viernes, 4 de enero de 2008

El extranjero (Albert Camus, Ediciones Gallimard, 1942; Editorial Planeta, 2007)

Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante de Celeste, como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me dijo: "Madre hay una sola." Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco aturdido pues fue necesario que subiera hasta la habitación de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazal. Él perdió a su tío hace unos meses.

Albert Camus nació en la ciudad argelina de Orán en 1912, y parece que empezó la redacción de El extranjero (algunos piensan que el título más apropiado sería el de El extraño), en 1937 mientras Camus estaba convaleciente de una tuberculosis. La novela la terminaría en 1940, y el libro se publicó dos años después y se convirtió en un clásico de al literatura contemporánea, además de ser la obra más conocida de este autor. En 1957, Camus recibió el Premio Nobel de Literatura, y tres años después falleció como consecuencia de un accidente de tráfico.

Meursault es el protagonista absoluto de esta novela, un hombre que se mueve en un terreno en el que las emociones no existen, mientras asiste imperturbable a todo lo que ocurre a su alrededor, manteniendo una actitud pasiva que roza con el aburrimiento más profundo, mientras sigue una vida sin ilusiones, sin rebeldía ni esperanza. Camus nos cuenta la historia de Meursault, la historia de un destino ineludible.

Cerré los vidrios y, al volver, vi por el espejo un extremo de la mesa en el que estaban juntos la lámpara de alcohol y unos pedazos de pan. Pensé que, después de todo, era un domingo menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a reanudar el trabajo y que, en resumen, nada había cambiado.

Un destino al que se dirige el protagonista en una lenta agonía, mientras el brillante sol argelino lo llena de sopor y le provoca reacciones que no es consciente de controlar y que terminarán por ser determinantes en su destino. Un destino que marcan unos hombres que no le juzgan por un hecho concreto, sino por seguir unas pautas de comportamiento incomprensibles para la mayoría, para una sociedad que tiene unas reglas por las que se cuestiona el comportamiento de los individuos, pero sin cuestionar si esas normas son las adecuadas para todos o no, y en las que la ausencia de una exteriorización sentimental se considera una falta gravísima.

El protagonista se niega incluso a mentir para buscar la salvación, consiguiendo una especie de liberación al no amoldarse a los esquemas de lo socialmente considerado como admisible, al negarse a la alienación colectiva que supone vivir en sociedad, y rechazando de plano la posibilidad de la existencia de un resquicio de esperanza. Afrontará su destino con la misma actitud desapasionada con la que ha llevado su vida.

Cuando rió, tuve nuevamente deseos de ella. Un momento después me preguntó si la amaba. Le contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste. Mas al preparar el almuerzo, y sin motivo alguno, se echó otra vez a reír de tal manera que la besé. En ese momento el ruido de una disputa estalló en la habitación de Raimundo.

Esta novela se vincula a los postulados filosóficos del existencialismo, cuya máxima figura fue el francés Jean Paul Sastre, quien señalaba que los humanos somos los únicos seres conscientes de nuestra existencia lo que nos habilita para que vivamos nuestra vida de acuerdo a nuestra propia voluntad y no según normas que nos vienen impuestas. Viene a decir que el hombre tiene que formarse a sí mismo siguiendo su propia libertad, de ahí que se niegue la posibilidad de seguir ningún tipo de mandato religioso ni de moral natural que vengan impuestos o que den pautas de comportamiento en un mundo que no tiene ningún sentido y en el que manda el absurdo.

El existencialismo también niega la posibilidad de encontrar seguridades absolutas en este mundo, ya que el nacimiento y la muerte son dos acontecimientos que carecen de una razón clara, y ahí está la raíz de la actitud que tiene el protagonista de El extranjero ante todo lo que le rodea, y esa actitud será la que le marque el destino finalmente, mucho más que sus actos, ya que con su actitud se ha convertido en un cuerpo extraño en el entramado social que sólo se puede extirpar para reponer el orden socialmente aceptable, ante cuyos ojos, Meursault es un subversivo especialmente peligroso.

Me animé un poco. Dije que hacía meses que miraba estas murallas. No existía en el mundo nada ni nadie que conociera mejor. Quizá, hace mucho tiempo, había buscado allí un rostro. Pero ese rostro tenía el color del sol y la llama del deseo: era el de María. Lo había buscado en vano. Ahora, se acabó. Y, en todo caso, no había visto surgir nada de este sudor de piedra.

3 comentarios:

Natalia Book dijo...

Genial la novela de Camus. Además el otro día estuve leyendo su discurso de cuando le dieron el Nobel. Un gran discurso, recomendado.
Saludos

Anónimo dijo...

Albert Camus es uno de mis autores preferidos y su filosofía existencialista la comparto en parte, ya que para mi si existe algo más allá pero que también se intercala o entrecruza en el más acá, bueno energías inteligentes que no mueren sino que se transforman en otras distintas.
Un abrazo :))

Alfredo dijo...

NATALIABOOK: Gracias por la recomendación. Lo buscaré, además de refrescar la obra teatral de este francés que la tengo más que olvidada.

Un saludo!

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MILAGROS: Eso de las energías inteligentes que no mueren sino que se transforman me ha gustado. Yo sin ser creyente en el más allá o en cosas trascendentes o metafísicas, estoy de acuerdo con la dificultad de encontrar certezas en este más acá.

Abrazos!