Ocho funciones para transportarnos al Berlín de entreguerras, al ambiente del cabaret, esos lugares llenos de humo y alcohol, lugares de moral incierta, de fronteras siempre un poco más allá de lo que a la burguesía dominante le hubiera gustado, lo que les daba un aire a reducto de libertad donde ir a sentir como los cimientos de las propias convicciones morales se resquebrajaban, porque no eran lugares para morales pacatas.
Música, diversión, provocación en un universo reducido convertido en válvula de escape en los difíciles años 20 de una Alemania rota por la Primera Guerra Mundial, acuciada por el paro y la crisis económica, que se convirtieron en excelentes caldos de cultivo para la ideología nazi, la cual, al fin y a la postre, vendría a acabar con ese espíritu de libertad y transgresión. Años 30 después de los cuales ya nada volvería a ser lo mismo en nuestro torturado continente.
Lugares para olvidar, lugares en los que los problemas cotidianos no tienen cabida, problemas que el ambiguo maestro de ceremonias del Kit Kat Klub, Emcee (interpretado por un excelente Víctor Masán), invita a todos los espectadores a dejar en la calle, donde nos seguirán esperando a la salida, pero ahora se trata de disfrutar, de romper la cotidianidad que nos ahoga, dar rienda suelta a los instintos y a la imaginación.
Un musical (poco que ver con la película del mismo título que dirigió Bob Fosse) que nos lleva del club a la pensión en la que se aloja Cliff (un flojo Jesús Cabrero) y donde vivirá su historia de amor con Sally Bowles (magnífica Marta Ribera), una de las chicas del club; historia que irá en paralelo a la que mantendrán los maduros Schneider (Patricia Clark) y un frutero judío llamado Schultz (Paco Lahoz). Dos historias de amor que compartirán devenir con el Kit Kat Club, un devenir imposible por las circunstancias históricas del momento.
Mundo que va a cambiar radicalmente con la subida al poder de los nazis, y en el que ya no tendrán cabida ni el amor ni el cabaret. La niebla se cierne sobre el escenario y el fantasma de una represión que cabalgará con todos los pendones al viento a todo lo largo y ancho del continente durante muchos años.
4 comentarios:
Solo una pequeña corrección, la pelicula la dirigió Bob Fosse en 1972 y no Vincent Minelli, supongo que el despiste lo provocó el que fué la hija de este último, Liza Minelli, la que protagonizó el film.
El blog excelente, como siempre, sigue así
Como siempre en asuntos cinematográficos, llevas razón. Gracias por la corrección. Efectivamente fue Bob Fosse, un espléndido director de musicales. Así que procedo a hacer el cambio correspondiente.
A ver si les das caña al tuyo.
Me encantaaa...Lizaaa!! Me encantan los musicalesss!! ¿por qué Dioss no me hizo cantanteee???...buuaaa....jajjaaj!!
Como siempre encantadisiimaa con tus post!!
Y sigo sin haber leído..el post...anerior...jeje
Besotes asturiano!!
Luna, me temo que el señor tampoco me ha llamado a mí por el camino de la canción. Qué le vamos a hacer. Tanto la película como este musical, son fantásticos y una buena manera de olvidarse por un rato de lo cotidiano.
Un abrazo porteña!!
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