jueves, 22 de noviembre de 2007

Eugenio Recuenco

Cuando uno se topa con una foto de este madrileño, puede estar bien seguro que está viendo algo más que una fotografía, está viendo arte (por si todavía hay alguien que piense que la fotografía no es arte), está contemplando un universo complejo en el que se dan la mano en un continuo fantástico la pintura, la arquitectura, la moda, la fotografía, por supuesto, lo escenográfico de tal forma que tan solo le faltaría la música o la palabra para que fuera una obra de arte total.

Como buen fotógrafo de moda, la mujer ocupa un papel fundamental en su obra, unas mujeres que, a veces, están como ausentes, otras veces nos desafían con la mirada, con las poses de unos cuerpos que no parecen pertenecer al mismo universo en el que nos movemos los demás, pero que también muestran la desolación. Mujeres que transmutan su carnalidad en maniquíes plásticos o en mármoles que nos recuerdan la estatuaria clásica, a pesar de lo cual no renuncian a la sofisticación. Otras veces son niñas, muñequitas o tiernas lolitas, casi seres salidos de lo profundo, echas con la materia con la que se hacen las pesadillas o los sueños más desasosegante.


Mujeres que guardan una fuerza telúrica, primigenia, esa que está en el origen del todo, y que por eso también son capaces de amar, de tener amores furtivos al pie de una vía de tren más allá de la cual nada es posible. Féminas que tienen amantes que huyen por los tejados, que protegen a la dama en frágiles aleros, tan fríos como la noche. Tejados que son testigos de encuentros furtivos, clandestinos en pasillos que no conducen a ningún sitio y que dejan a los protagonistas a la deriva, en noches cubiertas por un piadoso manto blanco.


En ocasiones coloca a sus figuras en interiores barroquizantes, exagerados, con una enorme profusión de detalles que recuerdan a los interiores de la pintura holandesa barroca (sin olvidarnos de Caravaggio, Vermeer, El Bosco o Friedrich), y exteriores luminosos a los que también dota de un punto de desolación. Son desiertos en los que incluso se desata la violencia, caminos que tienen destinos inciertos. Cruces y candelabros judíos que conviven en un sincretismo de creencias, tendencias en un mundo donde todo se confunde y pocas cosas aparentan tener sentido.


Atmósferas con un punto de irrealidad o, casi mejor, una realidad trascendente, a medio camino entre lo surrealista daliniano y lo metafísico de De Chirico. Algo a lo que también contribuye el hecho de convertir a los cuerpos en escorzos que rozan todos los límites, mientras otras veces se trastocan en autómatas perversos.


La noche, la luna, los pájaros, vienen a completar un universo onírico, en el que también tiene cabida el misterio de oriente y los paisajes postindustriales a lo Blade Runner, que también pueden ser la Metrópolis de Supermán o la Gotham de Batman, con el cine negro, los cuentos infantiles, aquella publicidad ingenua de los años 50 o una visión caricaturesca de los cómics de superhéroes. David Lynch, Kubrick, Kim Ki Duk, son otros de sus referentes cinematográficos contemporáneos.


Ahora mismo tiene en marcha un casting para buscar a personas que tengan un parecido físico con la figura de Jesucristo para aparecer en una de sus fotografías. Los interesados pueden enviarle una foto suya a soyjesucristo@gmail.com.



3 comentarios:

Blog de la Revista Calma dijo...

Uhmmm...si fotografias muy elaboradas, alguna me parece haberlas visto en revistas.

Jesús

Natalia Book dijo...

Nunca había oído su nombre, pero es cierto que probablemente haya visto alguna de sus fotos en revistas. Estaré al tanto y le seguiré los pasos.
Saludos

Alfredo dijo...

JESÚS: Seguro que te has tropezado con sus fotos por ahí, de hecho yo me di cuenta cuando empecé a conocer su obra, y muchas de ellas me sonaban mucho.

Un saludo!

NATALIA: Yo tampoco había oído su nombre hasta que una amiga fotógrafa me habló de él, y visité su web que es una pasada.

Un abrazo!