domingo, 24 de enero de 2016

Bron Broen tercera temporada: Las brillantes nieblas nórdicas



Ya he puesto de manifiesto en este mismo espacio mi devoción por las dos primeras temporadas de esta serie suecodanesa (temporada 1, temporada 2), tiene al puente que une a los dos países nórdicos, como mudo protagonista de las historias policiacas que los guionistas se sacan de la manga en cada una de las temporadas.


Ciertamente, saber que Martin Rohde, el policía danés que acompañó a Saga Noren en las dos primeras, no iba a estar en esta tercera temporada, levantaba un cierto sentimiento de duda al respecto de si el nuevo compañero de Saga iba a tener con ella la misma química, algo casi imposible diría yo.


Efectivamente, mi sensación se vio confirmada pero no del todo, y digo esto porque si bien el personaje de Henrik Sabroe no termina de conectar de la misma manera en lo que lo hacía su antecesor, sí es cierto que logra, probablemente por tener igualmente un pasado tormentoso, empastar bien con Saga, personaje con síndrome de Asperger lo que le impide empatizar con sus semejantes.


Esta tercera temporada nos mete de lleno en uno de los aspectos sociales más determinantes en el desarrollo de la personalidad, como es el mundo de la familia, y como aquellas cosas que nos ocurren en nuestra infancia y juventud pueden llegar a marcar de forma dramática el resto de nuestra vida, introduciendo además, una reflexión en torno a la propia responsabilidad que se tiene en ese sentido, es decir, sin caer en el mero determinismo sino dejando abierta la puerta a la posibilidad que tenemos cada uno de nosotros para elegir, para tomar decisiones que nos lleven a buen puerto.


La familia estructurada o no, el deseo ferviente de construir una familia propia, familias tóxicas, sociedades empeñadas en controlar todos los aspectos sociales y que fallan probablemente por ese afán de control tan absoluto, las dificultades que al parecer también existen en las sociedades nórdicas con los temas de género, o la forma de afrontar los conflictos escolares o la inmigración.


Esas son cuestiones de fondo que se van tocando a lo largo del correlato de crímenes horrendos a los que se enfrentarán Saga y Henrik, obligados al mismo tiempo a medirse a los fantasmas personales de cada uno de ellos, caminando por terrenos desolados o llenos de escombros, al modo de metáforas de las desestructuradas vidas interiores de cada uno de ellos, obligados a caminar por pasillos oscuros, por el lado negro de la vida para dar caza al asesino y, al mismo tiempo, encontrar un modo metafórico de salida del callejón personal en el que están.



No hay mucho lugar para la redención, mientras el mundo que cada uno de los personajes ha ido construyendo a su alrededor, se desmorona en medio del drama, de tal modo que, en algunos casos, la renuncia es la única salida posible, el poner el contador a cero para iniciar una nueva carrera. El final de la tercera abre la posibilidad a una cuarta temporada, estaremos atentos a ello.

lunes, 18 de enero de 2016

Winter’s bone: Hace mucho frío en la vida



Televisión mediante hace unos días pude descubrir esta película de 2010, dirigida por Debra Granik, y que ha sido galardonada en diversos festivales incluidos los de Sundance (mejor película dramática y mejor guión) o Berlín, entre otros además de sumar cuatro nominaciones a los Óscar, aunque sin suerte.


Nos encontramos ante una tragedia en el ambiente rural de una zona montañosa entre los estados de Missouri y Arkansas, donde sus pobladores viven de una forma muy similar a la de los pioneros del oeste: cabañas de madera, una mínima ganadería caballar si acaso, y la caza como recurso alimenticio. Un mundo cerrado sobre sí mismo, regido por unas leyes no escritas pero no por ello menos estrictas, y cuya vulneración provoca consecuencias inmediatas.


Un mundo también en el que las mujeres tienen un papel absolutamente fundamental, como guardianas y protectoras, mientras los hombres se dedican al tráfico de drogas, pero son ellas las que toman las decisiones, las encargadas de mantener los estándares morales en ese microcosmos, y, en caso necesario, encargadas de impartir una particular justicia violenta, e incluso cuando se generan momentos de ternura, el trasfondo violento siempre está vivo.


En esta historia protagonizada por una adolescente de 17 años, obligada a convertirse en la cabeza de familia a cargo de una madre enferma y dos hermanos pequeños, con su padre en la cárcel por cocinar metanfetaminas, a punto de perder la casa después de ser puesta como fianza para la salida de la cárcel de un  padre al que todo el mundo busca pero nadie logra encontrar.


La necesidad de proteger a su familia, obliga a la joven, magníficamente interpretada por Jennifer Lawrence, a emprender un camino sin fin cierto para encontrar a su padre. Eso le va a obligar a adentrarse en las oscuridades del microcosmos en la que está inserta, y recorrer caminos vitales tan intrincados como los abiertos en un bosque fantasmal, de árboles desnudos y naturaleza poco o nada amable y que termina convirtiéndose en un protagonista más de la película.



Poco a poco van aumentando las dosis de tensión, las dosis de violencia, eso sí, sin desbordarse en ningún caso, sino surgiendo de repente, de forma inesperada, según se nos van insinuando, porque son pocas las cosas que se nos cuentan con claridad, los secretos de ese mundo en el que la verdad es demasiado terrible.

miércoles, 6 de enero de 2016

Wolfgang Grasse: “A veces nuestros sueños son más poderosos que la realidad”




Este titular extraído de una entrevista concedida por el artista a un medio de comunicación australiano, resume algo de las intenciones que se muestran en la obra de este alemán asentado en Tasmania desde mediados de los años 60, pero manteniéndose fiel a su estilo realista fantástico que lo enlaza con la escuela vienesa, pero también con el arte de El Bosco, el surrealismo francés y el arte de los japoneses Hokusai, Kunisada o Hiroshige, como él mismo ha reconocido.




Nacido en Dresde en 1930, vio desde la distancia, vivía en un pueblo próximo, la destrucción de la ciudad a cargo de la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial. Una impresión que dejó profunda huella en sus ojos, llegando a describirla como una “terrorífica puesta de sol”, tal fue el reflejo de los incendios en el cielo de la zona vistos desde la distancia.




Allí estudió arte de la mano de su abuelo, para después pasar un tiempo en Italia, y de regreso a la Alemania del Este, en un desplazamiento tuvo la maña suerte de que la policía le encontrara una caricatura del padrecito Stalin, lo que le valió un juicio, una condena a muerte conmutada por 25 años de prisión, de los cuales acabó cumpliendo ocho. Una condena tan demencial como el propio sistema estalinista, si tenemos en cuenta, como Grasse explicó en alguna ocasión, un asesinato traía aparejada una condena de 10 años, mientras que una caricatura podía costar 25.




Durante su estancia en prisión, volvió a tener un contacto directo con la muerte, después de ver como compañeros suyos de reclusión iban muriendo, debido a las malas condiciones de la comida que les ofrecían en prisión. Por la atmósfera opresiva vivida por los países del denominado bloque del Este, y por lecturas que había hecho en su infancia, decidió disfrutar del resto de su existencia en Australia, concretamente en Tasmania.




Cambio de residencia sin que su arte se inmutara lo más mínimo, y siguiera inmerso en su particular universo en el cual la muerte, la religión, la combinación de elementos fantásticos, al modo de El Bosco, por ejemplo, son sellos muy visibles y característicos dentro de ese realismo fantástico de la Escuela de Viena al que se mantendrá siempre fiel.




No hay nada de abstracto en un arte marcado por la experiencia bélica, y por los sucesos generados en la Europa de postguerra, caso de la invasión soviética de la antigua Checoslovaquia en el 68 poniendo final trágico a lo que se conoció como la primavera de Praga, y esa atmósfera rancia generada por la guerra fría y la doctrina de equilibrio de bloques bajo la premisa de la destrucción mutua asegurada, que acostumbró a todos los europeos a convivir con el fantasma de una nueva guerra mundial, esta vez, sí, definitiva.





“Fantástico es el contenido, y es fantástico porque sólo ocurre en nuestros sueños, pero pintado de una forma muy realista” (Wolfgang Grasse).

Más información: Art of imagination [en], Tripod [en], ABC Net [en].