Templo dórico, octástilo (ocho columnas en cada uno de los lados cortos y 17 en los largos), anfipróstilo (presenta dos pórticos), y períptero (rodeado de columnas por los cuatro lados), elevado sobre un estilóbato o basamento de tres gradas. Elevado en un espacio que domina la ciudad de Atenas y que reúne el hecho de ser Acrópolis (recinto de carácter defensivo), y Temenos (recinto sagrado)
Esa podría ser una primera y somera aproximación a un edificio de una gran complejidad que le han convertido, a pesar de su estado que refleja claramente las vicisitudes por las que ha tenido que pasar, en una de las figuras más rutilantes de la historia del arte.
Construido en pleno siglo V a.C. (en sustitución de un primer santuario que había sido destruido por los persas en el 490 a.C.), durante el mandato de Pericles (el que pasa por ser el padre de la democracia), quien encargó la dirección general de la obra al escultor Fidias, y con Ictino y Kalicrátides como arquitectos. Un templo destinado a albergar una estatua monumental, de más de 11 metros, elaborada en técnica crisoelefantina (combinando oro y marfil, y que fue más costosa que el propio templo), de la Atenea Parthenos (virgen y protectora de la ciudad a la que dio nombre) La complejidad del programa escultórico del templo alargaría las obras hasta el 432 a.C.
La estructura general del Partenón, sigue con bastante fidelidad los ejemplos anteriores al siglo VI a.C. con una estructura rectangular dividida en pronaos (vestíbulo de entrada), naos (santuario), sagrario o cámara de la diosa (el verdadero Partenón) y opistodomos (pórtico posterior). Dentro de esa estructura que podríamos considerar clásica, ya empiezan a aparecer variaciones, como puede ser la aparición de tres naves en el interior de la naos con una doble columnata superpuesta en dos pisos, apareciendo en el superior columnas de orden jónico, para formar una galería en cuyo centro se colocaría la estatua de Atenea elaborada por el propio Fidias. Sobre el año 200 a.C. esta estatua fue dañada por un incendio, y se cree que fue sustituida por una nueva entre el 165-160 d.C. sin que haya llegado hasta nosotros.
El material que domina en el edificio es el mármol pentélico, nombre que recibe del lugar de extracción en el monte Pentélico, a unos 13 kilómetros de distancia de la capital griega, y del que se necesitaron alrededor de 22.000 toneladas. Salvo por la madera de las techumbres, en el mármol blanco pentélico se construyó el resto del edificio, con bloques cuidadosamente tallados para hacer encajar a la perfección un sillar con otro para lo que se utilizaron grapas de plomo fundido, ya que no se utilizaba ningún tipo de cemento o argamasa para unirlos.
Correcciones ópticas
Aunque no fue el Partenón el primer edificio en el que se utilizaron correcciones ópticas destinadas a evitar las deformaciones que produce observar los edificios desde una cierta distancia, si fue en el que se alcanzó un mayor grado de virtuosismo, de complejidad, lo que obligó a que prácticamente cada sillar, cada elemento tuviera un cuidadoso estudio de proporciones para crear un conjunto que diera una apariencia real de total perfección.
Correcciones ópticas que ya empezaban en el estilóbato, o base sobre la que se asienta el tempo, algo que recibe el nombre técnico de refinamiento, ya que al ser una superficie larga (69,51 m x 30,86 m) y plana tendríamos la sensación de que el centro aparece hundido al verlo desde la distancia, de ahí que aparezca ligeramente abombado tanto en la parte central de los lados largos laterales como en los dos frentes de las fachadas. Además de eso, todas las líneas horizontales están combadas de forma convexa y todas las verticales inclinadas hacia dentro, de tal forma que las columnas están ligeramente más próxima entre sí por arriba de lo que lo están por abajo.
Para evitar que veamos que las columnas de los extremos como más delgadas que las otras, aquellas presentan un grosor algo mayor. Eso obliga también a modificar el tamaño de triglifos (tapan los espacios correspondientes al final de las vigas de madera) y metopas (espacios cuadrangulares decorados con relieves y alternantes con los triglifos), de tal manera que el ancho disminuye desde el centro hacia los lados, además de tener que trabajar cada uno de los bloques de mármol con unas dimensiones y unas formas predeterminadas para que todo el conjunto encajara de una forma armónica para convertir a este edificio en paradigma de la perfección.
El color
Estamos acostumbrados a ver los edificios antiguos con el color de la piedra desnuda, sin ningún tipo de pigmento, lo que llevó en muchas ocasiones, en un intento de recuperar la apariencia antigua, a eliminar colores u otros elementos que se consideraban añadidos y que impedían la vista del aspecto primigenio que habría tenido el edificio.
Pero eso no sólo no es verdad sino que además es mentira, ya que los edificios antiguos solían estar pintados, y en muchas ocasiones con colores chillones, fuertes, de fuerte impacto visual. En el caso del Partenón se encontraron restos de pintura roja y verde, y algunos restos de marrones en una de las metopas en las que se representa una centauromaquia, lo que hace sospechar a los expertos que se daría una primera capa de castaño claro, para luego pintar las vigas en azul y rojo, mientras que el fondo de los bajorrelieves sería azul y rojo, una greca marrón, con hojas blancas y rojas y un filete dorado recorriendo todo el friso. Las columnas probablemente aparecieran pintadas con apliques dorados en el remate del tejado. Los muros interiores eran de un rojo vivo y hojas y rosetones adornaban el techo.
Vicisitudes
A pesar de todos los avatares históricos por los que pasó Grecia, este templo permaneció prácticamente intacto durante XXI siglos, ya que no sufrió graves alteraciones hasta que los bizantinos lo transformaron en iglesia dedicada a la Virgen María, añadiéndole un ábside en el pronaos, transformando las columnas interiores y practicando varios accesos. Esa finalidad la mantuvo hasta 1458, año en el que los turcos lo convirtieron en mezquita elevando el pertinente minarete en el opistodomos.
En 1687, con motivo de la guerra entre turcos y venecianos, los primeros utilizaron el Partenón como polvorín, motivo por el cual fue bombardeado por los italianos con tan buena puntería que acertaron de lleno provocando una explosión que causó enormes daños especialmente en el interior. Los venecianos intentaron llevarse algunas de las estatuas del frontón provocando su rotura al caerles directamente al suelo.
Las esculturas que sobrevivieron en ambos frontones se arrancaron en el siglo XIX, autorizando las autoridades turcas su venta a Lord Elgin, quien las donó al Museo Británico en 1816, donde todavía permanecen a pesar de las periódicas reclamaciones del gobierno griego. Un terremoto en 1894 provocó desperfectos en el entablamento y en la columnata, hasta que en los años 20 del siglo pasado se inician algunas labores de reconstrucción con un carácter científico que todavía hoy se están llevando a cabo.
Comentario aparte necesitaría la escultura que adorna este templo, para terminar de aprehender toda la complejidad de esta magníficio edificio.