jueves, 28 de febrero de 2008

Maurizio Cattelan (Padua, Italia, 1960)


Italiano residente en Nueva York, Maurizio Cautelan, utiliza los lenguajes de la escultura y la performance, fundamentalmente, para dar a sus obras una dimensión poliédrica, polisémica que necesitan de una contemplación detallada para penetrar más allá de la dimensión física de la obra, para intentar penetrar en la ironía y el sentido transgresor que colocan a este artista como un genio del simulacro capaz de sacar a la luz las partes oscuras de la realidad en la que vivimos.

Así sus obras nos presentan al Papa Juan Pablo II aplastado por un meteorito, mete a Hitler en el cuerpo de un niño de 12 años de rodillas en medio de la sala, cuelga a un caballo del techo, presenta a tres niños ahorcados, o el suicidio de una ardilla. Lo que busca es contraponer la esencia y la apariencia de las cosas poniendo de manifiesto las estrategias de enmascaramiento, de ocultación de las intenciones verdaderas que están detrás de nuestros actos.


Con un sentido del humor muy peculiar, que puede hacer que el espectador se despiste con facilidad, en un camino en el que se ponen en pie de igualdad el proceso de creación artística con un contexto en el que toma vida que está muy cerca del fracaso. Una obra no apta para aquellos que encuentran en la representación mediática de la realidad un lugar de acrítico descanso. Obras que algunos consideran como auténticos poemas visuales, en los que no es difícil que el espectador encuentre fragmentos de su propia memoria, aunque la interpelación que nos lanza la obra obliga a replantearse esos esquemas.

Un artista acostumbrado a ver su obra rodeada el escándalo, como cuando colgó del árbol más antiguo de Milán tres maniquíes representando a otros tantos niños, de tamaño natural, obra que fue agredida por un individuo armado con un hacha. En relación a esta polémica el artista se preguntó: "¿Cómo puede ser la sociedad tan hipócrita que se sorprende por un muñeco colgado de un palo cuando nos encontramos a diario imágenes fantasmagóricas de niños que mueren o que son víctimas de guerras o de otras situaciones?"

El simbolismo relacionado con el mundo de la infancia, lo retomó en su figura de Hitler, representado con un cuerpo de 12 años y arrodillado, casi como si estuviera pidiendo perdón a la Historia, en una alusión a la inutilidad de matar a millones de personas para lograr la inmortalidad. Un verdugo derribado ante un público que no puede evitar sucumbir a la risa y a una cierta sensación de lástima, que, sin duda, no hubiera sido muy del agrado de aquel sanguinario dictador si lo pudiera estar viendo.

En el 2000, expuso en la Royal Academy de Londres una de sus obras más conocidas, como es la titulada La hora nona, en la que aparecía un Juan Pablo II de poliéster derribado sobre una alfombra roja salpicada de cristales, por un meteorito. Detrás del impacto inicial, ciertamente llamativo, se nos va apareciendo poco a poco, una reflexión en torno a lo vulnerables que son los iconos de la humanidad, convertidos en auténticos objetos de veneración extrema. El título incide aún más en esa idea, al hacer referencia a la hora de la muerte de Cristo: La hora nona.


Sobre el mayor basurero de la isla de Sicilia colocó una réplica de la palabra Hollywood situada en Los Ángeles, haciendo convivir en un mismo espacio los sueños de esplendor y de grandeza, con una realidad que se ahoga en su propia basura. En esa obra se dan claramente la mano presupuestos conceptuales y minimalistas, con la esencia del arte pop, para dar origen a una obra sincrética en la que dos mundos contrapuestos, se dan la mano y nos muestran las dos caras de una misma moneda.

La total ausencia de empatía hacía el sufrimiento de los demás, la puso de manifiesto cuando dejó en una calle una figura de un vagabundo de látex, con una apariencia absolutamente real, para ver como nadie se detenía a interesarse por el estado en el que se encontraba el presunto vagabundo. Así, los transeúntes se convirtieron en actores inconscientes de una performance a la que le dieron un contenido espectacular.

lunes, 25 de febrero de 2008

Tadao Ando (Osaka, 1941)


Las edificaciones de este arquitecto autodidacta japonés, que primero fue boxeador profesional con debut allá por el año 1958, nacen del conflicto, de su peculiar forma de entender la vida y, por extensión, la arquitectura, disciplina a la que decidió dedicarse después de ver como la luz entraba por el óculo del Panteón de Roma. Una arquitectura la suya que tiene más que ver con la experiencia que con el puro intelecto, unos diseños en los que busca plasmar la sabiduría alcanzada a través de las vivencias vitales, una arquitectura que se eleva por encima de las preguntas, las dudas, y también por encima de emociones como el miedo o el sufrimiento, porque Ando ve su trabajo como creador de emociones sublimes y eso sólo es posible transmitirlo al espectador si el arquitecto se juega la vida en cada obra, porque la pasión sólo puede salir del conflicto.

"El boxeo es un deporte de lucha en el que uno sólo cuenta consigo mismo. Durante los meses que preceden a un combate, te dedicas a adiestrar el cuerpo y la mente mediante la práctica y el ayuno. Es un deporte draconiano en el que te juegas la vida, abrazando tanto la soledad como la gloria. Mis experiencias como boxeador, la intensidad de saltar al cuadrilátero, la soledad de tener que luchar completamente solo, sin contar con nadie, se convirtió en mi piedra de toque creativa."

Por ello, encontrarse con una obra de Ando le supone al espectador un momento de profunda emoción, de encontrarse con una geometría clara, nítida, pero muy alejada de los simple. Una sutileza oriental en la que florecen o subyacen, las creencias, la filosofía vital que el arquitecto fue asimilando desde su infancia en Osaka, unido a la observación del trabajo de maestros artesanos, sus recorridos por los barrios de su ciudad y de Kioto y luego el salto a Europa, le dieron un bagaje visual y de experiencias del que nacen sus obras.

Construcciones en las que los muros son un elemento fundamental, construidos con hormigón visto en muchos casos, muestran su naturaleza desnuda, dentro de una gama limitada de materiales, sin adornos y que transmiten una gran fuerza interna, casi como si invitaran a ser tan fuertes y puros como ellos mismos lo son, pero, al mismo tiempo, también pueden ser delicados, acogedores. Son pura esencia y demuestran que el gris hormigón también puede ser cálido y tener una belleza minimalista. Lo sencillo puede ser tremendamente bello.

Ando tampoco se olvida de lo que rodea al edificio, de ahí que la integración de la obra con el cielo sea otra de sus preocupaciones, un cielo que consigue que entre a formar parte de la construcción. Un cielo que enmarca las entradas propiciando un juego de luces y sombras con las paredes de un hormigón tridimensional, que generan una arquitectura dinámica, muy atrayente.

"A primera vista mi arquitectura connota desnudez, como si quisiera crear la clase de espacio abstracto que se obtiene al suprimir todos los elementos prácticos, funcionales y humanos. En realidad, yo no lucho por un espacio abstracto sino por un arquetipo de espacio."

La arquitectura de Ando es de una compleja simplicidad, sólida y delicada, de geometrías claras, rotundas, que imponen su presencia, y, al mismo tiempo, tienen un carácter fuertemente evocador, en unos muros que "casi parecen llenos de dolor", según escribe Masao Furuyama, quien también habla de la "estética de la ausencia", cuando se refiere a la obra de Ando.

"Pienso que la arquitectura se torna interesante cuando se muestra éste doble carácter: la máxima simplicidad posible y, a la vez, toda la complejidad de que pueda dotársela".

viernes, 22 de febrero de 2008

Ludovico Einaudi (Turín, 1955)



Le onde

Turinés de nacimiento, Ludovico Einaudi es un compositor y pianista italiano que un buen día decidió empezar a componer para él mismo y empezar a tocar sus propias composiciones, después de notar como le producía una profunda insatisfacción escuchar las interpretaciones que otros músicos hacían de sus partituras. Eso no es nada extraño a nada que nos acerquemos al universo musical de Einaudi, en el que prima la sensibilidad, la belleza en su más alta expresión, con una música profundamente evocadora, de esa que hay que escuchar con exquisita atención para que las imágenes se vayan construyendo en nuestra mente, mientras las notas nos acercan a fronteras más allá de las cuales no sabemos lo que nos espera con exactitud, pero sí sabemos que va a ser de una belleza impactante.



Giorni dispari

Empezó a tocar el piano con 6 años animado por su madre, también pianista, y ahí dio comienzo una carrera de largo recorrido que le ha llevado a explorar distintos universos sonoros, para quedarse, como él mismo reconoce, con aquella música más pegada a la tierra, al folklore y la música popular lo que le abre a toda la dimensión de eso que se conoce como músicas del mundo. Un ejemplo palmario de eso está en su disco Diario Malí (2006), en el que colabora con el músico de ese país africano, Ballaké Sissoko, un virtuoso de la kora (una especie de arpa de 21 cuerdas), estableciendo un diálogo de una riqueza maravillosa entre ambos instrumentos.



Oltre mare

Aunque rechaza las etiquetas que se suelen aplicar a su música, se queda con la de minimalista cuando se utiliza para definir algo elegante, sincero. Lo cierto es que eso le va como anillo al dedo a una música de elegancia prístina, de sinceridad profunda y capaz de crear un oasis de tranquilidad y meditación en medio del caos, el ruido y la velocidad que nos rodea.

Discografía: Time Out (1988), Le Onde (1996), Stanze (1997), Fuori dal mondo (1998), Eden Roc (1999), I giorni (2001), Dr. Zhivago (2002), La Scala Concert (2003), Una mattina (2004), Diario Mali (2006), Divenire (2006).

“Cuando compongo, necesito improvisar pero también meditar mucho tiempo sobre lo que escribo. Progreso en dos niveles aparentemente opuestos: un primer proceso creativo, en una gran diversidad de estilos, y en un estadio posterior, lo reviso todo con un oído racional”.



Inizio

jueves, 21 de febrero de 2008

Otra sorpresa



De nuevo desde Argentina, y otra vez de la mano de Luna de Abril, me ha llegado una sorpresa en forma de premio, además de dedicarme en su espacio unas palabras de una enorme generosidad que está por encima de los valores que creo que atesora este espacio. Premio ilusionante que me llega de la mano de una porteña que está en el top de lectores de este espacio, y que da a la palabra la importancia que yo creo que debe de tener. Muchas gracias.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Matthew Barney (San Francisco, California, 1957)



Drawing Restraint 9

Los primeros estudios universitarios de Matthew Barney estuvieron relacionados con la medicina, especialidad que abandonó en beneficio de las Bellas Artes, graduándose en Yale en 1991. Con ello la historia ha perdido a un médico, pero ha ganado a un creador multimedia que tiene en la exploración de las limitaciones físicas del cuerpo humano una fuente de inspiración para su trabajo que abarca el campo de las películas, la video creación, la escultura, la fotografía y el dibujo. Ha colaborado con la cantantes islandesa Björk (son matrimonio) en algunos de sus trabajos.

Su trabajo suelen definirlo los expertos como neobarroco, una cultura que Omar Calabrese define a partir de una serie de conceptos contrapuestos como son: límite y exceso, nodo y laberinto, inestabilidad y metamorfosis, distorsión y perversión, desorden y caos, ritmo y repetición, complejidad y disolución, detalle y fragmento, más o menos y no sé qué.



Cremaster 5. Proscenium Arch

Entre 1994 y 2002 trabajó en el proyecto que bautizó como Cremaster Cycle, compuesto por cinco películas, no estrenadas de forma sucesiva, ya que la primera fue Cremaster 4, y la siguieron Cremaster 1, Cremaster 5, Cremaster 2 y Cremaster 3. El título que da a la serie lo toma del músculo que sostiene a los testículos y que permite que éstos suban o bajen en función de la temperatura o por recibir algún tipo de estimulación. Es una obra de una fuerte carga alegórica y en la que se dan cita la música de Wagner, con el cine de terror, la novela negra, la ciencia ficción, las fantasías sado, con un sin fin más de elementos que contribuyen a diseñar un universo visual y sonoro muy especial en el que enfrenta al hombre con su sexualidad.

El creador también participa de forma activa en sus películas, en las que da vida a personajes como el escapista, que no mago (véase la película argentina Kamchatka), Harry Houdini, o el asesino Gary Gilmore, entre otros. El universo que crea Barney es absolutamente personal en el que las metáforas y las alegorías de contenido fantástico se nos aparecen por doquier en unas historias que no tienen un desarrollo lineal, sino que avanzan, retroceden, juegan con nosotros, con enorme eficacia, al despiste, con unos escenarios que se interrelacionan, en los que los personajes se repiten, en unas historias que tienen tintes autobiográficos, históricos y mitológicos a un tiempo, y que generan adhesiones incondicionales o rechazos absolutos. Su obra ha sido definida como "el fruto de la mente de un psicópata con el gusto exquisito de un dandy".



Cremaster 3

lunes, 18 de febrero de 2008

Stalingrado (Satlingrad, Joseph Vilsmaier, 1992) (y I)

“La muerte debería de ser siempre heroica, emocionante, fascinadora. En realidad, morid de hambre, de hielo, nada más que un hecho biológico como comer y beber. Caen como moscas y nadie piensa en ellos, nadie los entierra. Yacen por todas partes aquí alrededor, sin brazos, sin piernas, sin ojos, con el vientre desgarrado. Se debería rodar una película para hacer imposible ‘la más bella muerte del mundo’. Es una muerte bestial que luego un día será glorificada en frisos de granito con ‘guerreros moribundos’, con la cabeza o el brazo vendados” (Fragmento de una carta escrita por un soldado alemán en los últimos días de la batalla de Stalingrado)


Casi 50 años más tarde de que el anónimo soldado alemán escribiera esa carta, su compatriota, el realizador Joseph Vilsmaier, hizo realidad su petición y rodó una película en la que la muerte no tiene nada de heroico, siguiendo la peripecia de un pelotón de soldados desde que son reclamados de su descanso en la Riviera italiana, después de combatir sobre las ardientes arenas del norte de África, para desplazarse a la inmensidad heladora de Rusia, para participar en una de las batallas más decisivas de la Segunda Guerra Mundial.

Al principio se nos muestra una maquinaria perfectamente engrasada para la guerra, con soldados perfectamente uniformados y con oficiales para los que la disciplina es lo más importante, hasta el punto de negar una medalla a un soldado que no se presenta debidamente uniformado. Eso empezará a cambiar de forma radical con la llegada al frente del Este; allí ya no hay honor, ni guerra relámpago, ni disciplina, sólo terror, muerte y desolación.


En lo que fue la película alemana más cara de la historia hasta ese momento, Vilsmaier nos cuenta las vidas de unos personajes a los que les suponemos vidas corrientes, truncadas por la guerra. No son nazis, sólo soldados del ejército regular, la Werhmacht, que luchan por Alemania porque es lo que les han ordenado, y con el idealismo propio del que se siente invencible. Ideales que se van a quedar entre los escombros de Stalingrado, una ciudad fantasma en la que la muerte está a la vuelta de la próxima esquina, una muerte que adquiere innumerables formas porque puede llegar a lomos de una bala o un proyectil, de la mano del hambre, del frío o de la enfermedad, sobre un escenario propicio para que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis cabalguen a sus anchas para cobrarse su mortal tributo.


La batalla se eterniza, se pelea casa por casa y el invierno llega con toda su dureza, mientras las esperanzas se difuminan, el cerco está completo y ya no hay salvación posible, abandonados a una suerte a la que algunos no se resignan pero que será la misma para todos. Una película cruda, dura y absolutamente necesaria, en la que el sinsentido de la guerra se pone de manifiesto con claridad, sin tapujos, sin sentimentalismos.

Stalingrado (Stalingrad, Joseph Vilsmaier, 1992)


- ¿Me permite el alférez una pregunta?
- Sí.
- ¿Es la primera vez que vas al frente?
- Siempre hay una primera vez.
- Le hago una apuesta: yo sobreviviré, usted no.
- ¿Y? ¿Qué apuesta?
- ¿Con usted? Dos cajas de agua.
- Bien.

- ¿En qué piensas?
- En anda. Si te pones a pensar aquí, te vuelves loco. Así que no pienso. Hay un botón aquí en la oreja, gíralo y ya no piensas.
- (Llora) Perdón.
- Es buena señal que aún puedas llorar. El motor funciona sólo su está bien engrasado. ¿Cómo te llamas?
- Müller.
- Hay unos cuantos Müller. Por lo menos hasta el próximo ataque.

- No hay nada que hacer. ¿Por qué no capituláis?
- Tú sabes lo que nos esperaría.
- ¿No es lo que merecemos?
- No soy nazi, Otto.
- No, sois mucho peores, oficiales de mierda. Habéis colaborado, aunque sabíais con quien tratabais. Te lo dije ya entonces, en Brest-Litovsk, Herman.

- Si sobrevivo al ataque perdonaré a mi mujer. Yo he hecho creer a mi mujer que estoy muerto. Es lo mejor, creedme.
- Pero, volveremos a casa… algún día.
- ¿Y qué? Voy a contaron una historia navideña. Hoy hace un año que estuve por última vez en casa. Vacaciones de Navidad por haberme cargado tres tanques. Mi mujer y mis hijos estaban en la estación. Me parecieron extraños. Ella intentó entenderme. Cuanto más me comprendía, más la odiaba. Y me fui. Me emborraché, no se me ocurría otra cosa que hacer. Mi mujer no se opuso a que me largara al día siguiente. Sólo mis hijos. Llegué a tiempo para una nueva gran ofensiva de los rusos, y por fin me sentí en casa.

- No quiso pedir cuentas a nadie. Fuisteis buenos soldados hasta que decidisteis sobrevivir (…) No te engañes, tú menos que nadie: siempre seréis soldados. Vuestro hogar es la guerra.
- Tú estás muerto. Sueño que me matan cada noche desde hace dos años. La carne se despoja de los huesos y se cuela entre las piedras. ¿Y sabes lo que pasa después? Vuelvo a recomponerme trozo a trozo. Todas las noches. Y ninguno de vosotros me matará, ninguno.

- No quiero morir.
- ¿Sabes qué, Hans? En casa, si mueres en la guerra incluso se sienten orgullosos de ti. Algo es algo ¿no? ¿Liberia? Yo no voy. Frío ya tengo bastante.

viernes, 15 de febrero de 2008

Cindy Sherman (Glen Ridge, Nueva Jersey, USA, 1957)


"El rango de lo ultra feo siempre me ha fascinado. Las cosas consideradas no atractivas e indeseables me han interesado particularmente. Y algunas me parecen realmente bellas".

El principal sujeto de las fotografías de Cindy Sherman es ella misma, de tal forma que la artista se convierte en actriz al mismo tiempo, ya que a pesar de que la base es la propia Sherman, se maquilla y transforma hasta tal punto que ese referente real se pierde y es totalmente sustituido por un personaje, que le sirve a la artista para poner de manifiesto papeles femeninos culturalmente establecidos y marcados por la costumbre tal y como aparecen reproducidos en los medios de comunicación.


Con ello lo que consigue es dar una nueva dimensión al género del autorretrato, ofreciendo una imagen de los estereotipos de lo femenino, esos bajo los que se esconde una realidad patriarcal en la que casa sexo tiene unos roles claramente definidos. Así, entre 197 y 1980 realiza una serie que titula Untitled Film Stills (Fotogramas sin título), en blanco y negro, en las que interpreta escenas de películas imaginarias que nunca llegaron al celuloide, películas de serie B o de la nouvelle vague. En ellas, la mujer aparece con poses buscadas, sola (bien en interiores o en las calles de Nueva York), vulnerable pero no exenta de fuerza, determinación y una incierta dignidad.

En este caso, los personajes interactúan con el espectador, se dirigen a esa persona que las está mirando, pero rehuyendo el encuentro directo, son mujeres que aparecen ante nosotros de una forma repentina, inesperada, hasta el punto de convertirse en objeto de nuestra mirada y nos hacen pensar en las relaciones que se establecen entre la imagen y la identidad.



Para Sherman tanto el cine como la televisión, tienen una influencia determinante en la configuración de los estereotipos de género, y ella utiliza eso para dar una visión crítica por medio de un juego autorepresentativo que pone de manifiesto con rotunda claridad lo que de mentira hay bajo esa construcción de lo femenino.

En 1981 realizará la serie Centerfolds (Páginas centrales), relacionada con las páginas centrales de las revistas pornográficas, aunque Sherman lo que nos muestra es a las mujeres después de haber hecho el posado para ese tipo de revistas. En este caso, son mujeres que están ausentes, que parecen estar mirando al infinito, como en otro mundo. Sensación que se refuerza con el hecho de que sus cuerpos se diluyen entre las sombras o se salen del marco de la fotografía, con lo que tenemos la sensación de que se nos escapan sin que podamos hacer nada por evitarlo.

Otras veces dotara a sus personajes de distintos tipos de prótesis, con lo que se propone poner en evidencia lo que hay de engaño y de simulacro, lo que pone a su obra en la órbita de la reconstrucción de una realidad reducida a esquemas formales en los que los conceptos de lo femenino y de lo masculino son construcciones y, por tanto, susceptibles de cambiarse. En estas fotografías, el cuerpo se convierte en un campo de lucha en el que la carne es sustituida por las prótesis o incluso por maniquíes, con la incorporación de elementos traídos desde lo monstruoso, y en las que se muestran los sexos de una forma clara lo que hace que estas fotografías sean visualmente más agresivas que las de otras series. Es una forma de saltarse las fronteras, las posiciones preconcebidas, los roles tradicionales.

Los payasos son otros de los personajes que van a determinar una serie muy importante de fotografías de Sherman. Aparecen después de la crisis provocada por los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, y de la reflexión que abre la artista (como hicieron muchos otros) acerca de la posibilidad de seguir haciendo arte, o de su utilidad, después de un atentado tan salvaje. Ella misma reconoce que durante un tiempo se quedó sin energía creativa durante dos años, hasta que encontró en el rostro de los payasos lo que estaba buscando.



Personajes que llevan permanentemente la máscara adherida a sus rostros, bajo el que ocultan su verdadera personalidad. Una máscara en la que los ojos nos transmiten una tristeza casi infinita, mientras que su boca se mantiene risueña, siempre al borde de la carcajada, lo que les convierte en prototipos de los personajes que pasamos por este gran escenario que es la vida, y a los que intenta preservar en sus fotografías impregnadas de un enorme colorismo.

Los payasos de Sherman nos traen hasta nosotros la constancia de que nuestras existencias son frágiles, y en su representación se siguen manteniendo un aire de melancolía, de artificiosidad que desmiente toda la luminosidad y colorido con las que Sherman les dota en sus fotografías, para así hacernos conscientes de la autoparodia en la que nos hemos convertido todos y cada uno de nosotros, pero, por otro lado, también son símbolos de que la regeneración es posible y de que la risa es una de las fuerzas más poderosas con las que contamos.


miércoles, 13 de febrero de 2008

Roberto Junquera



Aquellos maravillosos años. Así se titula el último disco del joven gaitero asturiano de 27 años, Roberto Junquera, y que presentó en concierto el pasado día 8 en su concejo natal. El trabajo discográfico salió a la venta el pasado mes de octubre y es una obra extremadamente original que profundiza en el camino que abrió con su trabajo anterior Una gaita… de cine!!! que vio la luz en 2006.

Dos discos en los que explora con una profundidad excepcional, todas las posibilidades sonoras que se tiene la gaita tradicional asturiana, logrando dar una nueva vida a melodías archiconocidas de canciones como Gloria, Love is all around, Stand by me, o Voyage voyage, hasta completar 12 temas que ya forman parte de la memoria musical de millones de personas. La originalidad está en sustituir la voz por la gaita, arropado por un grupo de seis músicos de calidad contrastada, para dar forma a una obra capaz de sorprender a propios y a extraños, y que en concierto suenan de una manera inolvidable.

El repertorio que incluyó en el concierto también incluyó algunos temas de su trabajo anterior, el dedicado a las bandas sonoras en el que adapta a la gaita los temas centrales de Super detective en Hollywood, el Don’t cry for me Argentina en la versión que cantó Madonna, Carros de fuego o Titanic. Ambos trabajos están grabados, mezclados y masterizados por Roberto Junquera en los estudios musicales Luna Music, de su propiedad y en los que ha grabado gente como El Sueño de Morfeo en el caso de su último disco.

Dos discos excepcionales y de una originalidad que ponen a este joven músico en la estela de otros grandes gaiteros nacionales, como pueden ser los gallegos Carlos Núñez y Xosé Manuel Budiño, o el asturiano Hevia, entre otros, que tanto han hecho por sacar a los distintos tipos de gaita del gueto del folclore y abrir un camino de presente y, mucho más importante, de futuro.

Excelente concierto el de Roberto en su casa, ayudando a que los espectadores volviéramos por un instante a adentrarnos por los terrenos de la memoria, a través de unas melodías a las que todos tenemos algún tipo de recuerdo adherido, al mismo tiempo que nos hacía transitar por un camino nuevo que no sabemos que meta tendrá, pero que nos hace que permanezcamos muy atentos al trabajo de este músico.

Entrevista en la TPA

lunes, 11 de febrero de 2008

Vanessa Beecroft (Génova, 1969)

"Mis desnudos son lo que el público quiera ver en ellos y lo que no. Son lo que no pueden ignorar y aquello de lo que se sorprenden al descubrirse a ellos mismos ignorando. El desnudo es parte de todos y cada uno de nosotros, sobre todo cuando nos quitamos la ropa, e, incluso, no es la persona en sí misma"


VB 61

Si la obra de Louise Bourgeois está muy determinada por las condiciones familiares en las que se movió su infancia, la de la italiana residente en Nueva York, Vanessa Beecroft tiene en sus problemas de anorexia uno de los puntos de referencia fundamentales, que le lleva a reflexionar de forma constante acerca del cuerpo de la mujer, sobre su apariencia física y la percepción que de ello tiene la sociedad en general, y las propias mujeres en particular. Durante su etapa anoréxica describió de forma obsesiva en un diario, todo lo que comió entre 1983 y 1993, añadiendo notas acerca de los sentimientos de culpabilidad que experimentaba, de las visitas psiquiátricas, sobre sus padres.


En 1993 decide convertir todo eso en el leit motiv de su creación artística, poniendo ante los ojos del público las consecuencias de ese trastorno alimenticio. Para ello diseñó una performance con 30 mujeres, algunas de ellas encontradas de forma casual en la calle, a las que vistió con ropas suyas logrando un efecto de homogeneización física, y a las que hizo caminar alrededor de un espacio, sin hacer ningún tipo de ruido y a cierta distancia unas de la otras. Fue la obra titulada VB01.

A partir de ahí la utilización de grupos de mujeres es recurrente, normalmente desnudas o semidesnudas, que responden a patrones concretos, en cuya selección no existe la casualidad sino que tienen un fuerte vinculación con la artista. "Mis modelos son mujeres. Ellas representan a tipos muy concretos de mujeres o a ciertos rangos de edad. Las obras se basan en las relaciones entre las modelos y el público, en las relaciones que se establecen entre los individuos que conforman el público, en las que nacen de la interacción de las propias modelos con ellas mismas, y, además, en las relaciones que se establecen entre cada individuo que se acerca a las obras y lo que tiene lugar en su cabeza. Todo es intencionado."

Modelos que con ropa o sin ella, mantienen la clave uniformizadota, en la que la individualidad no tiene cabida, y a las que coloca en el interior de espacios en los que tienen prohibido comunicarse entre ellas o con los espectadores que se las encuentran casi como si fueran un jardín de estatuas, generando unas atmósferas inquietantes, provocadoras y que suscitan multitud de interrogantes que la artista no resuelve porque no busca abanderar ningún tipo de causa, no hay mensajes ocultos que haya que descubrir, sino que se deja absoluta libertad para que el espectador vuelque sus experiencias, sentimientos, formas de pensar, sobre la obra y extraiga las conclusiones que estime más oportunas y totalmente personales.



"Mi trabajo está tan próximo a la pintura como a la escultura clásica. Mis obras son pinturas que se desarrollan lentamente en el tiempo. Sus referencias, cuando están presentes, son casi siempre de la pintura. Pero el hecho de que no me sirva de ella es irrelevante." Esa afirmación de Beecroft nos pone delante de otras dos cuestiones fundamentales para entender su trabajo. La primera es la que tiene que ver con la continuidad que sus mujeres desnudas establecen con la historia del arte. Así, en su obra se pueden rastrear modelos que tienen que ver con las representaciones de Eva, Venus o Magdalena salidos de los pinceles de Filipo Lippi, Botticelli, Velázquez, Manet, por citar algunos de ellos, además de otros más vinculados al arte contemporáneo.

Y el tiempo. Ese factor tiene también una importancia decisiva en sus performances, ya que obliga a sus modelos a pasar mucho tiempo inmóviles, hasta provocarles un cansancio que rompe de forma natural el plan inicial de la performance, y con ello también juega la artista, quien ve como sus mujeres no tienen otro remedio que sentarse o adoptar posturas que rompan la incomodidad que van acumulando, modificando con ello los postulados de partida. Así, esas mujeres que se nos presentaban al principio como unos seres lejanos, fríos, inasibles, se transmutan en personajes mundanos, cansados, aburridos, derrotados.

"Nadie actúa, no ocurre nada; nadie comienza nada ni nada termina"

viernes, 8 de febrero de 2008

Rachid Taha



Rock the Casbah

Otro cantante argelino, como Cheb Mami, y otro exponente de la fusión de las músicas occidentales con su propia tradición norteafricana, en este caso con una mayor influencia del rock y del tecno, a lo que acompaña con una voz muy característica, ronca y áspera que da un aire muy personal a su contemporánea interpretación del raï.

Nacido en Orán en 1958, a los 10 años se afinca con su familia en la ciudad francesa de Lyon, donde pudo vivir en primera persona el racismo de una sociedad occidental, situación que hizo que abandonara la escuela pública y siguiera sus estudios en un centro católico. Su vida laboral se iniciaría en una fábrica de la región, y ahí comenzará su carrera musical en un trío al que llamaron Carte de Séjour, que traducido significa "carta de residencia", un nombre que nos habla de una toma de conciencia social y política. Ese trío estaba formado por tres compañeros de trabajo, con Mohammed a la guitarra, Moktar al bajo, y Rachid a la voz.



Ya Rayah

Era 1980, y un nuevo sentimiento estaba empezando a prender en los jóvenes argelinos, y de otras procedencias coloniales, reivindicando sus derechos sociales y su condición de ciudadanos franceses de pleno derecho. Ese contenido social y reivindicativo ya no va a abandonar a Rachid Taha en su carrera musical en solitario, ya que los temas del racismo y de cualquier otra forma de exclusión social forman parte de las letras de muchas de sus canciones. El trío grabaría dos discos, Rhoromanie y Douce France, antes de separarse en 1989.

Al igual que Cheb Mami, su carrera se vio afectada por la Guerra del Golfo de 1991, ya que las radios dejaron de emitir sus canciones en árabe, lo que no arredró a nuestro artista, logrando sacar otro disco dos años más tarde en el se incluía el tema Voila, voila que tuvo un enorme éxito. El disco se titulaba Rachid Taha. Volvería a conseguir un gran éxito con su álbum Tekitoi, un nombre que hace referencia a la pregunta en francés ¿quién eres tú?, y en el que se incluye el tema con el que abro este comentario titulado Rock the Casbah, que no es ni más ni menos que una adaptación muy particular de la canción del grupo The Clash, y una versión en castellano del Voila, voila.


Ala jalkoum

En 2006, puso en el mercado Diwan 2, que es una continuación del que sacara en 1998 bajo el nombre de Diwan. En Diwan 2, a Rachid lo acompañan la orquesta de cuerdas de El Cairo y Hakim Hamadouche, un reconocido virtuoso del laúd, con lo que obtiene un sonido de base tradicional pero pasado por el crisol de lo contemporáneo para obtener un resultado que equilibra perfectamente pasado y presente.

En su música detectamos con claridad cuáles son las raíces de las que parte, con una música que tiene mucho que ver con la tierra, con el mundo urbano y rural del norte de África, pero también con los barrios periféricos de las ciudades francesas, esos en los que se agolpan residente provenientes de todas las esquinas del mundo. Una música que en ocasiones se vuelve rabiosa, y siempre con un nervio y una rotundidad que sirven de puente entre dos mundos vecinos y tan diferentes el uno del otro.

Su discografía está formada por: Barbès (1991), Rachid Taha (1993), Olé Olé (1995), Carte blanche (1997), Diwan (1998), 1,2,3 soleils (1999, con Khaled y Faudel), Made in Medina (2000), Rachid Taha Live (2001), Tékitoi (2004), Diwan 2 (2006) y The definitive collection (2007).



Ida

miércoles, 6 de febrero de 2008

Récitatifs Toxiques (Compañía Toujours après minuit. Laboral Escena)


Concierto teatral bailado. Así define la compañía francesa Toujours après minuit el espectáculo Récitatifs Toxiques, estrenado el año pasado, que se pudo ver en Laboral Escena el pasado viernes 1. Un original 3 en 1 en el que se dieron la mano textos de Max Aub extraídos de Crímenes ejemplares y Las sonatas representativas, del compositor alemán que vivió a caballo entre los siglos XVII y XVIII, Heinrich Ignaz Franz von Biber, a lo que se unió la danza para conformar un espectáculo que es el punto culminante de una trilogía dedicada a la obra de Aub, quien fuera agregado cultural de la embajada española en París durante la Guerra Civil y que le encargó el Guernica a Picasso, luego ser encerrado por el gobierno colaboracionista de Vichy, enviado a Argelia de donde logró huir para refugiarse en México.

Un espectáculo en el que se dio rienda suelta al humor negro, surrealista que destila la obra de Aub, con los que se ponen de manifiesto la multiplicidad de razones absurdas que tenemos los seres humanos para acabar con la vida de otros (un camarero que tarda 17 minutos en servirnos entre plato y plato, por ejemplo), unido a una música capaz de transmitirnos con enorme viveza todo el sufrimiento que se vive en un campo de batalla, y los movimientos de los cuerpos con los que se nos trasladan sentimientos y sensaciones que tienen que ver con los textos, con la música o con todo a la vez, en un espectáculo en el que todo está encardinado de una forma perfecta, sin que nada chirríe, ni nos parezca fuera de lugar o se imponga sobre los otros elementos.

La catalana, Roser Montlló Guberna, y la francesa, Brigitte Seth, son las creadoras de este espectáculo en el que se combinan el español y el francés, lo que permite crear divertidos juegos en torno a las diferentes formas de pronunciación, y con la música en directo a cargo de un grupo de seis músicos, a los que se une un percusionista que nos ofreció una muestra magistral de percusión utilizando tan solo sus manos y codos que logró meterse al público en el bolsillo y crear uno de los momentos de mayor esplendor de todo el espectáculo.

lunes, 4 de febrero de 2008

Sorpresa


Desde Cogidas de la mano, un blog centrado en dar a conocer todos aquellos aspectos que tienen que ver con la cultura lesbiana, la solidaridad y la defensa de que otra forma de vivir es perfectamente posible y respetable. A su autora tengo el gusto de tenerla entre mis visitantes más fieles, y ella me ha dado la gran sorpresa de concederme un premio, al considerar que este espacio es un sitio que merece la pena visitar. Lo recibo como un regalo absolutamente inesperado y que por ello me hace más ilusión. Muchas gracias.

viernes, 1 de febrero de 2008

Caramel (Nadine Labaki, 2007)



La ópera prima de esta directora libanesa, con la que obtuvo el premio del público en el pasado festival de San Sebastián y con la que competirá en la próxima edición de los Óscar en el apartado de mejor película extranjera, es una película a la que me cuesta definir de una manera concreta. Lo único lo con lo que se me ocurre compararla es con una lluvia fina, de esas que parece que no mojan pero que te acaban calando hasta los huesos. Eso es lo que me ocurrió con Caramel (título que hace referencia a la mezcla de azúcar, zumo de limón y agua que se hierve hasta que se hace caramelo, para luego utilizarlo para la depilación), una película sencilla, que cuenta historias cotidianas, de una forma aparentemente intrascendente, pero que te acaba llegando a lo más profundo y dejar la sala de cine con una emoción especial.


Es la historia de cinco mujeres, una de ellas interpretada por la propia directora (Layal), que coinciden en un salón de belleza, en el que trabajan tres de ellas, y de la relación que mantienen con la vida en un Beirut superviviente de la guerra civil y a la espera de la siguiente destrucción. Sin embargo, ese no es el escenario elegido por la directora para mover a sus personajes, ya que en ningún momento se hace alusión a ello, y ni siquiera las imágenes nos muestran nada que recuerde a esos años difíciles.

Labaki construye una historia de mujeres para todos los públicos, con un estilo en el que los diálogos son la piedra angular sobre la que se construye esta película en la que se tocan temas importantes para las mujeres que viven en los países árabes como pueden ser el de la virginidad antes del matrimonio (caso de Nisrim una joven musulmana), las relaciones con un hombre casado (la cristiana Layal), la que se aferra a una juventud que ya no volverá (Yamal), o Rose una cristiana ya mayor que renuncia al amor de una forma que resulta profundamente conmovedora. También Rima, una mujer de la que iremos descubriendo de una manera sutil, elegante, que es lo que la diferencia de las demás.

Unas historias de todos los días, conmovedoras, tristes, pero, al mismo tiempo, envueltas en un cierto aire de optimismo, son amargas y dulces al mismo tiempo, como ese caramelo que da título a la película que también reúne el dolor y la belleza, puede, como el amor, quemar y hacer daño. Ningún resquicio a la exageración, a la desmesura, a la artificialidad, es la vida en su esencia retratada por medio de unos personajes que no tienen falta de decirnos más de lo que nos dicen porque ya lo entendemos, no necesitamos que nos den todas las claves, basta con que nos susurren las cosas para quedar totalmente empapados bajo la lluvia.

La película está apoyada de forma magistral en una banda sonora compuesta por Khaled Mouzanar, en la que se dan la mano oriente y occidente, con toda la riqueza que puede salir de ese encuentro, y que se termina por convertir en un personaje más. Además apoya de forma magistral la enorme sensualidad que desprende toda la película, en la que la directora nos transmite los colores, los olores que se generan en el interior del salón de belleza, y la alegría de vivir que les queda a los libaneses en general y a las mujeres en particular.

El crisol de vidas que Labaki pone ante nosotros, no está exento de una sutil y, al mismo tiempo, profunda, crítica social de un país que se ofrece a los ojos del occidental inexperto como un país occidentalizado, abierto, en el que las mujeres ocupan un lugar que no tienen en otros países del entorno geográfico, lo que no supone que sean enteramente libres, sino que también tienen que soportar presiones sociales, religiosas, impuestas por la costumbre, y eso también nos lo cuenta Labaki en una opera prima que huye de lo planfetario y de los gritos para decirnos: señoras y señores, esto es lo que hay.