jueves, 18 de julio de 2019

Dog Soldiers (Robert Stone, 1974, Malas Tierras 2019)


Estamos ante la primera novela que traza un paralelismo entre la guerra de Vietnam y las repercusiones que la misma generó en los Estados Unidos, concretamente en el estado de California, patria de los hippies y de los movimientos contraculturales y pacifistas nacidos precisamente al calor del conflicto desarrollado en el sudeste asiático, provocando un tormentoso y doloroso despertar en la sociedad norteamericana que ya no volverá a ser la misma.

Atrás van a quedar el sol y las flores ahogados ambos en la marea de drogas que asolaron a los soldados norteamericanos desplegados en Vietnam, un infierno insoportable como muy bien nos trasladó después del cine, que terminará por llegar al otro lado del océano hasta hacer entrar en crisis el tan traído y llevado sueño americano.

El protagonista es John Converse, un periodista de tercera y un escritor de cuarta, que ejerce como corresponsal de guerra en Saigón de una publicación comunista, dirigida por su suegro, y que busca su particular evasión de la realidad a través de la funesta idea de importar a los Estados Unidos tres kilos de heroína, y lograr así un buen dinero. Para ello involucra a un amigo suyo, marine, y a su mujer, que trabaja en un sórdido cine porno y, claro está, con semejantes ingredientes uno tiene claro que nada bueno puede salir de ahí.

- ¿Qué pasará mañana? preguntó.- ¿No lo pillas? Le puso un dedo en el vientre y lo deslizó hasta que la yema de los dedos le apretó los genitales. Acercó los labios a su oído -. Estamos muertos.

Si la selva asiática está llena de peligros de todo tipo, no lo está menos la selva urbana y desértica de los Estados Unidos, y si los soldados norteamericanos no saben qué es lo que se les ha perdido tan lejos de casa, sus compatriotas están igualmente desnortados, sin encontrar sentido a sus existencia mientras deambulan por calles tristes, moteles tétricos, con un falso Hollywood poniendo un brillo apagado, policías corruptos de un lado y otro de la frontera, y un mal oculto en todos los rincones que termina llegando incluso a aquellos refugios ocultos en montañas donde habitan náufragos de todas las resacas lisérgicas.

Al final, para un hombre como es debido, para un samurái, no hay demasiadas cosas que merezca la pena desear. Pero hay algunas. Y al final, si un hombre como es debido sigue necesitando una ilusión, elige la más valiosa y se compromete con ella. Esa ilusión podía consistir en esperar el día en que una mujer estuviera en sus manos. En estar con ella y estremecerse en el mismo momento. Si dejo esto, pensó, seré viejo: no quedarán más que fantasmas, resacas y dulces recuerdos. A la mierda, pensó, haz lo que sientas. Esta es la ola. Esta es la ola que debo montar hasta que se estrelle.

Probablemente a la misma velocidad con la que el ejército camina hacia la derrota, la sociedad norteamericana está también haciendo su propio camino de autodestrucción, a lomos de las drogas, el nihilismo y los excesos de todo tipo, haciendo estallar el colorido de los años 60 y convertirlo en un oscuro gris, casi negro, de los 70. Sin embargo, la novela también deja espacio al humor, con personajes que bien nos pueden recordar al Gordo y el Flaco, y situaciones francamente divertidas para una historia de regreso, una acción que nunca es fácil, de perdedores condenados a que todo les salga mal o casi.

Nunca se me ha dado bien esto, pensó. Un enamorado, eso es lo que soy. Una pizca de algo en el vacío de todos, un punto de inflexión, algo a lo que agarrarse. Un hombre al que es fácil dejar atrás.

2 comentarios:

Ikana dijo...

Puede que esté bien, pero huyo de ese tipo de novelas ^^U

Alfredo dijo...

Yo la leí más por curiosidad que por otra cosa y me alegro de haberlo hecho.