logrando composiciones muy especiales, que adquieren una mayor sensación de movilidad, de dinamismo, de dramatismo y de un cierto aire de irrealidad como el que tienen todas las fotografías coloreadas.




La colección de imágenes del conflicto que desgarró Europa entre 1914 y 1918, nos dejan retratos (fue el retratista oficial de Clemenceau, primer ministro galo durante la guerra) de soldados que miran atrás, mientras la nieve borra sus huellas del camino, casi como si se estuvieran despidiendo conscientes de los peligros que les acechan y no solo los climatológicos.




Otras veces, son destacamentos que se lanzan al combate cobijados por un cielo de tormenta, otras veces expectantes en medio de una niebla que difumina los contornos, que pone un marco aún más dramático si cabe, a la invisible amenaza que saben que les espera. Compañeros que llevan un cadáver atravesando una trinchera, el momento del descanso, o la imagen más tierna de una novia o esposa, subida a una roca para poder besar a su amado soldado de caballería.




O los niños que observan, seguramente sin terminar de entender las razones de ello, a una vieja estatua apeada de su pedestal por alguna explosión, rota ya en el suelo y perdido todo el sentido de gloria, de historia eterna que tenía antes. En un instante, todo ha cambiado, ha caído al mundo terrenal, ya no hay admiración, solo indiferencia, una cierta sorpresa, mientras la vida sigue caminando en medio de las dificultades de todo tipo. 




Y ese árbol tronchado a cuyo pie vemos un casco todo abollado, símbolo de una barbarie que nada respeta, ni al arte, ni a la naturaleza, ni al ser humano. Y acaba la guerra y solo quedan banderas y fusiles clavados en la tierra, como símbolo último de la inutilidad de una guerra cuya finalización no hizo más que anunciar la siguiente, aún más desgarradora.




Pero Tournassoud no fue solo un fotógrafo militar, terminó siendo simplemente fotógrafo una vez abandonado el ejército, y se revelará como un apasionado del mundo animal, de la naturaleza, de la arquitectura, de las personas, mientras documenta, bien en blanco y negro, bien en color, la transformación de un mundo rural al que va llegando la modernidad, y esas tres mujeres que vemos en una de sus obras, tirando de un arado con sus propias fuerzas, sin hombres ni animales, absorbidos por una guerra insaciable.




Más información: Wikipedia [en], Patrimoines [fr], France 3 [fr], Le progrès [fr].