lunes, 26 de marzo de 2007

Audrey y Cooper (III)

-Buenos días, coronel Cooper.
- Sólo agente, Audrey. Especial, eso sí.
- Agente especial.
- ¿Te gustaría acompañarme a desayunar?
- Tengo mucha prisa.
- ¿Por qué? Ese perfume que llevas es increíble.
- ¿Lo dice en serio?
- Y tan en serio. Siéntate.
- Escríbeme aquí tu nombre. Ten.
- Sé que hay algo que te gustaría decirme.
- ¿Sí?
- Metiste esto anoche por debajo de mi puerta.
- ¿Yo?
- ¡Uh, hum!
- Bueno, sí. Lo hice por Laura, por ayudarle.
- Si me dijiste que no erais amigas.
- No, no lo éramos, pero yo la entendía mejor que los demás.
- ¿Qué es Jack el Tuerto?
- Es un lugar del norte. Sólo van los hombres.
- Y ¿qué hay de las mujeres?
- Las mujeres… ya sabe, trabajan allí.
- Laura ¿trabajaba allí?
- No lo sé. Laura trabajaba en los almacenes de mi padre.
- En Horne.
- Es el apellido de mi padre.
- ¿En qué sección de los almacenes?
- En la sección de perfumería.
- Como Ronette Pulaski.
- ¿De veras?
- Audrey, tu caligrafía me hace saber que eres de romántica naturaleza y corazón débil. Ten cuidado.
- Es cierto.
- Y ahora tengo que rogarte que te vayas. Cosas de la poli.
- Gracias por hablar conmigo.


A la mañana siguiente de deslizar la nota por debajo de la puerta de la habitación del agente Cooper, Audrey le espera en el comedor del hotel, casi como si de una emboscada se tratara, consigue un encuentro "casual" con Cooper y comienza el coqueteo otra vez.


Audrey ya no aparece vestida con una blusa anodina abrochada hasta el cuello. Esta vez no. Es necesario dar un paso más, mostrar algo de los encantos que se esconden detrás de esos ojos de gata de color gris. Para ello sólo un color es el adecuado: el rojo fuego. El escote fundamental, remarcado por unos volantes que hacen que sea imposible no fijarse, no dejar volar la imaginación hacia territorios donde las fronteras se difuminan y todo empieza a ser posible. Zapatos de tacón rojo, por supuesto, para completar el conjunto. Vestida para matar.

Todo aderezado con el mismo perfume que aplicó a la nota, un elemento melodramático muy bien estudiado por Audrey para captar la atención de Cooper por segunda vez, y a fe que lo consigue. Cooper alaba su perfume y eso sorprende y gratifica a Audrey al mismo tiempo; ha conseguido que su agente más que especial se fije en ella.

Tal vez por eso se apoya en la representación de un antiguo tótem indio, esos elementos de fuerte carga simbólica y espiritual, que les servían como una forma de contacto con las fuerzas ocultas, con lo primigenio, con el mundo que se esconde en los bosques y en las fuerzas de la naturaleza. Igualmente simbólico, es el plano que recorre la representación en madera de un salmón debajo del cual está Audrey. ¿Es ella la que sale de pesca a intentar que pique Cooper o se está ofreciendo ella como presa al gran pescador que la sacará de las aguas turbulentas? El fuego de la chimenea a sus espaldas ¿advertencia acerca de la posibilidad de quemarse en el fuego eterno o es que Lynch quiere que pensemos que Audrey es puro fuego?Todo aderezado con el mismo perfume que aplicó a la nota, un elemento melodramático muy bien estudiado por Audrey para captar la atención de Cooper por segunda vez, y a fe que lo consigue. Cooper alaba su perfume y eso sorprende y gratifica a Audrey al mismo tiempo; ha conseguido que su agente más que especial se fije en ella.

Tal vez por eso se apoya en la representación de un antiguo tótem indio, esos elementos de fuerte carga simbólica y espiritual, que les servían como una forma de contacto con las fuerzas ocultas, con lo primigenio, con el mundo que se esconde en los bosques y en las fuerzas de la naturaleza. Igualmente simbólico, es el plano que recorre la representación en madera de un salmón debajo del cual está Audrey. ¿Es ella la que sale de pesca a intentar que pique Cooper o se está ofreciendo ella como presa al gran pescador que la sacará de las aguas turbulentas? El fuego de la chimenea a sus espaldas ¿advertencia acerca de la posibilidad de quemarse en el fuego eterno o es que Lynch quiere que pensemos que Audrey es puro fuego?

Durante el diálogo que mantienen, ella muestra su lado más infantil, primero aplicándose como una niña buena a escribir su nombre en la servilleta que le tiende Cooper, y luego intentando negar, es verdad que de forma débil, que fuera ella la que deslizó la nota en la habitación. Luego acepta el juicio que sobre ella emite Cooper ("eres de romántica naturaleza y corazón débil") y al final le da las gracias por hablar con ella.

Es precisamente esa combinación de mujer que desea y de adolescente que sueña, lo que la convierte en un personaje que es la perfecta encarnación del deseo, de personaje inquietante porque intuimos con fuerza que sabe más cosas de las que dice acerca de Laura, y del mundo de miserias que se dan cita en Twin Peaks y en su propia familia. Es alguien que sabe cosas que otros ni siquiera son capaces de imaginar.

4 comentarios:

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Es una pena que Audrey no haya sido elegida Miss Twin Peaks y que su muerte haya ocurrido en una fatalidad que no le incumbía en absoluto... el fuego muere por el fuego.

Alfredo dijo...

Ya se sabe que el que juega con fuego es probable que se acabe quemando, y al suerte no acompaña siempre.

Audrey es una de las muchas presencias inquietantes que aparecen en Twin Peaks, una presencia que tiene que ver con lo más instintivo. Seguiré desgranando esa peculiar relación con Cooper.

Un saludo.

Alfredo dijo...

hola
ese tipo de personaje...la adolescente que se comporta como mujer experimentada es recurrente, en la mayoria de los casos peligrosa, como tu dices el que juega con fuego puede resultar quemado...jaja

la figura de audrey representa para cooper esa especie de placer prohibido, esa linea que no debe cruzar, pero que internamente desearia, situacion que genera esa particular relacion de amistad-admiracion.

saludos desde un tanto convulsionado estos dias...jaja

alfredo

Alfredo dijo...

Ese tipo de mujer es como asomarse a un abismo y sentir esa fatal atracción por dejarse caer al vacío, y, a veces, chamuscarse un poquito está bien.

Sólo un hombre cerebral como Cooper (¿o es que en realidad es gay y no lo sabemos?) es capaz de resistirse a una tentación de ese tamaño.

Tocayo, compartimos días de convulsión.

Un saludo!