miércoles, 11 de junio de 2008

Andreas Gursky (Leipzig, 1955)

"Yo soy hijo único, y puedo recordar todavía mis ansias infantiles por encontrar cierto cobijo social. Por eso no es de extrañar que emplee como tema el de los grupos humanos, que en sus existencias detenidas añoran un sentido colectivo."



Hijo de un reputado fotógrafo industrial, será en los años 80 cuando la obra de Andreas Gursky adquiera una relevancia internacional, cuando se le adscribe a la llamada Nueva Escuela de Fotografía Alemana, que tiene entre sus características más definitorias un tratamiento aséptico de una sociedad contemporánea en continua transformación, y de los espacios en los que ésta se desarrolla, siguiendo un tanto la tradición documental de la fotografía del país germánico, que se aleja de los postulados estéticos de la fotografía con un carácter más comercial.


Al terminar sus estudios en el instituto, Andreas decide seguir los pasos de su padre, y durante un par de años estudiará en Essen, en la Folwangschule, que tendrá una importancia fundamental en la formación de muchos fotógrafos alemanes, especialmente los vinculados al campo de fotoperiodismo y el diseño gráfico. En los 80 pasará a otra escuela, esta vez en Dusseldorf, donde entrará en contacto con la nueva ornada de fotógrafos alemanes que darán contenido al movimiento de la Nueva Escuela de Fotografía Alemana.


Andreas Gursky se suele decantar por los grandes formatos, en color, con unas instantáneas que están llenas de detalles, lo que permite hacer una conexión con el detallismo que definió las obras de muchos pintores flamencos del Barroco. En sus fotografías el elemento humano es fundamental, captado en lugares en los que se concentran con gran densidad (la Bolsa, instituciones políticas, grandes superficies comerciales, discotecas, aeropuertos…), presencia humana que en otras ocasiones es apenas relevante. Una forma de buscar lo que está por debajo de todo eso, las raíces, la esencia de una sociedad en la que lo individual y lo colectivo se entremezclan, hasta el punto de que no siempre es fácil saber dónde empieza uno y concluye lo otro.


Con sus fotografías, el alemán nos introduce en lugares que frecuentamos con asiduidad, pero que nos enseña de un modo totalmente inesperado, y que nos hace que los veamos como lugares totalmente diferentes, atrayentes y vertiginosos, enseñándonos un todo parcial de un paisaje que si bien ha sido creado por el hombre, termina por parecerle extraño.

Las arquitecturas nos imponen sus formas con rotundidad, dejando al hombre y al propio espectador de la obra, convertido en un ser lejano, perdido, casi completamente extraviado, reducido, en ocasiones, a un elemento decorativo, casi como si estuviera puesto por la mano de un decorador o un maquetista.

5 comentarios:

Monik dijo...

Si es lo que yo digo...todo a nuestro alrededor es arte!! Que empeño tenemos que ver monotonía en cada una de las cosas que nos rodean!! Me encanta este tío!!

Besotes!!

Alfredo dijo...

Es cuestión de mirada, de querer ver las cosas cotidanas con otros ojos, con criterios estéticos y por ahí seguro que recibimos sorpresas diarias. Otra mirada es posible y necesaria.

Abrazos!!

Alfredo dijo...

Una mirada diferente para transmitirnos una imagen diferente de la realidad cotidiana, a la que muchas veces no prestamos atención.

Un abrazo transoceánico!!

Clara dijo...

Muy grande que el tema de su obra sea el sentimiento de pertenencia a la colectividad humana. Es una huída de la soledad que despierta sentimientos positivos.

Siempre quedan artistas por descubrir... Un saludito

Alfredo dijo...

El egoismo no shace olvidarnos que formamos parte de una colectividad, y eso nos lo enseña muy bien este fotógrafo.

Un abrazo!