viernes, 13 de marzo de 2009

Sharon Shannon, con la música en la punta de los dedos



Reconozco que el titular que le he puesto a este artículo no peca de originalidad, especialmente si tenemos en cuenta que estoy hablando de una acordeonista, pero es la mejor forma que he encontrado para definir a esta mujer de enorme talento y que toca de una manera tan absolutamente natural que parece sobrenatural. Es una delicia ver como con sus dedos acaricia el instrumento y saca del mismo una gama de sonoridades que parece no tener fin.

Su nacimiento se produjo en el condado irlandés de Clare, en una familia eminentemente musical, ya que sus padres eran bailarines y los cuatro hermanos son músicos. Así que con ese ambiente, añadido a un talento extraordinario, Sharon se introdujo primero en los misterios del whistle (pequeña flauta metálica) y a los 8 años ya andaba participando en concursos. A los 13 años ya tocaba el acordeón, instrumento en el que se había iniciado a los 11 años, y con 14 se integra en su primer grupo, Disert Tola, con el que llegaría a irse de gira por los Estados Unidos. También empezará con el violín después de pasarse un año en la universidad, aunque será el acordeón el instrumento que le dará la fama mundial de la que goza en estos momentos.

Antes de grabar su primer disco en solitario, Sharon Shannon pasó por grupos como Arcady, formado por Ringo McDonagh, ex De Dannan, y luego se unirá a los Waterboys por un corto espacio de tiempo. Entonces llegará el año clave, 1991, cuando ve la luz el trabajo discográfico al que dio por título su propio nombre, y que se convertiría en la pieza clave de su carrera.

Tenía por aquel entonces 21 años y con ese disco “me dejé llevar por ese punto loco y juvenil que todos hemos tenido alguna vez a los 21 años”, dice la propia Sharon. Para ese trabajo se rodeó de músicos de mucho nivel, como es el caso del bajista de U2, Adam Clayton, de Donal Lunny, integrantes de Waterboys, y otros.



En ese disco ya dejaba claro que a pesar de conservar un poso fundamental de la música tradicional irlandesa, a la que ella misma reconoce que vuelve siempre, la mezcla de ritmos provenientes de la música cajún, de melodías tradicionales suecas, escocesas, y de otras procedencias, hasta dar forma a un estilo ecléctico desbordante de ritmo y de sentimiento, que entraba muy en consonancia con los sonidos en los que estaban muy interesados gente como Lunny o Clayton. Un disco en el que el talento de Sharon brilla con una luz más que intensa.

A partir de ahí, Sharon ya no ha dejado la experimentación ni de rodearse de músicos de las procedencias más variopintas, ni de encadenar un éxito tras otro. En sus discos se dan la mano con total naturalidad el hip-hop, la música clásica, el rap, el country, el reggae, hasta dar vida a unas criaturas llenas de magia, de electricidad, de una brillantez paradisíaca.

"Desde entonces [se refiere a después de sacar su primer disco] siempre he creído legítimo innovar en lugar de acomodarme. Reivindico los instrumentos no característicos, como las guitarras eléctricas, órganos Hammond o saxofones, y los hermanamientos del sonido celta con el reggae, Portugal o el tango de Piazzolla. Respeto mucho la pureza y puedo hacer música muy pura, pero eso lo dejo para cuando estoy tocando sola en casa...".

Si tuviera que quedarme con un único disco de esta acordeonista, sin duda me quedaría con Diamond Mountain Sessions, un disco que se gestó durante la grabación que hizo con Steve Earle que daría lugar al disco The Galway Girl en 1999. El ambiente que se consiguió en la grabación y el material que de allí salió, les infundió la idea de grabar un nuevo disco contando con la colaboración de distintos músicos.

Al pie de la Diamond Mountain existe un hotelito llamado The Old Monastery Hotel, en el condado de Galway, donde instalaron un estudio de grabación prácticamente improvisado. Era noviembre de 1999. Allí se reunieron los miembros del grupo The Woodchoppers, una de cuyas integrantes era la hermana de Sharon, Mary, y una granada nómina de grandes intérpretes entre los que se encontraba el gaitero gallego Carlos Núñez y, una vez más, le genial Donal Lunny. Todo ello sumado dio como resultado un disco realmente sensacional que vio la luz en el año 2000.

4 comentarios:

CASANDRA dijo...

si bien no es la música que elegiría hoy para escuchar, aprecio en los videos todo lo que comentas en el texto. Por sobre todo me trasmite una vitalidad, y unas ganas que son contagiosas, por lo que en definitiva no esta noche, pero mañana temprano al despuntar el día, quizá elija escucharla, y saborear mucho mejor esta valiosa artista. Como siempre, mi amigo asturiano, muchas gracias por acercarnos tantas cosas buenas.

Alfredo dijo...

Esta chica hace una música de esas capaz de alegrarte el día. Su música, como cualquier otra, tiene su momento, y seguro que le acabas encontrando el encaje porque talento hay mucho y cuando hay talento las cosas brillan por sí solas y no hace falta ocultarlas debajo de un manto de marketing cegador.

Besos!!

Anónimo dijo...

Tan-ta-ra-ra-ra.ra..ra ... tan.. tan- tam...
Que alegría!...convinado con el soleciko de hoy..¡genial!

Alfredo dijo...

Lo del solecito es cierto, ya parece que se empieza a ver todo con otro optimismo, y con la música de esta talentosa mujer la cosa coge unos tintes más que atractivos. Y esta noche me voy a escuchar a Michael Nyman en concierto, ya no quepo en mí de la emoción.

Besos primaverales!!