viernes, 2 de noviembre de 2007

Le Bal (La sala de baile, Zig-Zag Danza)

De la gijonesa Zig-Zag Danza, de Estrella García y Miguel Quiroga, he podido ver recientemente el espectáculo Le Bal (La sala de baile), basado en una idea de Jean Claude Penchenat y que utiliza uno de esos antiguos salones de baile para, a través de los cuerpos, contarnos un periodo de la historia que va desde los años 20 hasta hoy en día, siguiendo un esquema similar al que ya nos ofreció la misma compañía en Tangos, historias de ayer y de hoy, con el que la compañía cosechó un merecido éxito.

Las palabras que no decimos o, mejor dicho, los silencios es lo que mejor nos retrata a las personas, de ahí que se diga que con las palabras podemos mentir pero con nuestros cuerpos no. Así, Estrella y Miguel despojan a su espectáculo de cualquier tipo de palabra, para dejar que sean los cuerpos, con sus movimientos, sus miradas, y la música los que sirvan de correa de transmisión con el espectador.
Un barman, que va envejeciendo con el local (ambientado en Francia), es el hilo conductor de una historia que se inicia con unas músicas en las que el acordeón, posiblemente el instrumento francés por excelencia, para dejar paso a los felices 20 y sus ritmos más frenéticos, apurando una alegría que se truncará con el final de los años 30, y la guerra. Entonces, el salón de baile se convertirá en refugio ante los bombardeos, y la música deja paso al sonido áspero de las bombas y al miedo.

Pero también será núcleo de resistencia, cuando el ocupante acompañado por los colaboracionistas, intenten conquistar este reducido espacio de libertad, en el que mujeres solas (los hombres se han quedado en el campo de batalla) intentan poner límites a la soledad. Mujeres valientes que resisten al ocupante mediante la pasividad y el desprecio.

Luego les tocará el turno a los yanquis, y los nuevos ritmos, entre los que el rock’n’roll es el dominante, para encarar con optimismo una nueva realidad. Los 70 con aquellos ritmos de discoteca que inmortalizará John Travolta en Fiebre del sábado noche.

Pasarán los años y los ritmos de siempre, aquellos que habíamos escuchado el principio volverán a un mundo que ya no es el mismo, pero en el que los deseos de las personas si lo siguen siendo. Sentir unos brazos que los arropen, conocerse, sentir como los cuerpos se vuelven ingrávidos mientras laten como si fueran uno solo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene muy buena pinta este espectáculo ¡qué suerte poder ir a verlo!

Me gusta como terminas tu entrada aludiendo al paso del tiempo y al de la moda en los gustos musicales o de la danza, mientras que los deseos de las personas siguen intactos: sentir el abrazo, la sensación de envolverse en otro cuerpo y desaparecer juntos tras los pasos de un baile!!
Besos y que pases un estupendo puente!!

Alfredo dijo...

Gracias por el comentario. Este montaje y el de Tangos, historias de ayer y de hoy, son recomendables desde mi modesto punto de vista de espectador.

Un abrazo!