miércoles, 29 de enero de 2014
lunes, 27 de enero de 2014
Speedy Graphito: de las paredes de París a la galería de arte
Save, 2012. |
Nacido en 1961 como Olivier Rizzo
en la capital de Francia, Speedy Graphito fue uno de los pioneros del grafiti
parisino allá por los inicios de la década de los años 80. Una forma de
expresión artística que en su caso, como en el de algunos otros, terminaría por
dar el salto de los muros de la ciudad a los muros de las galerías de arte.
Like, 2012. |
El estilo de este grafitero se
define por el colorismo con el que impregna sus trabajos, un uso del color en el
que hay más que claras referencias pop, pero también tiene algo de
impresionista, en trabajos realizados a la forma del grafiti, es decir, con
plantilla, aerosoles, acrílicos y un sinfín más de técnicas que le sirven para
dar forma a sus obras.
Bambi, 2013. |
Sentido del humor para lanzar una
crítica sobre nuestra sociedad de consumo a través de símbolos que tenemos muy
interiorizados, como es el caso de las marcas que nos rodean y que, como en el
caso de las ya no tan nuevas tecnologías, marcan de una forma determinante
nuestras relaciones personales.
Art de la deco, 2012. |
Personajes de cómic, estética
maya, elementos que remiten al universo creativo de Javier Mariscal, el manga,
los video juegos conviven de una forma inquietantemente lúdica en la sobras de
Speedy Graphito, para lanzar mensajes satíricos y que nos ponen frente a frente
con nuestro entorno social, con las estructuras de un capitalismo que oculta
detrás de los colores brillantes situaciones que tienen muy poco de brillantes.
Instant Replay, 2006. |
Una sociedad de consumo en la que
la propaganda, los mensajes alienantes, las mentiras de la actual situación de
crisis económica dejan en el aire interrogantes de enorme profundidad de cuya
respuesta depende buena parte de nuestro devenir futuro. De la misma manera en
la que en nuestra sociedad casi nada es lo que parece, en la obra de Graphito
todo cobra una nueva dimensión, siempre lúdica y siempre inquietante.
Atomised Spiderman, 2012. |
En un momento en el que estamos
saturados de mensajes por todos lados, los superhéroes de Graphito parecen
explotar, se rompen, mientras un Bart Simpson sentado en una habitación de
barroquismo imposible, sostiene en sus manos un manual de decoración, o la
película se termina con un coche abandonado y un osito maltrecho en medio de un
paisaje de película del oeste.
The end, 2012. |
Y sólo nos queda un simulacro de
realidad, una apariencia de mundo habitable, sólo nos queda el sentido del
humor necesario para encontrar los resquicios, las esquinas en las que todavía
es posible encontrar un golpe de color, un mazazo de ironía, un directo a la
mandíbula de humor negro.
miércoles, 22 de enero de 2014
Luther: El Origen
Estoy casi convencido de que
todos los que hemos visto las tres temporadas (comentadas aquí, aquí y aquí) de
la magnífica miniserie de la BBC, Luther nos preguntábamos dónde podía estar el
origen de su forma de actuar, de dónde procedía esa permanente violencia
interior contra la que el personaje al que da vida Idris Elba, lucha
denodadamente en un mundo intrínsicamente violento y en el que la lucha contra
el mal sólo se puede hacer con dosis de otro mal.
Pues bien, el guionista de la serie,
Neil Cross, nos da la respuesta en esta novela, una suerte de precuela que se
cierra con las primeras imágenes de la primera temporada de la serie. Y para
llegar ahí ha escrito una novela trepidante, de ritmo acelerado y en el que
nada es lo que parece, ni el malo es mal a secas ni el bueno lo es integral.
Son personajes de verdad, reales,
alejados de maniqueísmos y a través de los cuales se nos deslizan una serie de
temas para la reflexión, para que pensemos en ellos: ¿son malas todas las
adopciones ilegales?, ¿somos conscientes de las implicaciones que puede tener
la cantidad de información que dejamos a la vista de todo el mundo en las redes
sociales?, ¿se puede combatir el mal sólo desde la ética, desde el bien o son
moralmente aceptables determinadas dosis de violencia para combatir una
violencia aún mayor?
Esas y otras muchas, por no dejar
de lado el camino que sigue Luther hacia sus propios infiernos, hacia la
ruptura con lo que le rodea, un camino que sabe que no puede abandonar, que es
el único que le lleva a encontrar la solución, especialmente cuando esta es
urgente. Admirado y temido a partes iguales por los que le rodean, Luther
transita por un mundo del que parece el único habitante, al menos el único de
los posibles, mientras se codea con lo peor de la sociedad.
Y un ansia de justicia, de ayudar
a los que realmente lo necesitan, a los ancianos, a los niños, a los más
débiles en definitiva, obligados a vivir a expensas de la violencia de otros,
mientras los mecanismos convencionales de esta sociedad que nos gusta pensar
civilizada son totalmente ineficaces.
Y hay dolor, hay amistad, hay
amor, hay violencia, hay daño, hay muchas cosas concentradas en esta novela y,
por supuesto, en la serie. Vamos, que hay dosis de realidad, de esa realidad
que la mayoría de nosotros prefiere ignorar hasta que un día llama a nuestra
puerta, y entonces, en ese preciso momento, nada nos gustaría más que ver a ese
hombre de pasos acelerados, de hombros ligeramente hundidos, caminar hacia
nosotros.
lunes, 20 de enero de 2014
Graciela Iturbide: Más allá de la fotografía
Desierto de Sonora, 1979. |
Pararse
a mirar una imagen tomada por la mexicana Graciela Iturbide es como quedar
atrapado en una tela de araña. Imposible dejar atrás las sensaciones que le
quedan a uno grabadas con cada una de sus fotografías a medio camino, dicen los
críticos, entre lo documental y lo poético.
El baño de Frida, 2006. |
Yo más
bien me quedaría con lo poético, porque es cierto que Iturbide tiene una forma
de mirar en la que prima la ternura, el acercamiento sincero al retratado o al
paisaje, o al elemento natural, a lo que quiera que sea lo que inmortalice en
sus fotografías. Un acercamiento intenso, verdadero, casi como si acariciara el
momento, el lugar, a la persona.
El rapto, 1986. |
Última
de 13 hermanos, de padre aficionado a la fotografía, casada a los 20 y con tres
niños a los 23, no fue hasta el fallecimiento de una hija de seis años por
enfermedad y el divorcio, que empezó a realizar estudios superiores, primero en
el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y luego en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nuestra Señora de las Iguanas, 1979. |
A
partir de ahí empezará a recorrer el país y a reflejar la riqueza cultural del
mismo, potenciada por la persistencia de rituales milenarios, de una relación
con la naturaleza anclada en lo más antiguo del mundo, de unas formas de vida
peculiares, de unas mujeres de Juchitán que son las que rigen los destinos de
sus comunidades y tienen un grado de independencia respecto del hombre muy raro
en el resto del país.
Pájaros. |
En esa
relación con el medio no sólo el natural, sino también el íntimo, el más
personal, el que tiene que ver con los rituales, con las formas culturales
definitorias de cada comunidad, de la relación planteada entre los sexos, en
definitiva, de los rincones que nos definen de forma particular a cada uno,
están la fuente de inspiración de Iturbide.
La niña del peine, 1979. |
Un
acercamiento que la propia fotógrafa define de esta manera: “En el mundo hay
fotógrafos que roban las imágenes, sin jamás establecer un contacto. Hay
que dar para recibir. No se puede andar por ahí tomando imágenes sin retribuirlas
de alguna manera”.
Señor de los pájaros, 1984. |
Y
añade: “Lo que me interesa lograr con la fotografía es evidenciar la dignidad
del ser humano en cualquier circunstancia. Nunca me ha interesado, por ejemplo,
fotografiar la pobreza por la pobreza misma. Lo que sí me importa, y mucho, es
fotografiar a los seres humanos a partir de una visión poética. Probablemente
es la poesía del ser humano, de la vida, del mundo, de los paisajes, de los
objetos, lo que más me interesa”.
Ciudad de México, 1969. |
Y para
rematar: “Captar a la gente a través de la cámara era una manera de establecer
una complicidad con ellos, una forma de llegar a conocer su cultura, sus
leyendas, sus costumbres. Al penetrar en otra cultura a través de la
fotografía, comencé también a descubrirme a mí misma. He trabajado como
fotógrafa en muchos lugares del mundo y siempre encuentro que mi oficio no tan
sólo me permite ahondar en el ser humano, sino que también me ha ayudado a
ampliar mi comprensión sobre la vida y sobre muchos aspectos de mí misma”.
miércoles, 15 de enero de 2014
Eve Arnold: curiosidad e insatisfacción
“La fotógrafa que se sobrepuso a
unos orígenes humildes, a un padre con una visión reduccionista de la mujer, a
una crítica devastadora en su primera clase formal de fotografía y a un
matrimonio y un bebé malogrados, quiso poner su mirada, su curiosidad y su
pluma al servicio del fotoperiodismo”.
Ese párrafo escrito por Juan
Peces en un reportaje publicado en el periódico El País, resume perfectamente
las coordenadas fundamentales que determinaron el desarrollo artístico de la
norteamericana Eve Arnold (1912-2012), la primera mujer en formar parte de la
nómina de fotógrafos de la Agencia Magnum.
A eso unimos las dos fuerzas que
la propia Arnold definió como impulsoras de su trabajo, como son la curiosidad
y la insatisfacción que le producía cada trabajo y la necesidad de superar ese
sentimiento la llevaba a ir más allá, ya tenemos más elementos para entender su
obra.
Unas fotografías en la que las
personas, sobre todo las mujeres, adquieren un papel protagonista determinante,
mujeres que lo mismo son grandes estrellas del mundo del cine (espectacular el
reportaje fotográfico que hizo durante el rodaje de la película de John Huston
Vidas Rebeldes, con Marilyn Monroe y Clark Gable), trabajadores agrícolas
negros desplazados para trabajar en las granjas de los blancos del norte,
activistas como Malcom X, o el partido nazi norteamericano.
Todo para dibujar un particular
fresco fotográfico de los Estados Unidos de los años 50 y el desarrollo de la
lucha por los derechos civiles de los años 60 y 70, hasta lugares como China o
la URSS en momentos en los que la presencia de occidentales en esos países no
era bien recibida.
Y la mujer, muchas mujeres de
toda edad y condición, anónimas acodadas en la barra de un bar esperando no se
sabe qué o buscando un consuelo siquiera efímero que nunca termina de llegar
mientras el alcohol se agota, o mujeres muy conocidas a las que retrata en
momentos íntimos, espléndidas en su sencillez, o mujeres en color solas en
medio de paisajes inmensos que amaestran caballos o simplemente bailan al ritmo
de sones tradicionales.
Y en definitiva la vida, esa vida
hecha de contrastes como esos miembros del partido nazi norteamericano
presentes en un mitin de una organización de musulmanes negros, unidos ambos
colectivos por la idea de un país racialmente dividido, o las convenciones de
los partidos políticos, los barrios, las pandillas, los trabajadores, esas
minorías en muchas ocasiones marginadas dejadas en las cunetas de la historia.
Como explicó la propia Eve
Arnold, imágenes con las que construir “un caleidoscopio a través del cual
poder contar nuestra relación con el mundo, la manera en la que trabajamos para
vivir y en la que vivimos para trabajar”.
Más información: El País, The Guardian.
lunes, 13 de enero de 2014
Yusef Lateef (1920-2013): “Yo no toco jazz, toco música autofisicopsíquica”
El pasado mes de diciembre
fallecía una de esas figuras a contracorriente, con la personalidad suficiente
como para desarrollar una carrera muy personal marcada por la fusión del jazz
occidental con instrumentos y formas musicales orientales en un momento en el
que a prácticamente nadie se le pasaba por la cabeza hacer algo similar. De
hecho, en las necrológicas publicadas en la prensa anglosajona se destacó que
Lateef hizo eso que hoy se conoce como música del mundo antes de que esa
etiqueta tomara cuerpo.
Nacido en Tennessee, con cinco
años la familia se mudó a Detroit y dentro de la corriente de bebop de la
ciudad empezará su andadura musical. Un poco antes, se convertiría al Islam y
adquiriría el nombre con el que fue conocido a partir de entonces, y que no fue
otro que el de Yusef Abdul Lateef.
Por esos años 50, Lateef
trabajaba en una factoría automovilística de la ciudad y un compañero sirio le
empezó a hablar de un instrumento de unos 5.000 años de antigüedad y del que el
rey David era un intérprete devoto: el rabab. Ese descubrimiento le abrirá
caminos nuevos a un músico que hasta ese momento tocaba el saxo y la flauta,
incluyendo ese instrumento oriental para mezclar su sonido con el del saxo
tenor.
A partir de ahí comenzará un
viaje musical que le llevará a estar constantemente cruzando todo tipo de
fronteras musicales entre oriente y occidente, dando cabida en sus
composiciones a instrumentos exóticos como el shenai, el shofar, el argol, el
koto, además del oboe y el fagot, un arsenal musical que muy poco tenía que ver
con los conjuntos instrumentales propios del jazz.
Base de blues con jazz, bebop,
música de cine y, claro está, todo lo que fue tomando de las diferentes tradiciones
musicales orientales primero y, más tarde, también africanas, van dando forma a
una forma de entender la música que le llevó a evolucionar por caminos de una
gran profundidad con una música que llegó a ser muy difícil de apreciar por el
gran público.
Al mismo tiempo, decidió
colocarse fuera de la corriente musical mayoritaria, apartarse un tanto de la
industria hasta llegar a tomar la decisión de no tocar en locales en los que se
permitiera beber alcohol, al considerar que la música era algo demasiado
importante como para compartirla con un público más interesado en las bebidas
alcohólicas, el tabaco y la charla que en la música.
Eso no impidió que muchas de las
grandes figuras del jazz norteamericano tuvieran en Lateef una figura de
referencia caso de John Coltrane y de tocar con algunos de los más grandes
convirtiéndose en el gigante amable del título de su autobiografía.
Más información: Wikipedia [en], New York Times, El País.
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