Resumiendo mucho y dejando una frase del país de Perogrullo, podríamos concretar la base fundamental de este peculiar creador nipón: la propia conciencia del paso del tiempo es lo que nos hace tomar conciencia de que estamos vivos.
En buena lid, ahora toca que intente explicar un poco más esa frase que por sí misma no parece decir gran cosa. La noción del tiempo que pasa, esas rutinas que tenemos todos los días que nos ponen el marco de referencia de nuestra existencia, son susceptibles de ser convertidas en arte de la mano de un japonés del que parece que no existe ninguna fotografía, no concede entrevistas, no habla de su obra o no se sabe si acude o no a sus propias exposiciones.
Nacido y formado en el país del Sol Naciente, lleva muchos años residiendo en Nueva York. Antes de llegar a la ciudad de los rascacielos, trabajó en una serie de pinturas en las que el protagonista era el cuerpo humano en descomposición, influido, como no podía ser de otra manera, por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Unas obras que fueron destruidas por el propio autor.
En 1965 llega a Nueva York y un año después empieza a hacer una serie a la que llama Today (Hoy), unas pinturas muy simples con una fecha pintada en blanco sobre un fondo uniforme. Obras que realiza en un día y si no es así, simplemente las destruye. En ellas refleja fechas que tiene algún tipo de significado para el artista.
De igual modo, construirá One Million Years (Past), un libro en el que aparecen escritas a máquina, uno por uno todos los años entre 998.031 a.C. y 1969. Un millón de años ni más ni menos, y dedicado “Para todos aquellos que nacieron y murieron”. Libro en 10 volúmenes que tuvo su continuidad con One Million Years (Future), en este caso desde 1969 al 1.001969, y dedicado en este caso “Para el último”. Libros que luego tuvieron su traducción oral, con una pareja leyendo los años uno por uno, en una acción que se llevó a cabo en espacios expositivos, pero también en diversas calles y plazas.
Durante algún tiempo, On Kawara estuvo enviando telegramas diarios a varios amigos suyos con un único mensaje: “I am still alive” (Sigo vivo). En I went recoge mapas donde señaló lugares por los que había transitado en un día determinado, y es que para este artista el desplazamiento es una forma de conocimiento fundamental. En I read (1966-1995), reunió 18 volúmenes con noticias de prensa leídas a lo largo de esos años, algunas con anotaciones propias.
Kawara va así construyendo su propia memoria diaria, y nos dice a todos que está vivo, mantiene su propia existencia y su obra es la prueba de ello, y en la medida en que nosotros la estamos contemplando también demostramos y reafirmamos nuestra presencia en el mundo.
“Su arte retrata la existencia del tiempo y su propia presencia, pero no es sólo un trabajo representativo: se detiene también en el movimiento y traza una separación tajante entre lo estético y lo conceptual.” (Agustín Marangoni)