Después de haber podido ver dos espectáculos de la bailarina y coreógrafa asturiana, Olga Mesa, lo que me queda claro es que hay que acercarse a su trabajo con una mente totalmente libre de prejuicios y con una absoluta disponibilidad a dejarse sorprender, a entrar en un mundo de referencias que no lo son y en el que los bordes entre cuerpo, voz e imagen se diluyen hasta desaparecer para conformar un todo único.
En 2003, la entidad bancaria Cajastur trajo a Oviedo dentro de su programa Encuentros en Asturias, a Olga Mesa con su espectáculo Suite au dernier mot: au fond tout est en surface (Continuación a la última palabra: en el fondo todo está en la superficie) que era el tercero de los cinco movimientos de los que constaba el proyecto Más público más privado, y uno de mis primeros contactos con la danza contemporánea.
Un espectáculo en el que planteó un trabajo de enorme cercanía al público, en el que daba una gran importancia a las palabras (de hecho habló mucho más que bailó), hasta colocarnos a los espectadores en una situación casi de amistad, como si estuviéramos todos en una gran salón compartiendo confidencias. "He querido crear un poema biográfico documental sobre los espacios intermedios entre la memoria, su experiencia, su formulación y su presentación", dijo Olga Mesa en relación a ese espectáculo. Palabras, movimientos que seducen al público, en una especie de invitación subliminal para formar parte de lo que está viendo.
Montaje absolutamente reducido a lo sustancial, a la esencia de un cuerpo que se mueve a impulsos subjetivos, impelido por una fuerza interior que le conduce por un espacio desnudo, minimalista. La luz se enciende y se apaga, se mueve en medio de la oscuridad, apenas si somos conscientes de donde se encuentra el cuerpo, mientras oímos fragmentos de textos políglotas, y músicas en las que se entrecruzan Puccini (Madame Butterfly), Jason Kahn (Fields), Julio Sosa cantando La Comparsita, y la japonesa Saeki interpretando La balada para un loco de Astor Piazzolla (eso se dice en el programa aunque la voz que se oye es masculina).
Una representación intuitiva en medio de territorios visuales, sonoros, de referencias difusas, inmediata, sensible en el que es el cuerpo el elemento del que se extraen sonidos que remiten a estados profundos de la mente, a sensaciones íntimas, en un proceso que tiene algo de rito y en el que interpela al público con la mirada y con un interrogante repetido: ¿puedo comenzar? Hay voces que provienen del otro lado, de una lejanía tecnológica, mientras el cuerpo se nos muestra en su desnudez sin imponer nada, sólo cuerpo aceptado, tan desnudo como las palabras, las músicas y las imágenes con las que comparte espacio y tiempo.
Sensación extraña de ver un patio de butacas vacío, y los espectadores en el escenario convertidos por un momento en actores sin pretenderlo, con las miradas abiertas a un horizonte que parece que ahora nos mira, en un juego de miradas invisibles. Interrogantes aleatorios.
"Solo a Ciegas, ¿por qué este título? Quizás porque mi mirada quiere situarse de nuevo en el cuerpo a través de una práctica sutil, comprometida, (no) visible y arriesgada en el espacio, simplemente. Sé que esto es sólo un principio posible en donde comenzar a esbozar un paisaje de memorias escondidas, en donde buscar la historia de una presencia que se desprende de su propia imagen y su propia formulación". (Olga Mesa. Dedicado a Antón y Angelina).
Taller de Olga Mesa: El cuerpo próximo
Olga Mesa. Work in progress.