jueves, 9 de enero de 2014

Las arpías de Hitler. Wendy Lower. Crítica 2013.



“Los estudios sobre el Holocausto y el genocidio coinciden en que los sistemas que posibilitaron la matanza en masa no habrían podido funcionar sin la amplia colaboración de la sociedad y, sin embargo, la historia del Holocausto ha dejado a la mitad de la población fuera, como si la historia de las mujeres ocurriera en otra parte. La dramática peripecia de estas mujeres pone de manifiesto el lado más oscuro del activismo femenino. Muestra lo que puede ocurrir cuando mujeres de orígenes y profesiones distintas se movilizan para la guerra y consienten en el genocidio”. (Wendy Lower)
Esta historiadora estadounidense refleja en Las arpías de Hitler un apartado de la Segunda Guerra Mundial sobre la que todavía no se habían arrojado grandes dosis de luz, y que no es otro que el papel que jugaron mujeres que no tendrían por qué haberse visto envueltas en la matanza de judíos.


Ellas no eran guardianas en los campos de concentración, no eran más que jóvenes enfermeras, maestras, secretarias, esposas o amantes que tomaron la decisión consciente de tomar parte activa, en ocasiones para horror de sus propios compañeros varones, en uno de los episodios más inhumanos de la historia de la humanidad.
Enfermeras que en Alemania se habían entrenado para asesinar a los más vulnerables, a niños con discapacidad física o intelectual, ancianos enfermos y, en fin, cualquier persona que no siguiera el canon de la pureza de la raza aria. Gaseados o mediante inyecciones letales, esos ángeles de la muerte llevaron luego esa experiencia a hospitales del este de la Europa ocupada por los nazis, para ejercer el mismo papel con soldados gravemente heridos, por ejemplo.


Maestras responsables del adoctrinamiento de los niños arios, de inculcarles en sus mentes el odio, el convencimiento de ser superiores y, por tanto, destinados a decidir sobre la vida y la muerte de otros. Secretarias que pusieron toda su eficiencia para el correcto funcionamiento de la maquinaria mortal y que incluso decidían quiénes morían y quienes podían seguir respirando un poco más.
Esposas y amantes convertidas en aves rapaces insensibles al sufrimiento y capaces de robar y asesinar a sangre fría. Escalofriante el episodio de Erna Petri, capaz de recoger en su casa a un grupo de niños judíos huidos de uno de aquellos trenes de la muerte, darles de comer y como su marido no terminaba de llegar a casa, sacarlos al campo y matarlos uno a uno de un disparo en la nuca. O Johanna Altveter, que arrojó a los pies de su padre el cadáver del hijo al que acaba de asesinar después de golpear su cabeza contra una pared.


Sólo algunos ejemplos de jóvenes que se fueron a Polonia, Ucrania o Bielorrusia, animadas por la propaganda nazi que las animaba a dirigirse al este, con el fin de ganar méritos para poder así obtener mejores trabajos, mejores sueldos, al mismo tiempo que vivían una aventura y colaboraban con el esfuerzo de guerra de su país, de su dictador.
Muy pocas de ellas llegaron a sentarse ante un tribunal y todavía menos fueron condenadas, por un lado por la dificultad de encontrar supervivientes que las reconocieran y, por otro, por una tendencia a disculpar los actos de unas mujeres que no dudaron en culpar a sus maridos por los crímenes que ellas mismas habían cometido, o en alegar que no tenían ningún conocimiento acerca de lo que estaba pasando a su alrededor, incluso cuando sus maridos o amantes eran actores directos y a los que acompañaban en sus redadas o en directamente en las matanzas.
“Las mujeres alemanas quedaron atrapadas en esa enmarañada red de justicia nacional e internacional. ¿Qué fue de ellas? La respuesta más sencilla es que la mayoría se libró de la acusación de asesinato” (Wendy Lower).

3 comentarios:

calamanda dijo...

Atrocidad!!!
¿Qué fue de ellas?...Es imposible no pensar por unos minutos en esta pregunta.

Recuerdos,
un abrazo!.-

Natàlia Tàrraco dijo...

De aquel horror no tenían porque librarse las mujeres nazis.
Besito primero del año.

Alfredo dijo...

CALAMANDA: Pues según se dice en el libro, la mayoría fueron tratadas con benevolencia por los jueces alemanes y no sufrieron grandes penas y muchas salieron absueltas totalmente.

Un abrazo!

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NATALIA: Y no solo no se libraron sino que además fueron entusiastas partícipes, al menos un número muy importante de ellas.

Un beso!