domingo, 17 de julio de 2011

Marcos López (Santa Fe, Argentina, 1958)


El Andy Warhol del subdesarrollo. Así se ha definido con la ironía que le caracteriza, en alguna ocasión este fotógrafo argentino que ha hecho del sentido del humor su propia vacuna contra las situaciones esquizoides que se viven a lo largo y ancho del continente americano.


Un sentido del humor que se deja ver en sus trabajos, lo que no oculta, sino más bien lo contrario después de un proceso a lo largo del cual el espectador tiene que esperar a que lo que está viendo se deposite con cuidado, una tristeza de fondo envuelta en un paquete de hermosos colores y personas aparentemente felices que están disfrutando de un momento de fiesta o de diversión en compañía de otros.


Una colectividad extraña formada por personas que en el fondo saben que no se está más solo que cuando se está rodeado de extraños, de personas que viven sabiendo que, en cualquier momento, un acontecimiento (pongamos que hablo del “corralito” por ejemplo) va a venir a poner su mundo patas arriba.


Acostumbrados a esa fragilidad y a la ineptitud de unos políticos empeñados en gobernar en contra de sus conciudadanos. Marcos López cuida mucho sus puestas en escena para componer unas fotografías que luego pasan por un proceso de retoque digital para terminar de configurar momentos únicos, especiales, dolorosamente irónicos.


De su fotografía Asado en Mendiolaza, con la que abro este artículo, escribe Josefina Licitra en su artículo El hombre y la sirenita que es una “inclasificable fusión de La última cena de Leonardo, con Los borrachos de Velázquez, íntegramente rociada por varios litros de vino de mala calidad”, además de una obra convertida en “una suerte de presagio. La anticipación de una decadencia que jamás llegó porque jamás se fue”.


“Yo decido hablar de mis dolores, mis muertos y mis duelos como un Andy Warhol trasnochado, en su resaca de tequila de segunda categoría. Además, me interesa reivindicar nuestra salvaje América Latina, nuestro modo de pensar y de expresarnos estéticamente con una personalidad por la que no tenemos que pedir permiso a nadie”, le dice López a Licitra en el mismo artículo ya citado.

Y más adelante añade: “Siempre me intereso en que mi obra hable de la periferia, mostrar la textura del subdesarrollo. La pegajosidad de los manteles de hule. Trato de que mi trabajo tenga el dolor y la desprolijidad de la América mestiza”.

Desde que empezara a hacer fotografías después de asistir a un partido de Argentina en el Mundial de 1978 y ver el trabajo de los fotógrafos deportivos, el camino de este artista le ha llevado a través de un primer libro en blanco y negro, técnica que abandonará inmediatamente después para centrarse en el color como vehículo de expresión hasta llegar a construir un universo fotográfico que le ha convertido en una de las figuras de referencia de la fotografía argentina.

2 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Corrosivo e irónico. Santa Cena, Bodas Veronese en versión pop cutre iper-realista. Hay que tomarse este mundo con sorna y con saña, retratados todos, tal cual, más o menos. !Bonitos pijamas! pareja.
Nos vemoooooos.

Alfredo dijo...

Son geniales las fotos de este tipo y la definición de Andy Warhol del subdesarrollo le va que ni pintada.

Hasta pronto!!