A pesar de haberse graduado en la Musashino Art University de la capital japonesa, Kato tardó varios años en dedicarse de forma profesional al mundo del arte. Y es que cuando finalizó sus estudios, su atención estaba puesta en la música lo que llevó a formar parte de una banda.
De regreso al mundo artístico, Kato ha venido desarrollando una obra que si bien tiene reminiscencias muy antiguas ha entrado con mucha fuerza en la contemporaneidad, planteando cuestiones que tienen que ver con lo fundamental de la existencia humana que tiene que ver con la razón y con el instinto.
De hecho su pintura tiene mucho de instintiva, ya que rara vez tiene en su mente el trabajo terminado, sino que este se va desarrollando según va aplicando los colores, muchas veces directamente con las manos, sobre el lienzo. En sus primeros trabajos empezaron a cobrar vida seres embrionarios, larvados con potencialidad para convertirse en seres vivos, seres a punto de metamorfosearse y adquirir una forma humana mientras flotan en lo que parece ser líquido amniótico.
El mismo Kato reconoció en una entrevista concedida a Gianni Romano en 2006, que el hecho de utilizar la pintura de una manera informal es una manifestación de la profunda confianza que tiene en el ser humano y en su poder mental, y de ahí también que sus modelos pictóricos sean los dibujos de los niños, personas con discapacidad y el arte primitivo.
Desde sus inicios ha pintado rostros humanos “con líneas y círculos, como hacen los niños”, dice en la misma entrevista, con un contenido profundamente simbólico, convencido como está de que no es una persona perfecta ni existe nadie que lo sea en el mundo, ya que, como él mismo dice, no “podemos controlar nuestras emociones ni nuestros instintos, y eso nos hace cometer errores”. Sun pintura surge de un impulso tan primario “como el llanto de un niño”, reconoce el propio Kato.
Esos primeros seres que pinta Kato, son figuras que trasladan un sentimiento de soledad, de pérdida, tal vez de abandono, incluso cuando comparten espacio con otras figuras a las que parecen no ver, incapaces como son de tender puentes de comunicación siquiera visual, mientras flotan en unos fondos abstractos, muchas veces de tonalidad uniforme, y con un énfasis en sus cabezas y en los órganos sexuales, remarcando esa dualidad de razón e instinto de la que hablaba antes.
En 2003, el artista japonés que me ocupa hoy, abandona un poco la preocupación por la apariencia externa de sus seres, y pasa a dar una mayor importancia a su vida interior, con unas figuras profundamente emocionales muy relacionadas con el arte primitivo, al que trascienden para permanecer frescas.
Recientemente, Kato también ha empezado a realizar esculturas, como la que expuso en la muestra titulada Lonely Planet, de una figura con apariencia de niño pero de grandes dimensiones que causó un gran impacto en la audiencia.
Cuando Romano, en la entrevista ya citada más arriba, le preguntó si consideraba que el aspecto psicológico era más importante que el formal en su obra, el creador japonés respondió: “Para mí las dos cosas son igualmente importantes, porque necesito de toda mi habilidad. Todo es igualmente importante para mí”.