Mustang Sally

Dark end of the Street


Try a Little Tenderness



Antes de llegar a ese punto de su carrera, Calder había obtenido un título de ingeniería, para luego empezar una proyección artística que tuvo su centro de arranque en la pintura con su entrada en la Art Students League de Nueva York, y su estilo apresurado y ciertamente furioso le valió para entrar como ilustrador en la revista satírica National Police Gazette. En un momento determinado, a Calder se le pide en la revista que haga unas ilustraciones de los espectáculos del Circo Ringling Bros, donde empezaría su fascinación por ese mundo.
Pero sería la visita que hace al estudio de Mondrian, en 1931, la que le supuso el impulso definitivo a su modo de hacer cuando se le ocurrió dotar de movimiento a las estructuras pictóricas del holandés, con lo que dejará de lado definitivamente la vertiente figurativa que le había definido hasta ese momento. Así, empezará a crear unas piezas que buscarán una peculiar relación con el espacio que las define y dota de significado, y que el artista delimitará con elementos visuales y sonoros.

El Ballet de la Ópera de Lyon trajo la coreografía titulada Limbs Theorem, formada por tres partes tituladas Limb’s I, Enemy in the figure, y Limb’s III, una pieza compuesta por William Forsythe en el año 1990 para el Ballet de Franfort y que el ballet francés incorporó a su repertorio en 2005, y que ya ha traído en varias ocasiones a España.En Limb’s I, se coloca a los bailarines en un escenario abstracto, negro, roto por una gran estructura rectangular blanca, apoyada en el suelo por uno de sus ángulos, y que con su movimiento se convierte en un bailarín más. Estructura amenazadora que condiciona los movimientos de los bailarines, solos o en grupos, que se cruzan, se contraponen, viven y nos cuentan. No hay palabras, no son necesarias, la vida fluye, se alimenta y, nada más y nada menos, vive. Lo abstracto del espacio coloca y descoloca al mismo tiempo, pero también da libertad y desnuda la esencia de un movimiento de cuerpos llevados al límite, a una tensión que tiene mucho de barroca en algunos momentos, pero nada se confunde, todo está claro en medio del paroxismo, nada emborrona el cuadro que los cuerpos dibujan con sus efímeras pasadas por el espacio.
La armonía en negro se rompe en Enemy in the figure, donde ya entra el blanco y se introduce un elemento escenográfico de madera (me recordaba a las eses de Serra). Aquí todo es violencia, no se da descanso al espectador, ni la música ni los bailarines tienen piedad de nada ni de nadie, hasta el punto de que parecen buscar la huida de sus propios cuerpos. Aquí el juego de luces es fundamental, a veces iluminan y otras oscurecen, dejan a los bailarines en un contraluz que obliga al espectador a poner lo que falta para completar la escena. Parece no haber salida, probablemente porque tampoco hay un lugar al que ir.
Limb’s II cierra la trilogía de una composición que no tiene un hilo conductor definido, ni un climax cerrado, lo que termina de contribuir a la sensación que tiene el espectador de que en todo ello hay un algo inaprensible, algo que se nos escapa al entendimiento, y entonces surge la pregunta: ¿qué es lo que hay que entender?. El referente visual que salta inmediatamente a la vista en esta parte final, es el que marcó el cine del expresionismo alemán, en un ambiente que, al mismo tiempo, tiene un componente futurista. La linealidad ya está definitivamente rota, los bailarines siguen con sus movimientos convulsos, rotos, siempre en tensión, de movimientos irreales en un espacio tan incierto que no sería descabellado del todo, hablar del no espacio.
Después de mantenernos en tensión permanente, de repente la música se convierte en un simple sonido metálico que se repite con intensidad decreciente, hasta que de repente las luces se van y el telón cae, generando un momento apabullante, que nos deja a todos al borde de un abismo por cuyo filo nos han estado llevando durante toda la representación.
"Disolverse. Dejarse evaporar. El movimiento está en relación directa con vuestra facultad de evaporaros realmente. Bienvenidos a lo que creéis ver". (William Forsythe)

Lucian es nieto del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, y la familia se trasladó a Inglaterra en 1933, donde ya quedará asentada definitivamente, y donde nuestro pintor empezó sus estudios artísticos, con un paréntesis para servir en la marina mercante entre 1941 y 1942, momento en el que fue desmovilizado. En 1944 hizo su primera exposición y dos años más tarde, viajaría a París e Italia.
En la evolución hacia la figuración esas constantes seguirán estando detrás de su estilo, con un realismo en el que se detalla todo, en el que las sombras adquieren un tinte minuciosamente inquietante, por medio de una pincelada de gran expresividad. En los años 50 empieza a hacer retratos de desnudos, a través de los cuales Lucian Freíd hace una interpretación de sus vidas, de sus fracasos, casi como si los estuviera psicoanalizando a través de sus pinceles. Nos muestra aquello que normalmente las personas sólo enseñamos, y no siempre, a los que tenemos más próximos, y eso nos pone ante preguntas sobre nosotros mismos, de esas que no tienen respuestas sencillas.
Una parte importante de su obra son sus autorretratos, en los que se pinta con rasgos duros, bien definidos, con un punto atormentado, que otras veces se convierte en desidia, en desinterés, en abandono, probablemente como reflejo de un momento de desesperanza, de falta de confianza en la humanidad. Son cuerpos que lanzan al mundo gritos desde el silencio, para hacernos llegar un mensaje angustioso y desde el dolor más intenso.
Veinte años más tarde esta película ambientada en la guerra de Vietnam, muy bien podría trasladarse a cualquier otro conflicto de los que asolan el mundo, donde los teóricamente más débiles plantean un tipo de resistencia muy similar a la que nos cuenta Kubrick especialmente en la parte final de la película. Casi como si el fallecido director estuviera ejerciendo de visionario y conociendo la historia estuviera adelantando el futuro, y es que, seguramente, todas las guerras se terminan pareciendo.


Historia azarosa fue la que tuvo la que es, probablemente, la más influyente escuela de diseño, arquitectura e industria surgida en Europa, y es que las teorías y prácticas que allí se elaboraron todavía hoy proyectan su sombra con una gran intensidad. A lo largo de su historia, tan azarosa como la del país que la vio nacer y morir, pasó por Weimar primero, para luego trasladarse en 1925 a Dessau, desde donde se trasladó a Berlín hasta que en el año 1933, los nazis ordenaron su cierre.
La erección de edificios era para Gropius una actividad que tenía tres patas fundamentales: la social, la intelectual y la simbólica. Unió a todos los estamentos en la consecución de un objetivo común que terminaría por acercar a los artistas al ciudadano. "Creemos juntos la nueva construcción del futuro, que será un todo conjunto. Arquitectura y escultura y pintura", escribió el propio Gropius.

Tercera película del mago del suspense y primera en ser un éxito comercial, a pesar de tener que introducir modificaciones en ella para recibir el visto bueno de los productores para su exhibición. Antes de llegar a The lodger, el genio británico había rodado El jardín de la alegría y El águila de la montaña, dos películas que le sirvieron para iniciar el camino de un aprendizaje que tendría en El enemigo de las rubias (de todos es sabido que el director tenía una cierta fijación con las mujeres rubias), la primera piedra sobre la que se cimentó una carrera realmente destacada.
El guión, tomado de una obra de teatro titulada ¿Quién es?, a su vez basada en la novela The lodger de Marie Belloc Lowndes, cuenta la historia de un asesino en serie que sólo mata a mujeres rubias, sólo los martes, y que firma sus crímenes con un papel en el que escribe, dentro de un triángulo, "El vengador". Triángulo que también hace referencia a los tres lados del triángulo amoroso que forman Novello, la chica, y el policía encargado de atrapar al asesino y que también está enamorado de la chica.
La actuación de Novello destaca por encima de todas las demás, con una gestualidad algo más contenida, enormemente precisa y eficaz, que denota la calidad de un actor que venía de foguearse en las tablas de los escenarios británicos, de las que han salido, y siguen saliendo, algunos de los mejores actores de la historia del cine.
Hacía tiempo que quería ver esta película, y por una o por otra, no había podido verla hasta hace unos pocos días, y tengo que decir que la decepción que me he llevado ha sido de tamaño mayúsculo. Y es que teniendo entre las manos una historia real con un enorme potencial, el director acaba por convertirla en poco menos que un folletín desteñido, desprovisto del menor vigor narrativo, con unas actrices (excepción hecha de Pilar López de Ayala y de Goya Toledo, las dos a un gran nivel) que naufragan en un mar de personajes desprovistos de matices, de fuerza, de interés en última instancia, algo que se puede trasladar a sus compañeros masculinos.
La película ya empieza mal. Una primera escena en la que dos de las chicas están dirigiendo una arenga a un grupo de personas intentando convencerlas de que las potencias occidentales llegarán en socorro de la República. Pues bien, lo que debería de servir para que el público entrara de lleno en la historia, se queda en un inicio de una languidez que luego se transmite a las dos horas de metraje. Duración a lo largo de la cual el espectador se encuentra en muchas ocasiones perdido por la confusión que se produce entre unos personajes que no están suficientemente individualizados, y de los que se nos van descubriendo datos esenciales de una forma desordenada, mientras que otros tenemos que ponerlos nosotros directamente. De hecho llega un momento en el que se nos aparecen tres nuevas rosas prácticamente de la nada.
Película timorata para unas mujeres con una historia personal que hubiera merecido mucho más.

Al terminar sus estudios en el instituto, Andreas decide seguir los pasos de su padre, y durante un par de años estudiará en Essen, en la Folwangschule, que tendrá una importancia fundamental en la formación de muchos fotógrafos alemanes, especialmente los vinculados al campo de fotoperiodismo y el diseño gráfico. En los 80 pasará a otra escuela, esta vez en Dusseldorf, donde entrará en contacto con la nueva ornada de fotógrafos alemanes que darán contenido al movimiento de la Nueva Escuela de Fotografía Alemana.

Escuchar a este grupo obliga necesariamente, a modificar los conceptos que se manejan en torno al folk para abrirse a una nueva galería musical que con raíces muy profundas en la tradición de los bosques infinitos y las nieves casi perpetuas (durante el concierto era inevitable que se vinieran a la imaginación esos paisajes que definen de una manera muy clara a Escandinavia), y con los pies a caballo de todos los ritmos contemporáneos, algunos de los cuales tienen que ver con Jimmi Hendrix o Led Zeppelín.
Un espectáculo que si por algo se define es por la sencillez, por la ausencia de elementos técnicos complejos, de tal forma que nada distrae la atención de un espectador que queda absolutamente prendado por las acrobacias que se despliegan sobre el escenario, y que tienen mucho de orgánico, de movimiento circular, continuo, sin los ángulos rectos que suelen definir a las acrobacias de tradición occidental. Son 12 acróbatas-actores (cinco de ellos miembros de la misma familia), que cantan a capella o en forma coral, acompañados únicamente por un laúd, que en otras ocasiones es el solista, lo que da al espectáculo un aire de autenticidad único, casi como si estuviéramos en pleno zoco de Tánger asistiendo a una representación callejera. .jpg)
La música de Omar no se puede desligar en ningún momento de su formación en el sufismo, una rama mística del Islam, que ha marcado el profundo sentimiento religioso del músico. Una religiosidad que busca la armonía, la paz con todo lo que nos rodea, empezando por las personas, y el grupo que puso en escena lo demuestra claramente, con la convivencia fértil de nacionalidades que sobre el papel son poco menos que incompatibles.
"No existen explicaciones ni soluciones de los estados del alma, de los conflictos psicológicos, fuera de el contexto social. A mi juicio, las pasiones humanas y los conflictos sociales son los que animan y conmocionan la Historia".
Una fábula de la decadencia, sobre la codicia desmedida, hasta llegar a un final en el que la racionalidad ha desaparecido por completo, y en el que una boda se convierte en un espectáculo dantesco, y en el que los personajes ya se han quitado totalmente la máscara social y se muestran como son: despiadados, aturdidos por las fuerzas que han desencadenado y que se les han ido totalmente de las manos, con todos los valores considerados como esenciales en nuestras sociedades desplomándose como un castillo de naipes ante la mirada estupefacta del espectador, a pesar de que ya ha visto a los personajes asomarse a todos los abismos posibles.
La parte más floja de la película es, sin duda ninguna, la música del compositor Maurice Jarre, que aquí parece limitarse a cumplir con el encargo sin poner demasiado de su parte en el empeño. Hay que decir que el compositor le fue impuesto a Visconti, quien prefería utilizar la música de Mahler, lo que hubiera contribuido a reflejar mucho mejor la atmósfera opresiva y excesiva, propia del Macbeth de Shakespeare, en la que se mueven las marionetas de esta historia que está, por derecho propio, entre las obras maestras de la historia del cine.