jueves, 25 de septiembre de 2014

Por los caminos de Allande (III): La capital y la braña del Campel. Embalse de Grandas.


Atardecer en Allande.


Después de las tres primeras visitas del día a la iglesia de santa María de Celón, el castro de San Chuis y la capilla de san Martín de Beduledo, y pasado ya el mediodía tocó rendir visita a la capital municipal, Pola de Allande o La Puela. Población principal de un municipio de algo más de 342 kilómetros cuadrados, divididos en 17 parroquias y con una población inferior a las dos mil personas, lo que genera una densidad de algo menos de seis habitantes por kilómetro cuadrado.

Ayuntamiento de Pola de Allande.

Sus límites municipales conviven con los de los concejos de Villayón, Cangas del Narcea, Ibias, Tineo, Illano, Pesoz, Grandas de Salime y el gallego de Negueira de Muñiz en la provincia de Lugo. De poblamiento antiguo relacionado con la cultura megalítica, continuada por los asentamientos castreños y la presencia romana, después de unos oscuros tiempos altomedievales, en el siglo XIII conseguirá la carta puebla documento del que deriva la denominación de Pola, al igual que ocurre en el resto de Polas asturianas.

Monumento al emigrante en la capital municipal.

Una “pola” es un documento por medio del cual se conceden determinados privilegios a los habitantes de una zona determinada, y que en la Edad Media se utiliza para hacer atractivo el asentamiento de población en zonas que se pretendían repoblar o potenciar. Por una buena parte del municipio discurre el recorrido primitivo del Camino de Santiago.

Vista del concejo de Allande desde un mirador en el puerto del Palo.


Para los amantes de la gastronomía en Pola de Allande, la referencia tiende a ser La Nueva Allandesa, aunque hay otros establecimientos como es el caso del Casino, que también tienen fama por sus fogones. En esta ocasión elegimos el primero con la intención de disfrutar de su menú degustación a base de pote asturiano, fabada, pudin de verduras, repollo relleno y churrasco, amén de un surtido variado de postres.

Braña del Campel.

Para la tarde dejamos la visita a la braña del Campel, uno de esos lugares, lástima de la lluvia, en los que Asturias en general y Allande en particular, se abren en toda su belleza natural y hacen que el eslogan de Asturias paraíso natural, cobre auténtica carta de naturaleza. Situada entre el puerto de la Marta y Bustantigo, pertenece a la parroquia de Santa Coloma. Se trata de un conjunto de viviendas de piedra con campos cercados utilizados por los pastores para llevar sus ganados a pasar los meses de primavera y de verano.

Braña del Campel.

Con algo de lluvia y con la niebla empezando a difuminar los contornos de las cimas que rodean la braña, el paisaje se abre ante nosotros para disfrutar del silencio en un enclave paisajístico y humano único, próximo a un camino inmemorial conocido como la Carreiriega de los Gallegos que enlaza los valles del Narcea y del Navia.

Vista del embalse de Grandas de Salime.

Entre chubasco y chubasco la intención era la de llegar hasta el municipio vecino de Grandas de Salime, capital del concejo del mismo nombre, y visitar el magnífico museo etnográfico y no menos magnífico castro del Chao San Martín, visitas que tuvieron que quedar para una próxima ocasión. Sin embargo, si nos detuvimos a ver el embalse de Grandas de Salime, una obra impresionante sobre el río Navia, inaugurado en 1954, y para cuya construcción fue necesario construir un teleférico entre el puerto de Navia y el embalse, de 36 kilómetros de longitud, que en su momento fue el mayor de España.

Vista del embalse. A la izquierda restos de construcciones
levantadas durante su construcción.


Todavía son visibles elementos como silos y tolvas, y del poblado construido para albergar a los trabajadores, muchos de ellos condenados por sus ideas políticas o por haber luchado en el ejército de la República, y también muchos de ellos muertos a lo largo de la obra ante la indiferencia general. Por eso, cada vez que pasó por la zona no puedo evitar un recuerdo para todos ellos.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Por los caminos de Allande (II): El castro de san Chuis y la capilla de san Martín de Beduledo


Vista desde el castro de San Chuis.

Siguiendo el recorrido que iniciamos en la antigua iglesia conventual de santa María de Celón o Zalón, el siguiente punto de atención que nos fijamos en el viaje fue la visita al castro de san Chuis, bastante próximo a la iglesia de Zalón y a poco menos de siete kilómetros de la capital del municipio, Pola de Allande. Lo más recomendable si no se dispone de un todoterreno, es dejar el coche al lado de la capilla de san Martín de Beduledo, e iniciar un paseo de algo más de un kilómetro de longitud para llegar al montículo de forma triangular que acoge el castro.

Acceso al castro.

Para los que no estén familiarizados con el concepto, decir que los castros son poblados anteriores a la llegada de los romanos a esta parte de la península Ibérica, algo que hace entre los siglos II-I a.C. Por tanto son poblaciones protohistóricas que se desarrollan desde el siglo IX a.C., es decir en la Edad del Bronce, siguen vigentes durante la Edad del Hierro, la ocupación romana y, algunos, incluso en tiempos altomedievales.

Estructura de planta circular.

Son poblados fortificados, situados en lugares que les da una buena visibilidad sobre los territorios circundantes, en las que predominan las viviendas de planta circular a las que se añaden, ya en tiempos romanos, estructuras rectangulares, hablando siempre en términos generales.

En el castro conviven distintos tipos de estructuras.

En el caso de San Chuis, fue localizado por un carpintero allandés, José Lombardía Zardaín, en 1955, momento el que se destapó la presencia de uno de los yacimientos emblemáticos de la arqueología protohistórica. A pesar de varias campañas arqueológicas, no será hasta la de 2006 cuando se lograron dataciones que atestiguan la antigüedad del castro, y pusieron de manifiesto como la antigua cerca de la Edad del Bronce fue sustituida en la Edad del Hierro por la muralla de módulos, varios de cuyos tramos son perfectamente visibles hoy en día. Sistema defensivo reforzado por la presencia de varios fosos.

Vista general.

Este castro, ubicado sobre los valles de los ríos Prada y Abaniecha, es contemporáneo de otros poblados como la Campa Torres (Gijón), Camoca (Villaviciosa), Os Castros (Taramundi) o el Chao San Martín (Grandas de Salime). En el interior de San Chuis, los expertos diferencian entre el llamado “barrio alto” y el “barrio bajo”; en éste último predominan las estructuras circulares, mientras que en el “alto” son sobre todo rectangulares.

Muralla de módulos.

En época romana tendría un papel relacionado con la minería del oro, un mineral que fue explotado de forma intensiva a todo lo largo y ancho del suroccidente asturiano, dejando su huella en la toponimia de la zona. Así, por ejemplo, nos encontramos con el Montefurado, una montaña en la que se pueden ver las consecuencias de las técnicas extractivas romanas conocidas como “ruina montium”, la Fana la Freita o la Cueva de Xan (o Xuan) Rata, que no es más que una galería minera de época romana, y sin olvidarnos del Río del Oro que también cruza los territorios allandeses.

Hornacina.

La capilla

Al pie del inicio del camino que da acceso al castro, encontramos la capilla de san Martín, una pequeña construcción de planta rectangular, cubierta de madera e interior igualmente modesto con un retablo que recuerda lejanamente al de santa María de Celón, con columnas salomónicas y remate semicircular, además de una policromía de verdes y rojos, que se puede ver asomándose a uno de los dos ventanucos situados a los lados de la portada principal. Beduledo es una pequeña aldea en la que apenas si habitan unas 25 personas.

Retablo de la capilla de san Martín de Beduledo.

martes, 16 de septiembre de 2014

Por los caminos del concejo de Allande (I): Santa María de Celón o Zalón


Vista del concejo de Allande desde el alto del Pozo de las Mujeres Muertas

El pasado fin de semana tuve la oportunidad, junto con un grupo de amigos y un guía de excepción con raíces familiares en la zona e implicado en todo lo que suponga mantener vivas las tradiciones del concejo, de visitar el municipio de Allande, en el suroccidente de Asturias. De esa visita van a salir varios artículos que iré publicando en este blog durante los próximos días, con el fin de haceros llegar a todos las maravillas arquitectónicas, castreñas, paisajísticas y culturales de una zona a la que siempre apetece volver.

Exterior de la iglesia de santa María de Zalón.

La primera visita que hicimos fue a la iglesia románica de Santa María de Celón, cuyas trazas generales remiten al siglo XII y que fue la iglesia de una fundación monástica certificada en el siglo XI, de la que únicamente ha sobrevivido esta edificación. Se trata de una construcción de una única nave rectangular y una cabecera también rectangular cubierta con bóveda de cañón apuntada, lo que supone un regreso a modelos primigenios relacionados, en el caso asturiano, con las edificaciones de la época de la monarquía asturiana, es decir, un regreso a soluciones arcaicas.

Vista de uno de los capiteles de la portada.

Eso se debe al trabajo de talleres locales que toman como modelo algunos ejemplos altomedievales existentes en las proximidades, y también a la falta de recursos económicos para afrontar edificaciones con mayores ambiciones estilísticas y arquitectónicas. En el exterior destaca la portada principal, elemento de grandes connotaciones simbólicas en tanto en cuanto se trata del ámbito de paso desde el espacio terrenal a un lugar fuertemente espiritual capaz de garantizar la salvación eterna, eso sin olvidar aquellas palabras adjudicadas a Jesucristo cuando dijo: “Yo soy la puerta, quien entré por mí se salvará”.

Canecillo con cabeza de animal.

Explicada muy someramente, esta portada está formada por tres arquivoltas y dos capiteles en los que se repite el motivo de dos aves picoteando algún tipo de fruto, simbolizando las almas de los fieles comiendo del alimento del paraíso. El resto de la decoración está formada por máscaras, bolas y serpiente. Tanto esta escultura como la apreciable en los canecillos muestra la mano de un artista un tanto tosco e ingenuo.

Hombre matando al cuélebre.

Destaca fuertemente la presencia en el muro exterior del ábside de una curiosa escultura en la que un hombre está atravesando con su lanza a una figura que unos identifican con un dragón y otros con un cuélebre, es decir, con la serpiente emplumada de la mitología asturiana cuya función principal era la de cuidar tesoros (ayalgues, en asturiano). La mitología lo describe como un animal  con ojos que son ascuas incandescentes, tiene el cuerpo recubierto de escamas y tiene alas de murciélago y su único punto débil era la garganta. Incluso se conserva un agujero en el muro por el que se dice que entraba y salía el cuélebre. En este caso la tradición oral dice que el hombre representa a un peregrino al que el pueblo pidió que diera muerte al cuélebre, y la rosca que aparece a sus pies sería la recompensa recibida por conseguir tan compleja hazaña.

Agujero por el que se dice que entraba y salía el cuélebre de la iglesia.

Las pinturas

Coronación de la Virgen en la bóveda del ábside.

Pero sin duda ninguna el auténtico tesoro de esta iglesia está en su interior, gracias a unas pinturas románicas que forman el mejor conjunto de pinturas de esa época existente en Asturias, y a otras del siglo XVI obra de un maestro anónimo al que se conoce en los medios especializados, como el maestro de Celón, también con obra en los concejos próximos de Tineo y Grado.

Jesús ante Caifás.

En ese conjunto mural se pueden ver distintas escenas de las vidas de Cristo y de la Virgen: la Última Cena y Jesús ante Caifás, prendimiento y flagelación, Jesús ante Pilatos y la Calle de la Amargura, Jesús en el limbo y la Resurrección, la Cricifixión, Adán y Eva; mientras que en la bóveda se representa la coronación de la Virgen y el Tetramorfos (los símbolos de los evangelistas), detrás del retablo mayor, del siglo XVIII, sigue el Calvario, en el frente del altar la Anunciación, y en el intradós del arco de triunfo las figuras de la Muerte y un Avariento en frente.

Representación de la Muerte en el intradós del arco toral.


Continuará.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Konrad Klapheck: “Decidí construir todo un sistema de temas mecánicos para contar mi autobiografía a través de ellos”



“Mis principales armas son el humor y la precisión. Sólo gracias a la frialdad de la precisión se puede traducir el fuego del alma, y sólo gracias al humor se puede traducir aquello que hemos visto. Mi subjetividad no debe tener ningún límite para que mis telas sean objetivas. Es en uno mismo que se encuentran todos los enigmas del mundo y su solución.”


Siempre digo que hay dos formas de disfrutar del arte; una es desde el punto de vista puramente visual y, otra, desde un punto de vista intelectual. Sé que no soy nada original con esta afirmación perfectamente aplicable a cualquier otra manifestación artística del tipo que sea. De ahí la importancia de conocer, de saber, de indagar sobre un artista y su universo para llegar a un disfrute lo más pleno posible de su obra.


Saber que Konrad Klapheck nació en Düsseldorf en 1935, que sus padres eran judíos, su padre fallecido en 1939 después de haber sido expulsado de la docencia en la Kunstakademie de Düsseldorf por las leyes racistas de los nazis, y que su mujer viera como su propio padre era conducido a Auschwitz, además de conocer lo que fue la Alemania de la postguerra, son acontecimientos que de una u otra forma tenían que tener relación con su arte.


Aunque la tienen, no lo hacen de una forma directa sino de un modo que le acerca más a las concepciones de los surrealistas, no en vano estudió en la academia en la que habían enseñado sus padres, con Bruno Goller, un conocido surrealista, y en los años 60 tendrá relación con el grupo surrealista parisino de Andre Breton.


Años en los que se estaban desarrollando movimientos como el expresionismo abstracto, el arte brut, el informalismo, entre otros, que tienen una relación particular con el maquinismo de la época. Un maquinismo que va a utilizar Klapheck para explicar su propia autobiografía. Así reproduce máquinas de escribir, planchas, máquinas de coser, motocicletas, neumáticos, entre otros muchos objetos presentados de forma monumental. “Decidí construir todo un sistema de temas mecánicos para contar mi autobiografía a través de ellos”, ha dejado dicho el propio artista.


Entre esos objetos tienen una relevancia especial las máquinas de escribir, un instrumento detrás del cual se esconden resonancias filosóficas, no en vano Nietzsche fue el primer filósofo en utilizar una de esas máquinas para escribir sus teorías, además de ser también de los primeros en estudiar la relación de las máquinas con el ser humano. Máquinas que también son instrumentos al servicio del mal, si pensamos en todos esos burócratas nazis pasando a máquina sentencias de muerte, listas interminables de personas condenadas a los campos de concentración, auténticos engranajes vitales para que la barbarie siguiera girando.


Instrumentos que también hablan de los roles masculinos y femeninos. Máquinas de escribir al servicio de aquellos hombres que toman las decisiones importantes, relegando a las mujeres a su papel de amas de casa, más unidas a sus máquinas de coser como elementos indispensables dentro del rol de guardianas del hogar que les había otorgado la ideología nazi.



Unas máquinas que en medio de las ruinas de la Alemania postbélica, en palabras del propio artista, “eran lo contrario [a la ruina]; eran una imagen de perfección". Con toda esa concepción de fondo, los objetos de Klapheck, aparentemente realistas, devienen en fetichistas, en contenedores de mensajes secretos, de arcanos a desentrañar. Más adelante, incorporará a su universo creativo retratos de sus amigos o de figuras del jazz o del boxeo.