Ya he puesto de manifiesto en este mismo
espacio mi devoción por las dos primeras temporadas de esta serie suecodanesa
(temporada 1, temporada 2), tiene al puente que une a los dos países nórdicos,
como mudo protagonista de las historias policiacas que los guionistas se sacan
de la manga en cada una de las temporadas.
Ciertamente, saber que Martin Rohde, el
policía danés que acompañó a Saga Noren en las dos primeras, no iba a estar en
esta tercera temporada, levantaba un cierto sentimiento de duda al respecto de
si el nuevo compañero de Saga iba a tener con ella la misma química, algo casi
imposible diría yo.
Efectivamente, mi sensación se vio
confirmada pero no del todo, y digo esto porque si bien el personaje de Henrik
Sabroe no termina de conectar de la misma manera en lo que lo hacía su
antecesor, sí es cierto que logra, probablemente por tener igualmente un pasado
tormentoso, empastar bien con Saga, personaje con síndrome de Asperger lo que le
impide empatizar con sus semejantes.
Esta tercera temporada nos mete de lleno en
uno de los aspectos sociales más determinantes en el desarrollo de la
personalidad, como es el mundo de la familia, y como aquellas cosas que nos
ocurren en nuestra infancia y juventud pueden llegar a marcar de forma
dramática el resto de nuestra vida, introduciendo además, una reflexión en
torno a la propia responsabilidad que se tiene en ese sentido, es decir, sin
caer en el mero determinismo sino dejando abierta la puerta a la posibilidad
que tenemos cada uno de nosotros para elegir, para tomar decisiones que nos
lleven a buen puerto.
La familia estructurada o no, el deseo
ferviente de construir una familia propia, familias tóxicas, sociedades
empeñadas en controlar todos los aspectos sociales y que fallan probablemente
por ese afán de control tan absoluto, las dificultades que al parecer también
existen en las sociedades nórdicas con los temas de género, o la forma de
afrontar los conflictos escolares o la inmigración.
Esas son cuestiones de fondo que se van
tocando a lo largo del correlato de crímenes horrendos a los que se enfrentarán
Saga y Henrik, obligados al mismo tiempo a medirse a los fantasmas personales
de cada uno de ellos, caminando por terrenos desolados o llenos de escombros,
al modo de metáforas de las desestructuradas vidas interiores de cada uno de
ellos, obligados a caminar por pasillos oscuros, por el lado negro de la vida
para dar caza al asesino y, al mismo tiempo, encontrar un modo metafórico de
salida del callejón personal en el que están.
No hay mucho lugar para la redención,
mientras el mundo que cada uno de los personajes ha ido construyendo a su
alrededor, se desmorona en medio del drama, de tal modo que, en algunos casos,
la renuncia es la única salida posible, el poner el contador a cero para
iniciar una nueva carrera. El final de la tercera abre la posibilidad a una
cuarta temporada, estaremos atentos a ello.