lunes, 20 de enero de 2014

Graciela Iturbide: Más allá de la fotografía

Desierto de Sonora, 1979.

Pararse a mirar una imagen tomada por la mexicana Graciela Iturbide es como quedar atrapado en una tela de araña. Imposible dejar atrás las sensaciones que le quedan a uno grabadas con cada una de sus fotografías a medio camino, dicen los críticos, entre lo documental y lo poético.

El baño de Frida, 2006.

Yo más bien me quedaría con lo poético, porque es cierto que Iturbide tiene una forma de mirar en la que prima la ternura, el acercamiento sincero al retratado o al paisaje, o al elemento natural, a lo que quiera que sea lo que inmortalice en sus fotografías. Un acercamiento intenso, verdadero, casi como si acariciara el momento, el lugar, a la persona.

El rapto, 1986.

Última de 13 hermanos, de padre aficionado a la fotografía, casada a los 20 y con tres niños a los 23, no fue hasta el fallecimiento de una hija de seis años por enfermedad y el divorcio, que empezó a realizar estudios superiores, primero en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y luego en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Nuestra Señora de las Iguanas, 1979.

A partir de ahí empezará a recorrer el país y a reflejar la riqueza cultural del mismo, potenciada por la persistencia de rituales milenarios, de una relación con la naturaleza anclada en lo más antiguo del mundo, de unas formas de vida peculiares, de unas mujeres de Juchitán que son las que rigen los destinos de sus comunidades y tienen un grado de independencia respecto del hombre muy raro en el resto del país.

Pájaros.

En esa relación con el medio no sólo el natural, sino también el íntimo, el más personal, el que tiene que ver con los rituales, con las formas culturales definitorias de cada comunidad, de la relación planteada entre los sexos, en definitiva, de los rincones que nos definen de forma particular a cada uno, están la fuente de inspiración de Iturbide.

La niña del peine, 1979.

Un acercamiento que la propia fotógrafa define de esta manera: “En el mundo hay fotógrafos que roban las imágenes, sin jamás establecer un contacto. Hay que dar para recibir. No se puede andar por ahí tomando imágenes sin retribuirlas de alguna manera”.

Señor de los pájaros, 1984.

Y añade: “Lo que me interesa lograr con la fotografía es evidenciar la dignidad del ser humano en cualquier circunstancia. Nunca me ha interesado, por ejemplo, fotografiar la pobreza por la pobreza misma. Lo que sí me importa, y mucho, es fotografiar a los seres humanos a partir de una visión poética. Probablemente es la poesía del ser humano, de la vida, del mundo, de los paisajes, de los objetos, lo que más me interesa”.

Ciudad de México, 1969.

Y para rematar: “Captar a la gente a través de la cámara era una manera de establecer una complicidad con ellos, una forma de llegar a conocer su cultura, sus leyendas, sus costumbres. Al penetrar en otra cultura a través de la fotografía, comencé también a descubrirme a mí misma. He trabajado como fotógrafa en muchos lugares del mundo y siempre encuentro que mi oficio no tan sólo me permite ahondar en el ser humano, sino que también me ha ayudado a ampliar mi comprensión sobre la vida y sobre muchos aspectos de mí misma”.
Más información: Wikipedia [en], The Broken Glass, Arte en la red, Smithsonian [en].

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